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jueves 29 de marzo de 2007

De eso… debe volver a hablarse

Debemos involucrarnos en la educación cívica de nuestros hijos y transmitirles la necesidad de comprometerse políticamente y la pasión por formar parte de un proyecto de país.

Todavía recuerdo con algo de nostalgia las palabras que siempre repetía mi madre antes de ir a alguna reunión familiar (en tono preventivo y amenazante hacia mi padre): “No es de buena educación hablar en la mesa de política ni de religión”. Por suerte para mí, nunca le hizo caso.

No había Navidad o cumpleaños familiar en donde no se hablara “acaloradamente” de estos temas. Mis tíos eran peronistas de pura cepa. Papá no se sabía bien qué era, eso sí, todos estábamos seguros de que no era peronista.

Entre grito y grito, de manera apasionada, recorrían distintos aspectos de la historia argentina. De esta manera fui aprendiendo en mi niñez y adolescencia los nombres de los presidentes, gobernadores y diputados de distintos partidos pasados y presentes. Qué tendencia tenía cada diario, qué pensaba determinado escritor y por qué los hombres vinculados a la cultura eran formadores de opinión. Todo era motivo de debate y de sano desacuerdo. Para mí, confieso, un motivo de admiración hacia la familia.

Comunismo, fascismo, liberales, conservadores, radicales, peronistas, militares, golpistas, todos eran nombres afines porque, en esas charlas, se transmitía la necesidad de comprometerse políticamente y la pasión por formar parte de un proyecto de país.

Gracias a esos “desencuentros familiares” comprendí que la política era importante, pero mucho más importante era el compromiso. En el escritorio de mi padre siempre estaban los libros al alcance de todos y muchos de ellos eran de autores políticos. Nunca se me habló de militancia, sin embargo, en mi casa no era bien visto ignorar nombres básicos de la realidad política argentina. En realidad, la ignorancia en general, no era bienvenida.

Hoy, veo a mis hijos tan lejanos a esos tiempos. Es más importante saber quién quedó nominado en la última emisión de Gran Hermano que quiénes son los candidatos que dirigirán el futuro de nuestro país.

Creo que, como adultos, vivimos una apatía política que se refleja en nuestro escepticismo y en nuestra falta de convicciones profundas, especialmente las cívicas. Es impensable que los jóvenes se comprometan con la política (o con algo que se les presente a futuro) si nosotros como padres y como adultos miramos este mundo con desinterés e incredulidad.

Me parece que el mundo todavía puede cambiar, aunque si nosotros no lo creemos difícilmente podamos transmitirlo. Es cierto que nos han engañado mucho y que existen razones sobradas para la incredulidad, pero también es verdad que nuestros hijos van a vivir el mundo que heredan y que el legado que dejemos es nuestra responsabilidad.

Resulta imprescindible que las nuevas generaciones renueven el entusiasmo por un país mejor y que vean, en la participación comprometida, la posibilidad de generar cambios. Esto que todos creemos (mas no vivimos) sólo puede enseñarse desde el testimonio.

En pocos meses tenemos frente a nosotros una oportunidad excelente de motivar a nuestros hijos, especialmente a los que votan por primera vez, mostrándoles que su voto es una responsabilidad cívica que lo compromete con un país mejor. Además de una excusa más que valedera para compartir charlas que no sean imposiciones o negativas.

Un país mejor es una responsabilidad de todos, no es un slogan, es una obligación ciudadana. Los padres, en este sentido, tenemos un deber que cumplir. Teniendo en cuenta que la palabra “patria” deriva de la palabra “padres”, hoy, más que nunca, de patria debe volver a hablarse. © www.economiaparatodos.com.ar

El licenciado Adrián Dall’Asta es director ejecutivo de la Fundación Proyecto Padres (www.proyectopadres.org).

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