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jueves 1 de noviembre de 2007

Conquistando inversores externos

Para atraer inversiones hacia la Argentina es preciso abrir los ojos y mirar al resto del mundo para conocer qué estrategias e incentivos aplican con éxito en otras latitudes.

Desde hace algunos meses, la administración nacional está –tardíamente– empeñada en tratar de atraer inversiones.

Porque –pese a su publicitado desprecio por la ortodoxia económica– advierte (con razón) que, sin más inversión, la Argentina no puede progresar. Ni salir del pantano en el que efectivamente está, pese a algunas cifras triunfalistas, exhibidas orgullosamente por el Gobierno.

Ocurre que la Argentina no es todavía un país normal, capaz de atraer inversiones externas.

¿Por qué? Por varias y diferentes razones. Entre ellas, porque Néstor Kirchner, con su constante actitud populista, generó un clima extraño, enrarecido, caracterizado por toda suerte de tensiones, enfrentamientos, acusaciones, revanchas y resentimientos, que no es ciertamente el más apto para conquistar a los inversores externos.

Además, porque la Argentina crece al 8% anual pero, sin embargo, no puede pedir dinero prestado en el exterior porque aún no ha resuelto sus problemas con dos tipos de acreedores: los del Club de París (gobiernos que nos prestaron plata, a los que dejamos de pagar) y los bonistas, que son poseedores de créditos contra nuestro país a quienes dijimos que les íbamos a pagar lo que se nos diera la gana, cuando se nos diera la gana, sin negociar con ellos para nada. Toma o deja, como actitud, lo que no es lo habitual en un mundo con reglas normales de conducta que otros aceptan.

Esta situación tiene ciertamente sus consecuencias. En primer lugar, nos ha arrojado a los brazos abiertos de Hugo Chávez, el único dispuesto a financiarnos, lo que supone poder exigir “contraprestaciones”. Segundo, aleja rápidamente a los inversores, que advierten que detrás de lo que ocurre hay, en rigor, un país pertinazmente incumplidor. Por último, encarece el financiamiento externo de todos y de todo, lo que nos quita competitividad externa.

Además, obliga a nuestro presidente a tener que, por ejemplo, viajar al exterior en aviones de terceros, por temor a que nuestros acreedores –que están frustrados y enojados por el trato recibido– embarguen su aeronave presidencial, que en rigor es nuestra.

Atraer inversión externa requiere no sólo ser –o parecer– simpático o atractivo. Requiere conducta, que es lo que nos falta. De allí lo poco que atraemos.

Asimismo, exige abrir los ojos para advertir cómo operan quienes procuran lo mismo que nosotros, esto es, inversiones extranjeras, en competencia con nosotros desde que obviamente no estamos solos en el mundo. Y hay que comparar ofertas y condiciones. De lo contrario, nos vamos a equivocar.

En el mundo, hay quienes no sólo tratan respetuosamente a los inversores extranjeros, sino también quienes están dispuestos a atraerlos con incentivos, algunos de los cuales son importantes.

Si no lo cree, simplemente visite la página www.investinmacedonia.com. Allí verá cómo hace un pequeño país de los Balcanes para buscar inversores. Por si le da pereza, describiremos brevemente sus estrategias.

Macedonia –que, como tantos, compite por los mismos capitales que pretendemos nosotros– ofrece a los inversores externos incentivos de dos tipos. Los de orden general son esencialmente los siguientes:

• Un impuesto a las ganancias de los inversores con una tasa, para las empresas, de apenas el 10%.
• Un impuesto a las ganancias para las personas físicas con una tasa que es también del 10%.
• Exención del impuesto a las ganancias para la reinversión de utilidades.
• Acceso (a través del odiado “libre comercio”, esto es, los acuerdos de libertad comercial que Macedonia suscribió con la Unión Europea y con otros 13 países de Europa, idénticos a los que Chávez insulta cada vez que puede) a unos 650 millones de clientes potenciales.
• Salarios competitivos, de unos 370 euros en promedio.
• Estabilidad macroeconómica, con una tasa de inflación –sobre la que nadie miente descaradamente– del orden del 2% anual.
• Infraestructura razonable.
• La posibilidad de que la nación pronto ingrese a la Unión Europea.

No está mal, ¿no es cierto?

Veamos ahora qué otras alternativas especiales ofrece Macedonia. Tienen que ver con la posibilidad de invertir en alguna de las cuatro “zonas económicas libres” que el gobierno organizó en torno a Skopje, la capital. Allí las cosas son aún más atractivas:

• Diez años sin impuestos a las ganancias de las empresas, de ninguna naturaleza. Libres de impuestos a las ganancias, entonces. Después, una tasa del 10% a las utilidades empresarias.
• Una tasa del impuesto a las ganancias para las personas físicas del 5% para los primeros cinco años y del 10% después.
• Cero impuestos para todo lo que desde allí se exporte. Tampoco IVA, naturalmente.
• Conexiones gratis a los servicios que en cada caso sean necesarios (hablamos de gas, electricidad y agua, por ejemplo).
• Incentivos financieros para programas de entrenamiento de la fuerza de trabajo y medio millón de euros para gastos en inmuebles.
• Alquiler de tierras y edificios por 75 años, en condiciones atractivas.
• Aprobación de los beneficios que se ofrecen en un plazo de 10 días.

Es evidente que la actitud gubernamental es allí distinta a la nuestra.

Y, naturalmente, nadie en Macedonia descalifica, demoniza o sermonea con arrogancia a los inversores externos que ya operan en el país, pensado –equivocadamente–que ninguno de los inversores potenciales habla con ellos, lo que no sólo es equivocado, sino además una tontería.

¿Nos daremos cuenta, como país, cómo funciona el mundo?

Algunos ya lo saben. Como la provincia argentina de San Luis, que demuestra cómo se pueden hacer las cosas también entre nosotros, sin declamaciones, con hechos, voluntad y sensatez.

Todo está a la vista, entonces. No hace falta ir a Macedonia. Pero San Luis es una provincia que está en la Argentina y sufre de los espantos que otros generan, especialmente desde lo más alto del presumido trono federal. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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