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lunes 10 de agosto de 2009

Cuando el silencio es sinónimo de muertos

¿Cuál será la reacción de la sociedad y de la oposición tras el llamado de alerta sobre el aumento de la pobreza en la Argentina?

Eduardo Duhalde, en un reportaje publicado en un matutino porteño, afirmó que “este gobierno tiene fecha de vencimiento”. Sin embargo, está visto que hay muchos “vencidos” que siguen latentes en el escenario político. Son las peculiaridades de la política argentina. Cualquiera puede regresar sin que nadie se asombre demasiado ya.

La crisis política no es menor que la económica. La decadencia institucional forjó esta relación de fuerzas donde se debate la madre de todas las batallas: todos contra todos. A esta altura de las circunstancias, no es factible hallar unidad de criterios y principios férreos en ningún movimiento político. Oposición y oficialismo, de algún modo, se asemejan en la debilidad y en las contradicciones que presentan.

Todo cuanto ocurre sigue, sin embargo, siendo funcional al exiguo poder que le queda a Néstor Kirchner. Puede decirse sin equívoco que es un perdedor entre perdedores aunque no se asuma esa realidad entre quienes consiguieron mayor caudal de votos en la última contienda electoral.

Hoy por hoy, la Argentina carece de una dirigencia eficaz. Apenas si posee individualidades que intentan, en el mejor de los casos, interferir en el caos con alguna declaración que no pase inadvertida. Buscan ver sus nombres en ‘negrita’. No pueden o no parecen pretender más. El divorcio entre sociedad y la política no admite más mediaciones ni medias tintas. La gente va por un lado y los políticos marchan por otra vereda. La representación es una quimera.

No hay esbozo alguno de políticas de Estado capaces de enmendar la desidia que impera. Los planes y proyectos que se barajaban en tiempo electoral siguen sin hallar factibilidad y las internas entre quienes vociferaban poder subsanar las heridas de una sociedad diezmada terminan colapsando ante las ambiciones individuales de quienes no logran ver el todo y buscan afianzarse en alguna de las partes como única estrategia.

La falta de respuestas los aleja. El silencio de quienes deben asumir bancas el próximo diciembre se torna queja. Confiaron en el diálogo y fracasaron. Le regalaron tiempo en vano a un gobierno maltratado por su propia soberbia. Apostar al cambio no es malo, lo malo es fallarles a los ciudadanos. Y están fallando.

Que en la Argentina la pobreza sea tema por declaraciones del Santo Padre resulta o debería resultar una afrenta para esa dirigencia. De la noche a la mañana, los políticos descubrieron la indigencia y un mundo de carencias que se extiende sin pausa y con prisa. De nada sirve detenerse en las cifras. Es hora de políticas que enmienden lo que ocurre con urgencia, y hasta ahora nadie ha esbozado una frase con cierta lógica que presagie verdaderas respuestas. Siguen en un autismo peligroso debatiendo quién tiene más chances para ocupar la presidencia en el 2011. Mientras tanto que haya chicos sin techo y sin comida.

Al menos, esta porfía demuestra que no hay ni un atisbo de conducta golpista en la Argentina. Si los Kirchner no se quedaran donde están, surfeando las olas como han venido haciéndolo hasta ahora, el panorama para la llamada oposición se tornaría complejo en demasía.

Ninguno de quienes aspiran a dirigir el país puede pasar hoy de la aspiración. No están preparados para tamaño desafío. Buscan, por las dudas, consensos sin éxito. Creer que un dirigente que evade una reunión por miedo al “escrache” puede gobernar un país es un dislate por más buena imagen que arroje su nombre en los sondeos o en las encuestas. Pretender ocupar un sillón en Balcarce 50 cuando los tiempos de reacción los halló en Miami o en cualquier otro punto alejado de su electorado no cierra.

La misma necesidad de descanso tienen los ciudadanos, muchos de los cuales, pese al intenso trabajo cotidiano, no pueden ausentarse ni un par de días, y también la gente siente la asfixia.

En este incordio que es hoy la Argentina, los únicos que siguen maniobrando la política a su antojo son los Kirchner. Quien tenga una explicación o exégesis válida para que así suceda es un prestidigitador de primera. No hay forma de analizar que los caprichos de un matrimonio mantengan en ascuas el futuro, cuando además el déficit se presagia y el Parlamento jaquea.

El Congreso, que se supone renacido, todavía no logra imponer un resultado objetivo. Las tarifas, las retenciones, los superpoderes y las 1.900 leyes que involucran las facultades delegadas de las que tanto se habla no terminan de hallar un contrapeso de envergadura. Se disipan, se demoran. Es posible que se debatan horas y horas pero de allí a una solución concreta no se llega.

Mientras eso pasa, Néstor Kirchner sigue haciendo y deshaciendo a sus anchas. De pronto, como chico con juguete nuevo, encuentra en el fútbol otra forma de venganza. Se hace de ella, y lo que resta es apenas una tibia crítica que no le impide avanzar en esa nueva afrenta cuyo costo ha de pagarlo el pueblo todo. A su vez, un tema popular viene a cubrir otro mucho más violento y sustancial: el de la pobreza. Así, las palabras de su Santidad pasarán como pasa todo en esta geografía.

No cabe duda de que la acumulación de errores y la desfachatez que irradia el matrimonio se convertirán, antes o después, en una sentencia de muerte para el poder que detentan. Hasta ahora sólo poseen una certeza: en el 2011 no tendrán lo que tienen ahora. Lo que no se comprende es la aceptación casi ciega que sigue haciendo de todo lo que acontece en su contra la propia ciudadanía. Se le avasallan sus derechos día a día, le vacían sus arcas con maniobras arteras, le dilapidan proyectos y sueños y, aun así, el silencio es extremo. No reaccionan.

Escuchan como quien oye llover que destinarán equis millones de pesos para que haya fútbol apenas horas después que se revelara lo que tampoco era secreto: que miles de niños sufren desnutrición, maltrato y falta de abrigo. Para ello no hay una cifra inmediata que sacie aunque más no sea las necesidades básicas. Ni siquiera la hay como demagogia barata.

La Presidente atiende otros asuntos: si Zelaya vuelve o no a Honduras, si su marido puede dirigir el UNASUR, si Estados Unidos tiene habilitación para sus bases militares en la región. No ha esbozado palabra alguna sobre el “escándalo” de la pobreza. Menos todavía salió un ministro o un funcionario cualquiera sea a explicar cómo se menguará tanto sufrimiento en la Argentina. Proyectan planes de empleo, pero sin inversión el empleo no llega. En consecuencia, esta semana venderán otra mentira y ya son demasiadas…

Ahora bien, si un pueblo puede aceptar esa indiferencia, a sabiendas de las víctimas que arroja día tras día, y hasta se envilece con más fuerza por un vil impuesto a la tecnología, la muerte le ganó la partida aunque respire todavía. Si el silencio sobreviene a la polémica que desató el “descubrimiento” de tantos argentinos sin pan en la mesa, la salida de la crisis es una utopía por más que en diciembre cambien, en un recinto, las figuritas. © www.economiaparatodos.com.ar

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