¿Continuarán con la voracidad fiscal?
Con buenos modales y estilo respetuoso, el nuevo director de la AFIP, Alberto Abad dio a conocer -en amable rueda de prensa- la recaudación impositiva del año 2015. El clima de la reunión fue de cordialidad y extrema amabilidad. Contrastó con la altanería del anterior director Ricardo Etchegaray, cuestionado ahora por su designación como Auditor General de la Nación por discriminar a contribuyentes no-militantes y favorecer al íntimo grupo del holding presidencial.
TALANTE CIVILIZADO, ANUNCIOS DE BARBARIE.
El estilo del anuncio oficial fue muy educado, pero su contenido manifiesto fue de absoluta ferocidad.
Porque Alberto Abad nos estaba comunicando el saqueo fiscal al que, Cristina Kirchner y Ricardo Etchegaray, sometieron impiadosamente a todo el pueblo argentino durante el año 2015.
Las colosales magnitudes de recaudación, no han sido valoradas debidamente en sus dañinos efectos por la mayoría de los analistas y estudiosos de la economía.
En nuestro país pareciera que un aumento, fuera de lo razonable, en la recaudación de impuestos fuese una muestra de éxito en la política Económica.
En cambio, representa precisamente lo contrario. El arrebato de dinero privado mediante impuestos excesivos es la causa directa del empobrecimiento que el Estado provoca a su propio pueblo.
Veamos las cifras oficiales de este pillaje fiscal cometido por el anterior gobierno contra un pueblo ingenuo que todavía no se ha dado cuenta del despojo sufrido.
CIFRAS DEL LATROCINIO FISCAL.
En su último año, el régimen kirchnerista recaudó $ 1.691.149 millones por todo concepto. Repárese que se trata de billones de pesos, es decir con 12 dígitos a la derecha del primer número.
Pero la cosa no termina aquí.
En el mismo año 2015, las oficinas de recaudaciones provinciales y municipales cobraron “cash”, $ 395.729 millones en impuestos, tasas y contribuciones locales.
Finalmente y como broche oro el Banco Central por orden de la presidenta, imprimió y lanzó al mercado falsas órdenes de pago con la efigie de Evita por $ 304.407 millones.
Tan formidable apropiación de renta fue hecha para que el gobierno nacional y las provincias pudieran gastarlos en una verdadera orgía de despilfarro y nombramientos de militantes, sin precedente en la historia nacional.
GASTO PÚBLICO DEPREDADOR.
Si sumamos esas tres partidas: recaudación nacional, recaudación local e inflación espuria, el gasto público consolidado significó la mayor dilapidación de los 200 años de vida independiente.
El Estado argentino, en su conjunto, gastó $ 2.391.285 millones, o sean 2,4 billones (con doce ceros a la derecha del número 2). Y se convirtió en lo que la Biblia llama “ Leviatán ”, un monstruo marino que destrozaba naves enteras y devoraba a sus tripulantes.
Pero como los argentinos pudimos seguir comprando baratijas chinas o electrodomésticos en 12 cuotas; viajamos con el Plan “Pagá tu viaje en cuotas” y tarjeteamos las compras en el exterior con un dólar de $ 9,20, entonces, no pudimos a darnos cuenta de que estábamos rifando el país.
Todavía hoy, no hemos advertido el expolio al que fuimos sometidos, porque los gobernantes utilizaron con astucia lo que en Finanzas públicas se llama “ la teoria dell’illusione finanziaria de Amilcare Puviani ”.
Consiste en ocultar impuestos en el precio de los productos y las tarifas de servicios para que no adviertan la real carga fiscal. Y , al mismo tiempo, estimular un festival del derroche mediante gastos públicos que paga el mismo pueblo a quien engaña con subsidios de migajas.
Pero ahora, todo ha terminado.
Este gasto anual de $ 2,4 billones es algo que eriza la piel. Si nos ponemos a reflexionar sobre su significado, entenderemos que el fenecido gobierno de Cristina estuvo arrebatando a la sociedad -en nombre de la inclusión social- un importe de $ 199.274 millones mensuales, resultantes de dividir $ 2,4 billones por 12 meses.
SAQUEO A LAS FAMILIAS.
Como nuestro país se compone hoy de 8,9 millones de familias (con 4,7 integrantes cada una) la recaudación impositiva anunciada por Alberto Abad en tono suave y cortés, ha significado un despojo mensual de $ 22.516 por familia.
Al mismo tiempo y según declaraciones del militante ministro Carlos Tomada, el 76 % de los trabajadores en blanco recibieron, desde junio a diciembre 2015, un salario de bolsillo de $ 8.618 por mes.
Si sumamos ambos conceptos, resulta que los obreros y empleados (en blanco o en negro) han producido un valor económico agregado de $ 31.134 mensuales por persona física.
De los cuales sólo el 28 % fue cobrado como salario de bolsillo, mientras que el 72 % de lo producido ha sido sustraído por el gobierno populista sin que nadie se diera cuenta.
Emplearon un perverso mecanismo, compuesto por 96 impuestos directos e indirectos, más un endeudamiento encubierto y una inflación vergonzante generada por Alejandro Vanoli, ex presidente del Banco Central.
DESPILFARRO CON PLATA AJENA.
Con tamaña exacción fiscal, el gobierno de Cristina Kirchner y su recaudador Ricardo Etchegaray, estuvieron pagando sueldos a cuatro millones de burócratas, muchos de ellos ñoquis-militantes; han gastado fortunas en planes clientelares para aplaudidores; han derrochado en gastos suntuarios como Futbol para Todos, pauta publicitaria oficial, satélites geoestacionados, viáticos o viajes de funcionarios; y han hecho uso abusivo de la flota presidencial para llevar los diarios de Buenos Aires al Calafate.
En España este procedimiento de piñata se llama “choriceo”.
Aquí ha sido el mecanismo de enriquecimiento de algunos funcionarios espabilados y ha producido la mayor cantidad histórica de pobres de toda solemnidad, registrados en los últimos 70 años, según lo documenta el observatorio social de la UCA.
PALABRAS SUAVES, CONSECUENCIAS PERVERSAS.
Es cierto que al anunciar esta recaudación obscena, el tono de voz de Alberto Abad fue discreto, suave y respetuoso. Pero lo que estaba diciendo era algo terrible y perverso. Quizás él mismo no se haya dado cuenta, pero estaba denunciando una mega estafa social de $ 2,4 billones, hecha sin pudor ni medida, en nombre de la justicia social y la redistribución del ingreso.
Frente a una presión fiscal del 72 % sobre el valor producido por millones de trabajadores honestos, corresponde inquirirnos a nosotros mismos si podemos seguir viviendo así y preguntarle con todo respeto al nuevo gobierno:
¿Continuarán sosteniendo este perverso y empobrecedor sistema de 96 impuestos que despoja a la población de ¾ partes de sus ingresos decentemente ganados?
Si así fuese ¿Qué autoridad, fiscal o juez, se animarían a condenar la evasión fiscal como un derecho humano esencial para impedir tamaño saqueo
¿Quiénes serán los técnicos encargados de diseñar una profunda reforma impositiva que ponga fin a este inicuo despojo encubierto como política social.
¿Comprenden que los propios técnicos o recaudadores fiscales, no pueden ser quienes tengan a su cargo la reforma necesaria para detener esa fábrica de pobres en que han convertido al sistema impositivo?
¿Cuál es la justificación moral de seguir sacando dinero a la gente honesta para mantener planteles de parásitos que cobran sin hacer nada útil.
¿Cuándo van a poner en caja ese gasto deplorable antes que la opinión pública se decepcione y los demagogos vuelvan ganar terreno, predicando el retorno del populismo que nos ha hundido en la decadencia y la miseria?
Convendría recordarle al equipo del presidente Macri y a todo el pueblo argentino, aquella frase de la epístola del apóstol San Pablo a los cristianos de Tesalónica: “Aquél que no trabaje, que no coma”