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jueves 27 de noviembre de 2008

Consecuencias de la derrota electoral de Lula

El resultado en las recientes elecciones en Sao Paulo no pronostica un horizonte fácil para el partido del presidente brasileño.

El tan simpático como magnético presidente del Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, es hoy el segundo mandatario más popular en su propio país en toda América del Sur. Es sólo apenas superado por la inmensa popularidad de la que goza su colega el presidente Uribe, de Colombia.

No obstante, la encandilante aureola personal de Lula parece no poderse trasmitir fácilmente a los demás miembros y colaboradores de su fuerza política, el Partido de los Trabajadores (PT), que como tal atrae mucho menos que él. Por esto, el ocaso del desgastado PT parece avecinarse. Una era de verdadera euforia podría entonces estar cerca de tocar a su fin.

Ocurre que Lula no puede constitucionalmente ser reelecto, ni está usando a su esposa para así poder perpetuarse indirectamente en el poder, como los inefables Kirchner, en la Argentina. Por ello, por primera vez en 16 años seguidos, Lula no será candidato en las próximas elecciones presidenciales del Brasil. Se lo va a extrañar.

En las elecciones de 2010, que se acercan, después de los resultados de las recientes elecciones municipales de Sao Paulo, el candidato que luce más firme para alcanzar la próxima presidencia del Brasil es José Serra, del Partido de la Social Democracia, actual Gobernador del gigantesco estado de Sao Paulo, que genera el 30% del PBI de su país.

Serra, de 66 años, fue vencido -recordemos- por Lula en las elecciones presidenciales de 2002. Pero ahora se tomó una buena revancha, logrando que su candidato a alcalde de la ciudad de Sao Paulo, Gilberto Kassab, derrotara -por amplio margen- a la candidata de Lula, Marta Suplicy, una ex alcaldesa (2001-2004) cuya personalidad arrogante, actitud de “sabelotodo”, actitud agresiva y hasta descortés recuerda llamativamente a la de Cristina Fernández de Kirchner generando el mismo tipo de rechazo masivo en la gente. Tan es así, que Suplicy, pese a contar en la segunda vuelta de las elecciones municipales con la contribución personal de su amigo Lula (de quien fuera Ministro de Turismo) apenas pudo obtener un escaso 39% de los votos, contra un rotundo 61% de su rival, Kassab.

La reaparición de Serra

Serra, un político astuto, veterano y social-demócrata, no es Lula. Tiene otro estilo, muy diferente. Es un hombre menos intuitivo y mucho más serio y estudioso. Tiene ciertamente mucho menos carisma que Lula, pero es menos resbaladizo y más transparente.

Entre 1998 y 2002, Serra fue un excelente Ministro de Salud de su país y está, por ello, considerado como un gran administrador. Fue él quien se enfrentó a las multinacionales farmacéuticas y logró que los enfermos de sida de su país tuvieran acceso gratuito a los medicamentos para combatirlo. Estuvo asimismo exiliado por espacio de 14 años, en Chile. Desde 1964 a 1985.

Una historia diferente, en Río de Janeiro

Lula y los suyos trataron presurosamente de “equilibrar” políticamente lo sucedido en Sao Paulo, invocando como suyo el ajustado “triunfo” obtenido por Eduardo Paes, del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) en Río de Janeiro. Paes, de opositor a Lula, terminó como su aliado de conveniencia, desde que procuraba derrotar a una figura tan insólita como popular, la de Fernando Gabeira, del Partido Verde.

Lo logró, aunque solo por unos escasos 50.000 votos. Pero ese pretendido “equilibrio” es, como veremos, fantasioso.

Gabeira era un hueso duro de roer. De allí que la alianza del joven legislador Eduardo Paes, de 38 años, con el Presidente Lula fue en rigor una suerte de “todos contra el extraño Gabeira”. No ganó Lula entonces, ganaron todos.

Un personaje distinto

Gabeira es un sobreviviente de toda suerte de tropelías a quien, por su inmensa simpatía personal y por su personalidad absolutamente excéntrica muchos le perdonan cualquier cosa.

En 1969, Gabeira fue uno de los que secuestraron al embajador de los Estados Unidos en Brasil, en tiempos de la dictadura militar. El secuestrado, recordemos, fue liberado cuando, accediendo a las demandas de los secuestradores, se liberara a 15 prisioneros políticos, llevándolos en avión al exilio.

Cuatro décadas después, a los 67 años, casi se corona alcalde de Río de Janeiro. Es una suerte de añejo símbolo sexual, que suele frecuentar las playas cariocas ataviado apenas con la parte inferior de un pequeño “bikini”, de mujer.

Algunos millonarios e intelectuales cariocas lo apoyaron en sus campañas. También en la reciente. Hasta la propia hija del secuestrado embajador norteamericano C. Burke Elbrick (una fanática de Barack Obama) lo hizo, sosteniendo estar convencida de que ya es hora de “perdonarlo”, por “idealista”.

Para el bacanal Gabeira la solución de los problemas de Río (incluyendo el de la violencia desbocada) pasa por la legalización de la marihuana, del aborto y de las uniones entre “gays”. Casi la mitad de los seis millones de habitantes de la ciudad parece estar de acuerdo con él.

Gabiera fue -luego del secuestro en el que participara activamente- capturado, encarcelado y torturado. Fue posteriormente liberado, a cambio de la libertad del también secuestrado embajador alemán, en 1970.

Por espacio de una década deambuló, como exiliado, por Argelia, Cuba, Chile, Suecia, e Italia. Buscando, en su tránsito, una vida menos dura, más alegre. Sus memorias del secuestro fueron volcadas rápidamente al celuloide, en una película titulada: “Cuatro días en Septiembre”, que reprodujo los acontecimientos en derredor al secuestro del embajador norteamericano.

En 1979 Gabeira regresó a su país y -tratando de llamar la atención- comenzó a ser fotografiado, casi desnudo, en las bonitas playas de Ipanema. Vestía la parte inferior de un “bikini” perteneciente a una sobrina.

Poco después fundó el Partido Verde con el que trató, en vano, de ser electo gobernador del estado de Río de Janeiro, en 1986. Derrotado que fuera, con amplitud, se dedicó al periodismo, como corresponsal en Alemania. En 1994, no obstante, logró ser elegido legislador en un previsible salto de regreso a la política. En su campaña usó solamente papel reciclado y transitó en una bicicleta equipada con altoparlantes, desde los que difundía -insistente y monótonamente- sus “ideas”.

Una personalidad polarizante

Gabeira, claro está, polariza, divide y asombra. Como libertino ideológico acumula enemigos, particularmente entre los evangélicos, que han crecido enormemente en Río de Janeiro. Como experiencia de gobierno Gabeira merece un cero. Como publicista, en cambio, un diez. Por esto, en concreto, sus propuestas para mejorar a Río son sólo las antedichas, más la de mejorar “la iluminación callejera”. Poco y nada. Pero aún así, Gabeira es inmensamente popular. Por esto solo pudo ser derrotado cuando todas las demás fuerzas de alguna importancia política se unieron en su contra para así sobrevivir.

Pese a todo, Gabeira no es, para nada, un muerto político. Tiene aún mucho de insólito que contribuir a un mundo, el de la política, en el que, por algo, todos los actores lo rechazan y se unen en su contra. Ese es su mérito. Nada espectacular, pero mérito al fin. Lo grave sería que alguna vez llegara al gobierno, por el repentino zafarrancho que Gabeira es capaz de generar.

Una visión “curiosa” de las cosas

El Presidente de Repsol-YPF, don Antonio Brufau, acaba de generar, con motivo de su intervención en el décimo Foro Latibex, en Madrid, una bien curiosa teoría, por sus implicancias.

Según él, debiera preocuparnos que algunos países latinoamericanos aún se planteen la “intervención del Estado” para “mitigar las fuerzas de la economía libre” , a lo que ,sostuvo, “todos debemos enfrentarnos”.

No deja de tener alguna razón, ciertamente. Aunque reconoció que se “ha avanzado mucho” gracias a que “países como Colombia, México, Brasil o Argentina” han tomado medidas “muy razonables” para tener “más formalidad” y “un clima de negocios favorable”.

La inclusión de Argentina en la lista confunde, perturba, y enoja. Mucho. Y está, como veremos, profundamente equivocada. Brufau sabe bien que nuestro país desgraciadamente no pertenece a ella.

Las razones son de todo tipo y enormes individual y colectivamente consideradas. Veámoslas. La reciente confiscación de los enormes ahorros privados que estaban en manos de las AFJP y la consiguiente destrucción del mercado de crédito en la Argentina son por sí mismas una muestra mas que clara de cuan equivocado (o sesgado) está.

A ello habría que agregar los controles cambiarios de facto. Las aventuras de don Moreno. La falsificación abierta de los índices públicos por parte del Indec, que es todo un fraude grosero a nuestros ahorristas y acreedores. Las presiones tributarias y previsionales sobre los empresarios. Los casos de corrupción mayúscula. Los precios controlados. Las presiones gremiales, con el apoyo del poder político. La vergonzosa imposibilidad de recurrir al crédito externo, nada menos que siete años después de la crisis del 2001, porque aún no se ha pagado al Club de París, ni arreglado con los bonistas que en su momento creyeron que la oferta que se les hacía era simplemente extorsiva. El financiamiento venezolano y las “valijas de Antonini Wilson”. La delegación de poderes legislativos enormes en el Ejecutivo. La destrucción de la independencia judicial al manipular el Consejo de la Magistratura cuya estructura desarticulara pícaramente la Sra de Kirchner cuando era Senadora. El servilismo de la justicia penal federal. La sumisión de la Procuración General de la Nación que ha dictado normas mediante las cuales los fiscales no pueden investigar los crímenes de guerra cometidos por sus aliados en la década de los 70, ni actuar libremente en los casos judiciales en los que se investiga corrupción en lo más alto del poder, generando así islas de impunidad para el gobierno y sus aliados. El uso y abuso de los piqueteros para amedrentar e intimidar a los empresarios. Y muchas otras cosas parecidas, de enrome gravedad institucional son suficiente evidencia como para preguntarse por qué se hacen esas declaraciones.

¿Será un error de apreciación? Si lo fuera -y puede bien haber otras interpretaciones- la distancia de su visión con la realidad argentina es absolutamente gigantesca. O más bien, asombrosa. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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