domingo 15 de enero de 2012
Control de las importaciones: otra muestra del fracaso del modelo
El gobierno está dispuesto a sacrificar el nivel de vida de la población para sostener su poder hegemónico
El gobierno ha decidió cerrar la economía aislándonos del mundo. No ve el mercado mundial como una oportunidad de incrementar el intercambio comercial, recibir más inversiones y crear nuevos puestos de trabajo sino que, de acuerdo al discurso esgrimido es para defender a los productores locales y el trabajo argentino. En rigor, como veremos enseguida, el discurso del gobierno es solo eso, un discurso más, porque el problema de fondo es que a la economía argentina le van a faltar dólares y las presiones cambiarias serán crecientes.
El problema de fondo es que, la horrorosa política monetaria implementada por el gobierno ha generado una caída del tipo de cambio real al punto que hoy el dólar está barato. Dicho de otra manera, si tuviésemos respeto por el derecho de propiedad y disciplina monetaria y fiscal, muy probablemente el dólar tendería a bajar porque atraería inversiones. El peso argentino sería fuerte por las virtudes de la política económica. La competitividad de la economía no la daría el tipo de cambio sino las reglas de juego. Como las reglas de juego impuestas por el gobierno son espantosas y solo generan fuga de capitales, entonces, la economía no tiene competitividad por la calidad institucional. Inicialmente, cuando el kirchnerismo llegó al gobierno tenía un tipo de cambio real alto. Con la inflación que generó el gobierno y el tipo de cambio casi fijo, el tipo de cambio real cayó hasta niveles cercanos al 1 a 1. Puesto en otros términos, con tasas de interés altísimas y costos salariales medidos en dólares gigantescos, la economía argentina no tiene posibilidades de competir. ¿Cuáles son las opciones que tiene el gobierno frente a este problema de falta de competitividad? Una es cambiar totalmente las reglas de juego girando 180 grados en el rumbo, algo que está visto no va a hacer. Por lo tanto, al continuar y profundizar su política de incertidumbre y arbitrariedades, las opciones que tiene son: a) devaluar el peso o b) cerrar la economía. El tipo de cambio van a tratar de no moverlo porque si tuvieron que recurrir a mecanismos tipo KGB para frenar transitoriamente la fuga de capitales, en cuanto aflojen un poco, la corrida cambiara se les transforma en corrida financiera. La solución, entonces, fue cerrar la economía para que el saldo de balance comercial no les sigua cayendo, y justo en un año en que la cosecha no será tan abundante por causa de la sequía. En definitiva, el gobierno necesita frenar la compra de dólares de todo tipo porque el Central está agonizando con su patrimonio neto y el resurgimiento de la corrida cambiaria está a la vuelta de la esquina.
Si se observa lo que vienen haciendo en materia de comercio exterior uno puede advertir que vienen de fracaso en fracaso, al igual que en el tema inflacionario. Primero pusieron las licencias no automáticas. Luego obligaron a los importadores a exportar un dólar por cada dólar que importan y ahora directamente hay que pedir una autorización para poder importar a un funcionario algo que, a todas luces, va a fracasar rotundamente.
¿Por qué va a fracasar? Porque Moreno ni ninguna supercomputadora puede definir cuánto hay que importar de cada producto, a qué precios y en qué calidades. Moreno cree que puede suplantar las decisiones de millones de consumidores que todos los días operan en el mercado de acuerdo a sus expectativas y sus valoraciones. No entienden, o no quieren entender, que la economía es la ciencia de la acción humana, lo que quiere decir es que las variables económicas se mueven de acuerdo a las valoraciones subjetivas de cada agente económico, valoraciones que, encima, cambian permanentemente.
¿Cuál es la función empresarial? Tratar de descubrir, mediante las señales de los precios, dónde hay una necesidad insatisfecha. Para ello arriesga su capital invirtiendo. Compra bienes de capital, contrata personal, compra insumos y pone un precio de venta. La hora de la verdad es cuando sale al mercado y el consumidor decide si compra o no compra un determinado producto. Como lo he dicho infinidad de veces, no son los costos los que determinan los precios, sino que son los precios que están dispuestos a pagar los consumidores por cada bien y servicio los que determinan los costos en que pueden incurrir las empresas.
Esta medida de dejar en Moreno la decisión de si un bien se importa o no se importa, implica creer que Moreno tiene información mágica sobre las necesidades de los consumidores, que es lo mismo que decir que Moreno puede leer anticipadamente la mente de cada consumidor y definir qué va a demandar en el futuro y, por lo tanto, qué insumos serán necesarios importar.
Como Moreno no es una mente superior, no podrá sustituir al mercado que es un proceso de descubrimiento. ¿Por qué fracasó la economía de la extinta Unión Soviética? Porque una multitud de burócratas pretendió sustituir el sistema de precios que es el que expresa las valoraciones de la gente. Cuando alguien decide si compra o no compra un producto es porque le otorga un determinado valor al dinero que tiene y otro valor al producto que quiere comprar. Si le otorga más valor al bien que a los pesos que tiene, hace el intercambio. Caso contrario no hace el intercambio. Así se forman los precios en la economía, en base a valoraciones subjetivas y cambiantes de millones de personas y empresarios, guiados por los precios buscando dónde invertir. Al cerrar la economía y definir si una empresa puede o no puede importar un determinado producto, Moreno está suponiendo que tiene mejor información que la que tiene el empresario, que tampoco la tiene porque la realidad es que, como decía antes, el empresario arriesga su capital buscando satisfacer las necesidades de los consumidores. En su intento puede ganar o perder.
En términos de bienestar económico lo que va a suceder es que al cerrar la economía la oferta de bienes será menor, con lo cual los productos locales serán más caros, o de peor calidad o ambas cosas a la vez. Si no hay competencia, no hay razón por la cual esforzarse en ofrecer el mejor producto al precio más bajo. Esto significará que la gente, con su ingreso, podrá comprar menos bienes, lo que implica que disminuirá la calidad de vida de los consumidores. La medida de restringir las importaciones es altamente regresiva porque castiga con mayor intensidad a los consumidores de menores ingresos, quienes además de pagar el impuesto inflacionario tendrán que aceptar productos de menor calidad y a precios más altos. ¿Por qué a los de menores ingresos? Porque muchos bienes de consumo que se importan son consumidos por los sectores de menores ingresos.
En definitiva, por tratar de salvarse como sea, el gobierno está dispuesto a postergar a los consumidores y, cuando comiencen las protestas, lo más probable es que busquen algún chivo expiatorio a quien echarle la culpa.
A no engañarse con el discurso oficial. Esta no es una medida para defender los puestos de trabajo y la producción local, esta es una medida para postergar el fracaso del famoso modelo esperando que la suerte les siga financiando las inconsistencias del famoso modelo, que a esta altura de partido podría llamarse de exclusión social y degradación de la Argentina, porque lejos está el modelo de poder atraer inversiones que generen más puestos de trabajo y mejores salarios. Esa es la forma de defender el trabajo argentino, creando reglas de juego que mejoren la productividad de la economía vía mayores inversiones que se traduzcan en mayores salarios y demanda laboral.
Cristina Fernández ha decidió nombrar a una suerte de dictador de la economía que decide quién vive y quien muere, y esa decisión la tomará, no en beneficio del pueblo argentino sino de un gobierno que lo único que privilegia es el poder que puede acumular. Si la gente tiene que comprar más caro y de peor calidad, no importa. Lo que importa es que el gobierno estire la inconsistencia del modelo porque éste debe subordinarse a las necesidades de poder hegemónico.
Un simple ejemplo bastará para advertir como el gobierno subordina el bienestar de la gente a sus necesidades políticas. Hoy día hay fuertes restricciones a la compra de divisas. Pregunta: ¿por qué una persona que con el fruto de su trabajo no puede comprar dólares si así lo desea? Porque la calidad de la moneda argentina es muy baja. Se derrite por efecto de la inflación. Respuesta del gobierno: no los dejó comprar dólares con el fruto de su trabajo porque eso dejaría al descubierto la mala calidad de la moneda que imprime el Estado argentino. Como las importaciones se pagan con divisas, entonces el gobierno decidió que la gente se quede en pesos, limitar la compra de divisas para la compra de bienes importados y someter a la gente a un doble apriete: te obligó a quedarte con los pesos de mala calidad y, además, comprás bienes locales porque si compras productos importados vas a tener que comprar dólares y si comprás dólares me generás un problema cambiario que atenta contra mi proyecto hegemónico. Así que yo, El Supremo, voy a decidir qué podés y qué no podés hacer con el fruto de tu trabajo. Así de fácil.