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lunes 14 de febrero de 2011

De culpas y culpables

La politización de la Justicia acarrea insensateces de todos lados y como ninguno es impoluto cada vez se hace más difícil saber quién es más villano.

Nuevamente el escenario político se transforma en un circo donde héroes y villanos pueden intercambiar roles sin que se adviertan grandes diferencias. Asoman “próceres” vivados por agremiados como si fueran Quijotes cuando, en rigor, no son más que actores de una realidad que deja mucho que desear.

Como sucediera un año atrás con Martín Redrado, de la noche a la mañana, personajes con pasados complicados terminan siendo aclamados por el simple hecho de desafiar al gobierno. Y es que el gobierno se está excediendo una vez más en los límites que debiera respetar. La politización de la justicia acarrea insensateces de todos lados.

Hay operativos jurídicos que terminan siendo un fiasco, y sólo ameritan ser contemplados como puestas en escena de estrategias proselitistas efímeras. A esta altura de los acontecimientos basta con conocer el nombre del juez para darse cuenta si la causa que está en sus manos puede o no tener resolución concreta, acorde a la Justicia sin vueltas.

¿Qué pasó con los nietos de Ernestina Herrero de Noble por ejemplo? ¿Quién desligó de responsabilidades a Luis D’Elía por la toma de una comisaría? ¿Por qué Héctor Capaccioli con más de un procesamiento sigue suelto? ¿Dónde está Ricardo Jaime, sus aviones y yates?

En definitiva, hay quienes mientras permanezca esta administración no serán culpables por más que se los halle armados enfrentados a un cadáver y con las pruebas de parafina dando positivas. Las rejas están para otros metieres ajenos al reducido ‘harem’ kirchnerista. Si acaso un policía se arma para evitar un saqueo a un vagón de carga quedará detenido sin que se contemple el contexto de los hechos, mas no se puede esperar -por el momento- que un político oficialista quede preso por más que sea evidente y hasta se pruebe su enriquecimiento ilícito, el cohecho, o la estafa sin eufemismos.

En esas circunstancias es donde perece la república y la democracia. Ante situaciones como las mencionadas es donde se pierde la presunción de inocencia y cualquiera puede ser idolatrado si se lo compara con aquel otro encargado de juzgarlo.

Enemigos declarados se transforman en cuestión de horas, en incondicionales aliados. El refrán hace mella: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. El miedo no es tonto y más vale prevenir que curar. Hugo Moyano lo sabe por experiencia.

Si se hace una encuesta para definir quién es verdaderamente el mentado Gerónimo “Momo” Venegas, el desconocimiento del sindicalista será proporcional a las tapas de medios que se ocuparon de su detención. Y es que el hombre podrá tener en su haber asuntos poco claros, pero de ahí a que sean los máximos exponentes de la corrupción quienes se encarguen de encarcelarlo hay un trecho que no lo soporta ni el más avieso de los magistrados. Y así estamos…

No somos todos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. La culpabilidad por pensar condena, máxime si el pensamiento no se ajusta a los desvaríos del gobierno. Sin embargo, hace ocho años que estamos conviviendo con esos preceptos y hasta la fecha muy pocos se atrevieron a declararlo. “Nunca es tarde cuando la dicha es buena”, en ese sentido se explica quizás que Venegas haya surgido como líder indiscutido. Las consecuencias de un allanamiento al cual llegan antes las cámaras de ciertos canales que los mismísimos oficiales encargados, tira por la borda la credibilidad del sistema.

Hay, además cierto hartazgo, no demasiado. La costumbre ciega y es muy poco lo que vemos, y menos todavía somos los que observamos. Lo que sigue en esta etapa de definiciones preelectorales es casi obvio aunque se presente como novedoso: las “milanesas para todos” emulan a los lavarropas, las bicicletas, los créditos para inquilinos, o el fútbol “gratuito”…

Para “todos” serán los próximos anuncios, pero las especulaciones, finalmente, serán la vedette de estos meses.

Maniobras distractivas a granel entonaran el escenario: desde búsquedas de huesos con desparramo de agentes, debates ajenos al común de la gente como ser el de las “colectoras”, hasta parodias de inauguraciones en todos los rincones. La pregunta que no se sacia, pese a la maraña de propaganda y marketing con fondos suficientes repartidos discrecionalmente, es aquella que trata de dilucidar dónde está el éxito de una gestión que después de 8 años admite la desnutrición, la mortalidad infantil, el colapso de viviendas, la inseguridad y la inflación (aún cuando se la tilde de sensación, reacomodamiento o dispersión…)

En rigor, podría preguntarse ¿dónde está la Argentina? Porque, en definitiva, no está en la buena reputación del país en el exterior donde se sabe con certeza que lastima, cómo y quién reina en esta geografía. Posiblemente se pueda aventurar el estado en que nos hallamos observando las giras de Cristina, como las últimas que realizó a países orientales donde la autocracia es la regla y la opresión la metodología.

¿Para qué vendría Barak Obama a la Argentina? Corre el riesgo de que su avión sea revistado como aquel de Air Force que traía las armas lógicas para un ejercicio conjunto entre las Fuerzas Armadas americanas y las locales, aprobado previamente por el Congreso de la Nación pero del cuál parece que no estaban siquiera al tanto las autoridades. En lo que a papelones respecta está claro: nadie nos gana ni supera.

En síntesis, en la anomia y el disparate reinante es difícil discernir cómo sigue la historia. Todo parece colapsar pero nada cambia sustancialmente. Los más optimistas creen que es demasiado pronto para pretender vislumbrar un cambio real. “Hasta Octubre faltan siete meses”- sostienen. Otros creen que la paciencia de los argentinos es mucho mayor a la de los egipcios, y la idiotez del pueblo es el fiel reflejo de sus dirigentes…

Mientras ambos grupos se debaten lo que vendrá, el peronismo indefinido continúa hundiendo el barco. Pretenden diferenciarse entre buenos y malos aunque la definición más cabal la diera Jorge Luis Borges tiempo atrás: incorregibles. Y la necesidad más acuciante frente a la próxima elección radica justamente en hallar la corrección a un rumbo de colisión hasta ahora indefectible. © www.economiaparatodos.com.ar

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