Cristina se asoma con cierto desdén a su propio futuro
“Cuando se combinan los efectos de la tensión decisoria con una sobrecarga sensorial y cognoscitiva, se producen variadas formas de inadaptación individual. Una respuesta común a la gran velocidad del cambio, es una negativa lisa y llana, para bloquear inmediatamente cualquier realidad inoportuna” (Alvin Toffler)
¡Qué duda cabe que a nuestra Presidente le cabe la reflexión de Toffler como “anillo al dedo”!
Las personas que suelen negar la realidad –por soberbia, motivos psicológicos insalvables, o lo que fuera-, suelen considerar que los cambios que se presentan en su vida son siempre “superficiales” y de tal manera modifican solo algunos aspectos de sus estrategias equivocadas tratando de sortear el “chubasco”, convencidas que, tarde o temprano, cuanto más cambien las cosas, más seguirán siendo las mismas para ellos.
Esta actitud genera en muchas personas la simiente de su propia catástrofe, porque cuando comprueban que los nuevos acontecimientos han llegado para quedarse, el choque con esta realidad aumenta la posibilidad de desatar en ellos una crisis vital de consecuencias imprevisibles.
No estamos de acuerdo con lo que dicen quienes sostienen que Cristina comprende que le han “picado el boleto”. Por lo contrario, fiel a su estirpe soberbia y despreciativa por todo lo que la rodea (y que no haya sido concebido por su mente “excelsa”), se ha recluido en sus aposentos para mirar la tormenta en soledad.
Hay ciertas “enfermedades del alma” que en algunas personas no tienen cura. Son personas que no aceptan ni “digieren” los cambios que puedan poner en jaque las pruebas irrefutables de sus “sentidos alterados” y juegan habitualmente a la “carta perdedora” sin apercibirse de ello.
La visión de Cristina sobre la sociedad ha sido siempre absolutamente regresiva, por lo que sigue aferrada a ciertas “glorias” del pasado (que nunca existieron en realidad), que hoy podrían definirse como una nostálgica mirada a un mundo imaginario, inadecuado y totalmente divorciado de la naturaleza esencial de las cosas.
Aún desesperada, sigue siendo dogmática y resiste los cambios que se han producido “fuera de su campo visual” –por haber vivido absorta en cuestiones “fundacionales”-, mientras aparece imprevistamente ante sus ojos un mundo que siempre estuvo ahí mientras ella, fascinada consigo misma, saltaba de micrófono en micrófono parloteando sobre realidades inexistentes.
“Cuanto más niega el individuo, más automáticamente vuelve a los hábitos y políticas del pasado, más simplifica desesperadamente todo, más inadecuadas son sus reacciones a la novedad y a las opciones que llueven sobre su vida y tanto más errático e inestable es su comportamiento” asegura Toffler.
La apatía y la mirada algo perdida que exhibe la Presidente en estos días, no debe engañarnos. Por dentro sigue creyendo que lo que le está ocurriendo a ella, que se considera a sí misma como la reina del “glamour” político, es que debe afrontar un leve chaparrón de verano.
Mientras tanto, la vemos “distribuir” sus preferencias en forma inorgánica y “graciosa” entre funcionarios que la seguían sin chistar cuando sus órdenes no se discutían. En este momento, cada uno de ellos “interpreta” una partitura que “puede ser una cosa, pero también la otra”.
Hay que prepararse para el daño que terminará produciéndose en el ánimo de Cristina cuando compruebe, amargamente, que la llovizna es en realidad una tormenta y que deberá salir de su encierro para buscar un refugio más seguro.
De algún modo, estamos seguros que ella piensa internamente que quienes la rodean “se han vuelto locos” de alguna manera, porque no entienden que su fe está basada en una convicción que ella siente no fallará: “cuando pase el invierno, estaremos todos como entonces”.
La República está perdiendo a su indeseado timonel y alguien tendrá que hacerse cargo de su aislamiento y negación, que le cierra al gobierno la posibilidad de encontrar una puerta de salida “decorosa”.
Eso es lo que ocurre. Todo lo demás pertenece al mundo de los eufemismos. Esa droga a la que recurrimos con frecuencia los seres humanos para aludir a lo que no queremos afrontar.
Muy probablemente, el 27 de octubre sobrevendrá el segundo “sopapo” y ese sí desatará un cataclismo de imprevisibles consecuencias. Será la confirmación de que las PASO no fueron un simple pasatiempo para gente distraída, como las encuestas de opinión pública ya lo confirman.