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lunes 16 de noviembre de 2009

Como una pesadilla, vuelve el recuerdo de Isabel y López Rega

Se presenta hoy, como en 1973, un enfrentamiento entre el ala izquierda del sindicalismo contra el ala fascista. Por su parte, Cristina Fernández ocupa un sillón que parece quedarle grande mientras, detrás de bambalinas, Néstor Kirchner maneja los hilos del poder.

Corría el año 1973 y Juan Domingo Perón regresaba de España. Una multitud lo esperaba en Ezeiza y, previsiblemente, se enfrentaban a tiros el ala izquierda del peronismo y el sector fascista. En aquellos años Perón quiso usar a la izquierda para complicar a los militares que estaban en el poder, y esa izquierda se tomo en serio el llamado del líder e intentó coparle el movimiento peronista. A partir de ese momento, la violencia interna entre el fascismo y la izquierda del peronismo sembraron sangre por doquier. El asesinato de Rucci, en esos años líder de la CGT, fue todo un aviso de guerra que las bandas terroristas le mandaban a Perón.

Por supuesto que Perón les respondió y López Rega se encargó de entablar la lucha armada clandestina.

Con la muerte de Perón, asume Isabelita, una mujer que no estaba capacitada para ejercer la presidencia. Detrás de bambalinas, López Rega manejaba los hilos del poder.

Con las diferencias del caso, hoy, como una pesadilla, empezamos a revivir esos años. Cristina Fernández claramente no tiene capacidad para ocupar el cargo que ocupa. Incapacidad que intenta disimular con sus discursos agresivos, de confrontación y anuncios vacíos de contenido.

Mientras tanto, también detrás de bambalinas, Néstor Kirchner sigue manejando los hilos del poder, sin haber sido elegido para el cargo y, encima, habiendo perdido las últimas elecciones a pesar de forzar las candidaturas testimoniales, de adelantar las elecciones y de disponer de cientos de millones de pesos de los contribuyentes para volcar en el conurbano.

Mientras la gente le da la espalda al matrimonio, que cosecha una imagen negativa cercana al 60%, Néstor y Cristina hacen lo imposible por aferrarse al escaso poder que les queda. Como no tienen los votos de la gente, necesitan el apoyo de fuerzas de choque. Ese apoyo se consigue con favores que se financian con los dineros que salen de nuestros bolsillos. Moyano y D’Elía, dos personajes que generan en la población tanto rechazo como el matrimonio, o tal vez más, son los que aportar el control de la calle.

Se presenta hoy, como en 1973, un enfrentamiento entre el ala izquierda del sindicalismo contra el ala fascista. Oscar Lescano, secretario general del sindicato de Luz y Fuerza y miembro de los gordos de la CGT, respaldó la afirmación de Juan Belén, otro miembro de la CGT, quien sostuvo, refiriéndose a la CTA, que es “una zurda loca manejada desde afuera”.

Paralelamente, grupos piqueteros, todos de izquierda pero unos kirchneristas y otros no, se enfrentan por morder parte de la caja que reparte el gobierno bajo los pseudos planes sociales, planes que en vez de terminar con la pobreza, perpetúan el clientelismo político.

El contexto económico es algo diferente al de 1975, pero tiene una similitud. Así como en los 70, José Ber Gelbard había llevado la distorsión de precios relativos a su máxima expresión derivando en el Rodrigazo, Kirchner también se encargó de distorsionar los precios relativos, fundamentalmente las tarifas de los servicios públicos y le metió infinidad de trabas a la actividad productiva. En 1975 las cuentas fiscales se habían ido de cauce y hoy están en ese camino. A pesar de una intolerable presión impositiva, el gasto público llegó a niveles record que hoy es infinanciable.

Justamente, la creciente conflictividad que hoy vemos en las calles tiene que ver con la caja. Esa caja que le permitió a Kirchner derrochar miles de millones de pesos para conquistar voluntades. Cuando la caja ya no alcanza, como ocurre actualmente, no se puede satisfacer a todo el mundo e inevitablemente el conflicto tiene que estallar.

Y cuando el conflicto estalla por la incapacidad del matrimonio para construir un país, el manual de acción kirchnerista dice que hay que inventar un enemigo. Ya lo ensayó en 2008 cuando viendo que perdía la batalla por la 125, Kirchner, desde la tribuna, denunciaba grupos de tareas y ánimo destituyente. Hoy vuelven con la misma cantinela, cuando, en rigor, el lío lo tienen ellos adentro porque el poder que construyeron se basó en la caja y no en las lealtades por ideas. A los Kirchner no lo quiere voltear nadie. Lo que les pasa es que les estalló el famoso modelo y su construcción de poder hegemónico porque la caja agoniza, no tienen votos y la gente está saturada de los discursos del matrimonio.

Encima que la gente tiene que hacer malabarismos para poder llegar a fin de mes, todos los días tiene que bancarse cortes de calles, paros de subtes e infinidad de trastornos que les hace más difícil la vida, ante la pasividad de un gobierno con confunde orden y respeto por la ley con pegar palos indiscriminadamente.

Entra Kirchner, entonces, en una situación curiosa. Al supuesto progresismo kirchnerista lo corren por izquierda y no sabe para dónde disparar.

¿Por qué Cristina suspendió el acto del 20 de noviembre convocado por Moyano y D’Elía? Los que tiene más humor sostienen que el costo de los micros y los choripanes aumentó notablemente y no es financiable en esta época de vacas flacas. Otros consideran que si la movilización la convocaban Moyano y D’Elía y la invitada era Cristina, claramente quedaba en evidencia que el poder de movilización ya no estaba en manos del matrimonio, sino de sus fuerzas de choque. Kirchner y Cristina pasaban a ser peones de Moyano y D’Elía.

Una tercera alternativa puede ser que tuvieran miedo a una contramarcha que mostrara mucha más gente en la calle que la que podían convocar el camionero y el dirigente piquetero. Ya les pasó con la 125. Mientras Kirchner, forzando el aparato, conseguía algunos miles de personas que lo fuera a escuchar al Congreso, la avenida del Libertador juntaba cientos de miles de personas contra el proyecto oficialista, por no hablar del acto de Rosario.

En cualquier caso, Cristina y Néstor saben que no tienen el apoyo de la gente y lo único que les queda para sostenerse en el poder es utilizar el monopolio de la fuerza para amedrentar a los que piensan diferente y tratar de controlar la calle, estirando la agonía del país quién sabe con que objetivo.

Desde el punto de vista económico, Kirchner debería dar un giro de 180 grados en sus políticas para recrear la confianza, acompañado por un cambio en el discurso donde la soberbia y la agresión se terminen. Kirchner no va a dar un giro de 180 grados en la política económica porque ese giro no sería funcional a su proyecto hegemónico y tampoco va a cambiar su discurso porque debería cambiar su personalidad. Por lo tanto, lleva la situación a un callejón sin salida porque no habrá crecimiento que genere recursos para bajar la pobreza y la desocupación.

Con pobreza y desocupación creciente, problemas fiscales y una economía que languidece no habrá caja para satisfacer la demanda de todos los sectores. Si no hay caja no me sorprendería que de la violencia verbal se pase a la violencia física, donde sectores de izquierda y sectores fascistas, al igual que en los 70, luchen en las calles por cuotas de poder y caja, y el gobierno de Cristina, al igual que el Isabelita, quede entre dos fuegos.

La gran diferencia es que, en esta oportunidad, como corresponde, las Fuerzas Armadas se mantendrán al margen del conflicto y será la sociedad civil la que tendrá que resolver esta escalada de conflictividad que, como una pesadilla, nos transporta a situaciones que nos hacen recordar los tristes días de Isabel Perón en el poder y López Rega manejando el gobierno desde las sombras, mientras el país era despedazado por las internas del peronismo. © www.economiaparatodos.com.ar

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