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jueves 31 de mayo de 2007

De Daniel Ortega a Ségolène Royal

Un repaso de los últimos acontecimientos políticos en América Latina, Europa y Asia.

¿Quo vadis, Daniel Ortega?

Como ha venido ocurriendo con todos los gobiernos de la región enrolados en la “ola bolivariana” de naturaleza populista-socialista que lidera la oligarquía militar conducida por Hugo Chávez, también Daniel Ortega –el actual presidente de Nicaragua, electo en noviembre del año pasado– parece haber comenzado a “quitarse la careta”.

En efecto, Ortega –a quien se ve cada vez más frecuentemente con el puño izquierdo en alto– acaba de restablecer relaciones diplomáticas con Corea del Norte, la peligrosa nación que alguna vez fue una importante proveedora de armas y municiones de la Revolución Popular Sandinista, en icaragua.

Así lo anunció –ufano– el propio Ortega, hace un par de semanas, en un acto político celebrado en Niquinomo, la pequeña población en la que nació Augusto César Sandino, advirtiendo –sin mayores tapujos– que esto supone comenzar a colaborar bilateralmente “en todos los campos”, con intensidad.

En la década de los ochenta, Corea del Norte (uno de los países cuyo propio pueblo está entre los más postergados del mundo en materia socioeconómica, a punto tal que sufre permanentes hambrunas) no sólo asesoraba militarmente a Nicaragua, sino que le proveía de armas, medicinas y acero.

El nuevo embajador de Corea del Norte en Managua, Jae Myong So, ya se ha acreditado en su destino, en una pomposa ceremonia en la que participó el vicecanciller del “país ermitaño”, Kim Hyong Jun.

La rápida reanudación de las relaciones diplomáticas con Corea del Norte se inscribe en un marco de intensificación de los vínculos de Nicaragua con Venezuela, Cuba e Irán. Por aquello de “dime con quién andas”, sumado al lamentable pasado del propio Ortega, ésta es una señal que no puede pasar inadvertida. Más allá –ciertamente– de las habituales cortinas de humo que (a la manera de todos los gobiernos que militan en la izquierda radical) levanta Ortega para tratar de sugerir que es un moderado que ha cambiado su visión del mundo. No parece ser así. Ni Irán, ni Corea del Norte, transmiten moderación. El dictador Chávez, menos todavía. En poco tiempo, me temo, volveremos, lector, sobre todo esto.

A lo antedicho se suma (como también es habitual en la izquierda radical, desde que algo similar sucede en Bolivia y en la propia Venezuela) el anuncio de la puesta en marcha de un nuevo programa de alfabetización para los nicaragüenses. Bautizado como “Campaña de Alfabetización José Martí”, sigue a la conocida “Cruzada contra la Oscurana” (“oscurana” es, para los nicaragüenses, sinónimo de ignorancia) que Cuba llevó a cabo en los ochenta en Nicaragua, en tiempos del sandinismo revolucionario.

La medida fue –naturalmente– anunciada en Cuba, que conducirá el programa. Por su parte, Venezuela lo financiará. Tal como ocurre en Bolivia. La iniciativa incluye la provisión de cientos de televisores, útiles y mochilas y la tarea de centenares de asesores, quienes se encargarán de que, además de la lectura, se trasmita a todos los educandos la visión del marxismo y sus resentimientos, que conforman el denominador común de la revolución a la que se denomina “socialismo del siglo XXI”, rótulo que –como es evidente en los casos de Cuba y Venezuela– es tan sólo un disfraz para las dictaduras que se apoderan del poder, presuntamente en nombre de la dignidad, pero postergan en los hechos a la gente y la condenan a tener que vivir sin libertades, sumida en el atraso. Quien no lo crea, visite a Cuba.

Matrimonios políticos: desavenencias entre Ségolène Royal y su pareja

Ségolène Royal, la publicitada figura del socialismo francés que acaba de ser derrotada por Nicolás Sarkozy en los recientes comicios presidenciales del país galo, parece estar atravesando una etapa complicada en la relación con su pareja de muchos años: Francois Hollande, quien, por lo demás, acaba de hacer pública su intención de abandonar el año próximo el liderazgo del socialismo francés. Hollande tomaría, de este modo, distancia de los anuncios de Ségolène, quien procura afianzarse como la líder natural de esa fuerza política con el objetivo de asegurarse poder volver a competir por la primera magistratura de su país en la próxima instancia electoral.

Pese a que “del dicho al hecho hay mucho trecho”, el anuncio referido pareciera exteriorizar las complicadas relaciones que aparentemente existen, desde hace rato, entre quienes componen uno de esos matrimonios políticos, de terrible mal gusto, que han crecido en el escenario político moderno, incluyendo ciertamente el nuestro con el vernáculo dúo conformado por Néstor y Cristina.

Así lo sugiere un libro reciente escrito, curiosamente, por dos periodistas mujeres del diario de tendencia izquierdista Le Monde, Raphaëlle Bacqué y Ariane Chemin, que lleva el sugestivo título de “La Femme Fatale”.

Según las periodistas, Royal lanzó su candidatura postergando la de su marido (que al liderar el socialismo era el candidato natural de su agrupación) como consecuencia de una desavenencia conyugal. Royal, a la que se describe como una mujer “tremendamente ambiciosa” (hay que poner mucha atención a los paralelos locales), habría protagonizado, a fines del 2005, alguna “ausencia imprevista” que aparentemente fue interpretada por Hollande como una “desaparición sospechosa” y que, de una clásica crisis de pareja, se transformó en una batalla política.

Luego de la derrota, la relación entre ambos líderes socialistas estaría –según las autoras– muy complicada. Royal se fue sin Hollande, pero con sus hijos (el mayor de los cuales, Tomás, habría tomado abiertamente partido por su madre en el enfrentamiento político doméstico), a un hotel cinco estrellas –lo que no deja de ser notable para una dirigente socialista– ubicado sobre la playa en la localidad de Djerba, en el norte de África.

Esto sugiere que los matrimonios políticos (que pueden, según queda visto, ser a veces matrimonios de conveniencia) son peligrosos. Esto es así desde que ellos suponen que las tensiones entre quienes son –a la vez– cónyuges y competidores, y entre ellos y sus hijos, pueden subordinar el manejo de los asuntos públicos a las pasiones y rencores personales, lo que es muy poco recomendable y debiera tenerse seriamente en cuenta.

Para quienes no crean que esto es así, recomiendo leer otros dos libros recientes sobre el principal matrimonio político de nuestros tiempos y que, probablemente, sea el más paradigmático de todos: el que une a Hillary con Bill Clinton. El primero de ellos es el escrito por Carl Bernstein y lleva como título el de “Una mujer a cargo” (“A Woman in Charge”). El segundo es el de dos periodistas del New York Times, Jeff Perth y Don Van Natta Jr., titulado “Su manera: las esperanzas y ambiciones de Hillary Rodham Clinton” (“Her Way: The Hopes and Ambitions of Hillary Rodham Clinton”).

Recordando que Hillary y Bill (como nuestros Néstor y Crisitina) son ambos abogados, todos ellos más bien mediocres como profesionales, las dos obras certifican que existe entre los Clinton un pacto real que los llevará a intentar sucederse el uno al otro en la Casa Blanca.

Ambas obras se refieren a Hillary con adjetivos que podrían quizás utilizarse respecto de nuestra Cristina: dominadora, ambiciosa, complicada, víctima, audaz, paranoica y algunos otros. Creo, no obstante, que el matrimonio político Clinton se distancia significativamente del de los Kirchner por su calidad, sobresaliente en el caso de los norteamericanos y pobre en el de los nuestros. Por esto, seguramente, Hillary no recibirá a Cristina, pese a los esfuerzos, dicen denodados, de su fiel escudero, el cónsul Héctor Timerman. Es que Cristina aparentemente luce demasiado “de izquierda” y eso no cae bien en los Estados Unidos, hoy. Por eso huye Hillary, al menos hasta ahora.

Para completar la reseña de antecedentes comparados, hay también otro matrimonio político con algunas dificultades. Es el de los españoles Rodríguez Zapatero, aunque en éste ella tiene otras ambiciones personales, con candilejas bien diferentes.

Sonsoles Rodríguez Zapatero, en pleno período electoral municipal español, estaba cantando (en el coro, desde luego) en la versión de la ópera “Carmen” que se presenta en el teatro del Chatelet, en París, en busca de sus propios laureles (con una puesta en escena que, por desafiante, ha sido calificada de escandalosa, lo que seguramente estimula a la esposa de Zapatero).

Ante esta circunstancia, los partidarios de Rodríguez Zapatero pusieron el grito en el cielo y lograron su pronto regreso a la campaña, porque ocurre que hoy –con un Rodríguez Zapatero desgastado por sus afinidades ideológicas con la extrema izquierda– el dúo parecería atraer bastante más que el solista, ya que seguramente disimula mejor los muchos tonos desafinados. No obstante, Rodríguez Zapatero (con su Sonsoles y todo) tuvo una horrible “Cancha Rayada” en Madrid, en donde el Partido Popular le propinó una indisimulable paliza, que confirma lo que parece ser el comienzo de su ocaso.

Morales se publicita con el dinero de los demás

El partido opositor boliviano “Podemos” protestó formalmente contra el gobierno de Evo Morales y solicitó que retire la propaganda oficial “Bolivia cambia, Evo cumple” de los medios televisivos. Se trata de una campaña utilizada como telón de fondo de un esfuerzo por aprobar (ahora que el MAS es gobierno y maneja el dinero de la Tesorería) una ley que anule el financiamiento estatal de los partidos políticos.

El “cerebro” de Morales, el vicepresidente Álvaro García Linera, rechazó ese pedido y señaló que con ese aviso, difundido hasta el hartazgo, “no se están pidiendo votos”, por lo que sostuvo que “no hay actividad proselitista”.

Curiosa pauta moral, con la que es fácil estar en total desacuerdo.

En todas partes, los avivados cuecen habas. Allí y aquí, donde las conductas no parecen ser muy diferentes en tiempos de elecciones o fuera de ellos.

Los problemas de la hoja de coca trascienden el marco boliviano

Mientras la hoja de coca podría –increíblemente– llegara a reemplazar al ahora considerado “oligárquico” laurel en el escudo nacional de la nueva Bolivia de Evo Morales, los problemas políticos generados por esta planta de posibilidades alucinógenas han impactado también en Perú y provocado una baja en el gabinete de Alan García.

Se trata de la de José Salazar, producida luego de que este funcionario admitiera haber cometido un error al suscribir alegremente (posiblemente preso de algún influjo populista, de esos que impulsan a decir a todo y a todos que sí, con la ilusión de transformar desaciertos irracionales en votos) un acta en la que se sugería que su país, Perú, abandonara la Convención de Viena de 1961, que penalizó universalmente el consumo de la hoja de coca.

El acta en cuestión había sido firmada, en medio de un clima de euforia (quizás atribuible a la hoja de coca), con líderes campesinos indígenas de la provincia de La Convención (en la región de Cuzco).

Salazar, cabe apuntar, había tenido ya algún antecedente parecido, al ceder a la presión de los pobladores de la zona de Tocache, que se oponen fuertemente a la erradicación de sus sembrados de coca. Débil es la carne, don Salazar.

Como cabía esperar, el poco preparado dirigente “bolivariano” local, el militar Ollanta Humala (derrotado por Alan García, en segunda vuelta, en los últimos comicios nacionales del Perú, pese a la ayuda financiera recibida Hugo Chávez), respaldó rápidamente el contenido de las actas suscriptas por Salazar y agregó la propuesta de que sea el Estado peruano quien compre (es decir, subsidie) todo excedente de coca que supere una “cuota oficial autorizada” de producción. Lo que luce como una receta infalible para multiplicar exponencialmente la producción de la hoja en cuestión, que está lejos de ser inocua, en función de sus usos y derivados.

Todo un tema, pero entre lo que hace Evo Morales y lo que dice Ollanta Humala hay algo que parece haber quedado claro: la definición de qué es lo que el “bolivarianismo” regional piensa acerca de la producción de la hoja de coca y de sus posibles usos. Y esto, además de populista, es extremadamente peligroso.

La difícil lucha de la mujer en otros rincones del mundo

“Si usted estudia historia –dijo alguna vez Indira Gandhi– descubrirá
que en donde las mujeres han avanzado, el país ha alcanzado
una alta posición entre las naciones y que,
en aquellos lugares en los que ellas permanecieron somnolientas,
el país retrocedió.”

Singh Khushwant, “Las mujeres de la India”, The New York Times Magazine,
13 de  marzo de 1966, página 47 y siguientes.

Como también sucede en China, en la India las infantas mujeres corren un riesgo inicial: el de ser abortadas por sus madres tan pronto como son concebidas.

De acuerdo a la tradición y a algunas costumbres sociales, el hijo varón es quien transmite y perpetúa el linaje familiar. Es también el heredero de las propiedades y quien tiene el deber de cuidar y mantener a sus padres cuando envejecen. Las mujeres, en cambio, suponen para los padres la necesidad de pagar –en su momento– una dote para lograr su matrimonio, lo que está fuera del alcance de muchos.

La referida estructura social india ha impulsado tanto el aborto selectivo de mujeres, como el asesinato de niñas recién nacidas. Según UNICEF, cada año hay unos 2,5 millones de casos en los que una mujer, luego de ser engendrada, no nace o, peor, es simplemente asesinada después de nacer. Por esto, el gobierno indio acaba de adoptar una medida excepcional, que cabe aplaudir: organizará centros que instalarán y atenderán cunas en las calles, en las que los padres podrán abandonar a sus hijas recién nacidas. Esto evitará –presumiblemente– un buen número de los actuales feticidios y asesinatos de niñas.

La ministra de la Mujer y del Desarrollo Infantil, Renuja Chowdhury, acaba de justificar la decisión señalando: “No importa si la medida incentiva el abandono de las niñas, esto es mejor que matarlas”.

Paradójicamente, el avance de la medicina empeoró la situación que comentamos. En efecto, desde 2003, cuando se difundió masivamente la práctica de las ecografías para determinar tempranamente el sexo de las criaturas en gestación y mediante las nuevas técnicas abortivas, muchos empezaron a matar el embrión tan pronto como determinaron que pertenecía a una mujer.

Quizás alguien crea que este tipo de conducta tiene lugar –predominantemente– entre las clases más pobres, donde un hijo varón supone la posibilidad de agregar un trabajador más que pueda contribuir materialmente al sustento de la familia. Sin embargo, esto no es así. Las cifras de los últimos años sugieren que es en los estados más ricos del país, los del norte, donde aparecen, desgraciadamente, los índices más altos de mortandad infantil femenina. El problema es, entonces, cultural y, por ello, difícil de resolver.

Para la India, éste es todo un tema, porque la proporción relativa de nacimientos es hoy de 800 niñas por cada 1.000 niños, lo que seguramente descompensará el equilibrio demográfico entre hombres y mujeres, como ya lo ha hecho la política de “un hijo por matrimonio” que prevaleció por décadas en la vecina China. La situación es general, desde que el declive de la población femenina es ya notorio en el 80% de los distritos del país.

La decisión comentada del gobierno de la India debe aplaudirse porque procura paliar un tipo de violencia social no sólo doloroso, sino cobarde, inhumano y, por ende, repugnante.

Ojalá que tenga éxito y logre revertir una situación que, además de injusta, puede desequilibrar en el futuro la armonía social de un país que parece llamado a ser una potencia, lo que ciertamente sería de lamentar. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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