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domingo 6 de noviembre de 2011

Corrida cambiaria = rebelión fiscal

La compra de dólares por parte de la gente no es otra cosa que el intento por defenderse del impuesto inflacionario. Dado que el Estado aumenta la tasa del impuesto inflacionario, la compra de dólares puede asimilarse a una rebelión fiscal contra el impuesto inflacionario.

En la década del 70 Arthur Laffer dibujo sobre una servilleta una curva que luego fue conocida como la curva de Laffer. En ese almuerzo intentaba convencer al jefe de gabinete del entonces presidente Gerald Ford sobre la conveniencia de bajar los impuestos. La idea es que al reducir la carga tributaria la gente tiene más incentivos para pasar al mercado formal, invertir e incrementar sus ingresos.
Veamos una breve explicación de la curva de Laffer. El economista sostiene que si la tasa del impuesto es cero el Estado recauda cero y si aplica una tasa del 100% sobre los ingresos también recauda cero porque la gente no querrá trabajar para transferirle todos sus ingresos al Estado.
Ahora bien, supongamos que el Estado cobra un impuesto del 5% y recauda $ 9. Si cobra el 20% recauda 30 y a medida que va aumentando la carga tributaria irá incrementando sus ingresos impositivos. Pero supongamos que llega a cobrar un impuesto del 50% y recauda 50. Lo que argumenta Laffer es que si el Estado sigue incrementando la tasa del impuesto a, digamos, 60%, recaudará 45 y si continúa subiendo la tasa del impuesto cada vez recaudará menos.
En definitiva, si el Estado aumenta la presión impositiva por encima de un determinado porcentaje comienza a recaudar menos porque el productor marginal desaparece, otros pasan al mercado negro y otros prefieren no ganar más porque el Estado les quita más de lo que reciben por el impuesto (preguntarle a Moyano por el mínimo no imponible de ganancias por el que viene peleando). En definitiva, aumenta el premio por evadir y se produce una especie de rebelión fiscal silenciosa por la cual la gente pierde estímulos para producir y deja de pagar impuestos o bien se pasa al mercado informal.
Si bien Laffer dibujó esta curva para el impuesto a la renta en EE.UU., se me ocurrió que podía aplicarse al impuesto inflacionario.
En efecto, sabemos que la inflación la genera el Estado emitiendo moneda más allá de lo que demanda el mercado. También sabemos que la inflación es un impuesto sobre los activos monetarios (pesos en el bolsillo de la gente y depositados en los bancos). Y sabemos que el impuesto inflacionario es un impuesto no legislado. La tasa del impuesto inflacionario la fija el gobierno o el Banco Central a su antojo.
Ahora bien, la corrida cambiaria que estamos viendo en los últimos meses no es otra cosa que una huída del peso. Y esa huída del peso podemos verla como una suerte de rebelión fiscal por la cual la gente se niega a seguir pagando el impuesto inflacionario. Como el impuesto inflacionario se aplica sobre los pesos que tiene la gente, se saca de encima los pesos y compra dólares sobre los cuales el Estado argentino no puede aplicar el impuesto inflacionario.
Volviendo a la curva de Laffer, podemos imaginar que la tasa del impuesto es la tasa de inflación. Esa tasa de inflación es el impuesto inflacionario que aplica el gobierno. Durante un tiempo puede aplicarlo y recaudar más subiendo la tasa de inflación, pero podríamos decir que la tasa del impuesto inflacionario llegó a un punto en Argentina en que la gente se resiste a pagarla. Es más, no sólo la gente se resiste a pagar el actual impuesto inflacionario, sino que percibe que el Estado le aplicará un impuesto más alto (posible tarifazo, miedo a confiscaciones de activos líquidos, etc.) Por lo tanto podríamos pensar que todo incremento del impuesto inflacionario está destinado a generar mayor rebelión fiscal que se traduce en más compra de dólares.
¿Cómo ha enfrentado el gobierno esta rebelión fiscal contra el impuesto inflacionario? Estableciendo un corralito cambiario para que la gente no pueda defenderse del impuesto inflacionario. Esa medida fue letal, porque el mensaje que le enviaron a la gente fue que el gobierno le va a poner todas las trabas posibles para que se quede en pesos y pague el impuesto inflacionario.
¿Qué hace la gente frente a esta persecución del Estado por forzarla a pagar el impuesto inflacionario? Unos se stockean de mercaderías para quitarse los pesos de encima acelerando el proceso inflacionario (la gente ofrece más moneda y demanda más bienes) y otros se refugian en el dólar. Es más, al ponerle trabas a la compra de dólares es muy probable que la gente acelere la compra de esa moneda en el mercado marginal antes que siga subiendo.
¿Puede el gobierno frenar este proceso? Mi impresión es que es muy difícil que lo logre. El problema es que hoy día el sistema monetario internacional, y el argentino en particular, está basado en el patrón aire. Esto quiere decir que el respaldo que tiene el peso depende de la calidad institucional que impere en la economía. Si no hay respeto por los derechos de propiedad, el Banco Central emite al 40% anual, el Estado tiene fuertes inclinaciones confiscatorias e intervencionistas, hay déficit fiscal y desborde del gasto público, la calidad institucional que respalda los pesos tiende a cero. O, si se prefiere, podemos decir que la gente no confía en los pesos que emite el gobierno porque no confía en su política económica por más que pocos días atrás lo haya votado en las urnas.
Para revertir la actual situación el gobierno debería transformarse en creíble desde el punto de vista de las reglas de juego. Sin embargo se empeña en profundizar el modelo que no es otro cosa que más populismo y más manotazos a los activos privados. Si el gobierno no genera confianza la gente seguirá huyendo del peso refugiándose en el dólar. Continuará la rebelión fiscal contra el impuesto inflacionario actual y futuro porque la gente espera que le cobren más impuesto inflacionario.
La semana pasada el gobierno dio muestras de su incapacidad para generar confianza. Justo en el mismo momento en que arreciaba la fuga de capitales estableció un corralito cambiario enviando la señal que cada vez será más difícil comprar dólares. Acentuó la desconfianza. Pero a ese corralito le agregó un anuncio de eliminación de subsidios que es un mensaje de que puede haber un tarifazo para reducir los gastos estatales. Es decir, en el momento en que la gente se rebela contra el impuesto inflacionario, envía la señal que el mismo puede aumentar. Ante esta perspectiva, lo lógico es que la gente aumente su rebelión fiscal contra la inflación y compre más dólares y comience a retirar su dinero de los bancos. Compro antes que suba en el mercado marginal y me saco los pesos de encima antes que me apliquen un mayor impuesto inflacionario o tenga que pedirle un permiso al Estado para retirar mi plata del banco.
Pregunta, ¿qué tasa de interés compensa hoy el riesgo del impuesto inflacionario o el miedo a eventuales manotazos que pueda aplicar el gobierno? No es que en las líneas anteriores pretenda generar pánico. Solo describo la actitud de un gobierno que por su accionar se ha ganado la desconfianza de la gente. No son estas líneas las que generan pánico, es el gobierno el que genera pánico en la gente con sus arbitrariedades y escaso respeto por los derechos de propiedad.
Los economistas defensores del gobierno, haciendo gala de una gran precariedad de conocimientos económicos o bien hablan demagógicamente, argumentan que no puede ser posible que la gente quiera tener al dólar como moneda. Ningún economista serio puede confundir la moneda con un símbolo patrio. La moneda es una mercadería más que para ser aceptada como tal por la gente tiene que cumplir ciertos requisitos como ser ampliamente aceptada como medio de intercambio y reserva de valor. Los pesos actuales son solo vales para hacer transacciones de corto plazo pero no sirven como reserva de valor. De manera que  más que enojarse porque la gente quiere dólares, el gobierno debería preguntarse porque la gente no quiere pesos.
En el siglo XVI Thomas Gresham, un comerciante y financista inglés, había advertido que la gente prefería pagar con la moneda más débil cuando hacía una transacción y ahorrar o conservar la más fuerte. Así nació lo que se conoce como la ley de Gresham que dice que la mala moneda desplaza del mercado a la buena moneda. Luego Hayek perfeccionó este razonamiento y sostuvo, en su libro Desregulación de la Moneda, que la ley de Gresham se da solo cuando ambas clases de moneda tienen que ser intercambiadas a un tipo de cambio previamente establecido por el Estado y una de ellas tiene curso forzoso.
Alguien en el gobierno debería repasar algún manual de economía y releer la ley de Gresham porque en Argentina está pasando exactamente eso y bajo las condiciones anotadas por Hayek. El peso es de curso forzoso y además el gobierno pretende imponer un tipo de cambio que la gente percibe como barato.
Mientras el gobierno se siga enojando porque la gente compra dólares y no se pregunte por qué no quiere los pesos, posiblemente asistamos a una profundización de la rebelión fiscal contra el impuesto inflacionario con el riesgo de trasladar el problema hacia otros sectores muy sensibles de la economía.