Desatinos e impericia en el gobierno
Pocas veces ha existido una acumulación de tantos errores y torpezas como los que resultan del proyecto de modificar las cláusulas de reestructuración de la deuda firmadas en 2005 y 2010, del incumplimiento de la sentencia de un juez americano aceptado por el propio gobierno, de la obstinada negación a negociar, de la aplicación de una absurda ley de terrorismo económico y de las intenciones de sustituir la libre iniciativa privada por las órdenes de un funcionario dotado de una frágil computadora desde una oficina en Capital Federal.
ESPLENDOR DE LA REALIDAD.
En economía -como en otros aspectos de la vida humana- hay cuestiones que no necesitan probarse. De las cuales tenemos una certeza tan clara y manifiesta que nadie puede dudar de ellas. Esas son las evidencias donde resplandece la realidad.
Pues bien, de las peroratas cotidianas del jefe de gabinete y de las deplorables monsergas del ministro de economía, surgen con claridad muchas evidencias.
Una de ellas es la crasa ignorancia del gobierno acerca de la importante función que los precios relativos tienen en el orden social. También el desconocimiento de las posibilidades que el esquema de precios relativos ofrece para que los pobres puedan salir de la miseria, siempre que mantenga su estabilidad. Porque con su adulteración y deformación es casi imposible que pueda servir como escala para el ascenso social.
Vamos a explicar cómo funciona el esquema de precios relativos y porqué es tan valioso.
VALIOSO ANTECEDENTE.
En junio del 794, hace ya 1220 años, se reunió en Frankfurt un Concilio convocado y presidido por el emperador Carlomagno quien propuso tres temas de importancia para la Europa medieval y con efectos perdurables hasta la actualidad.
En el orden del día constaban sólo tres cuestiones: A) Condenar la “Herejía adopcionista” que negaba la encarnación divina de Jesús en el seno de la virgen María.
B) Crear el “Franco” como moneda estable (sobrevivió hasta enero del 2002 en el franco francés y belga y todavía persiste con el franco suizo).
C) Establecer un “Sistema de precios relativos” para todo el imperio romano-germánico que se extendía por Europa.
Como en esa época del siglo VIII, había una multitud de precios, fruto de diferentes monedas y sistemas de medidas en distintos reinos del imperio de Carlomagno, éste decidió ordenarlos. Mediante el Edicto de Frankfurt dispuso impedir los precios especulativos y usuarios. Además enfatizó la responsabilidad de príncipes y señores feudales para que sus vasallos tuviesen una vida digna sin el peligro de morirse de hambre.
Con gran ingenio, Carlomagno fijó precios sin poner precios máximos a ningún artículo. Su astucia lo llevó a crear múltiples escalas de precios relativos mediante un complejo Edicto que establecía un sistema único de pesas y medidas y las equivalencias entre distintos bienes.
En pesas y medidas determinó la pulgada (inch), el pie (foot), la milla (mil pasos), la pinta (para la cerveza), la yarda (una brazada), el quilate (carate), el tonel de sólidos (bushel) y el barrilito de líquidos (galón).
Para las equivalencias de bienes, fijó precios relativos, muchos de los cuales persisten hasta hoy. Por ejemplo, 1 tonel de trigo espelta = 1,33 de cebada = 2 de centeno = 4 de avena = 6 de mijo. También, 1 vaca = 4 cerdos = 6 ovejas = 25 conejos = 48 gallinas. Y así siguiendo, los demás bienes.
De esta manera los súbditos, instruidos o analfabetos, al actuar libremente en distintos mercados del reino, quedaban a cubierto de la usura, fraudes y engaños con precios, pesas y medidas transparentes y bien especificadas. No había lugar para distorsiones ni para la dispersión de precios. En todo caso y por fallas de producción podría haber escasez, pero nunca inflación. Es claro que no se trataba de complejas economías de tráfico sino de rudimentarias economías de consumo, pero el ingenioso sistema funcionó muchísimo tiempo.
EXPLICACIÓN MODERNA.
Desde Carlomagno hasta hoy, han pasado trece siglos. La ciencia económica nos ha brindado explicaciones contundentes sobre los precios relativos. Sin embargo, nuestro despistado gobierno las ignora olímpicamente, tanto cuando emite billetes de papel a troche y moche, como cuando pretende aplicar absurdas leyes de terrorismo económico o imponer el dirigismo económico mediante la ley de abastecimiento, un proyecto trasnochado. Creen poder sustituir la infinita gama de las iniciativas privadas por una limitada planilla Excel manipulada por un secretario de Comercio desde una oficina porteña. Así, con una computadora dirigirían el inmenso océano de precios relativos en que se mueve la moderna economía de tráfico.
Desde el famoso análisis sobre interdependencia de los precios, de Heinrich F. von Stackelberg (1943), la economía moderna nos explica que los precios de los diversos bienes están relacionados mediante un esquema tridimensional similar a un cubo, cuya formación sólo puede ser entendida si somos capaces de comprender el cuadro global de la economía.
Por una parte existen relaciones verticales pero también hay relaciones horizontales y unas decisivas relaciones temporales.
En una economía como la Argentina, donde existen casi 20 millones de productos distintos, desde una sencilla arandela de latón a un complejo aparato de medicina nuclear, esas relaciones se convierten en una matriz de combinaciones. Alcanzan la friolera de 272 billones de precios relativos entrelazados entre sí. Dicha magnitud es imposible de introducir en cualquier computadora porque la capacidad de la planilla Excel se extiende a sólo 16.348 columnas y mucho menos controlarla, porque cambia todos días de hora en hora y con la incesante emisión de billetes de papel se altera alocadamente.
La relación vertical se produce como consecuencia de que los precios de los bienes de consumo dependen del costo de los factores de producción: sueldos, cargas sociales, impuestos, interés del mercado financiero, tarifas de energía y combustibles, costo de insumos y materias primas, servicios de transporte y comunicaciones y precios de los equipos nacionales o importados que componen el capital productivo. Cuando el costo de cualquiera de estos ítems sube, como consecuencia de la emisión irresponsable de billetes, inexorablemente el precio final también sube, pero en forma distorsiva y desordenada.
La relación horizontal de precios surge entre bienes del mismo orden. Puede adoptar una forma proporcionalmente directa o inversa. Aquí se trata de bienes de demanda conjunta (café azúcar o edulcorantes), bienes de demanda rival (vino, cerveza o fernet), bienes de oferta complementaria (carne vacuna, cueros, astas y osamenta) y bienes de oferta competitiva (siembra de trigo, maíz, girasol o soja). Estas vinculaciones pueden ocasionar que el aumento o rebaja del precio de un bien impliquen desplazamientos de la demanda hacia o desde otros bienes que son reemplazables.
La relación temporal de precios se establece entre el precio actual de un equipo productivo con el precio de los bienes que puedan producirse en un futuro probable, hasta que el equipo productivo quede anticuado o fuera de uso. Esta relación temporal se caracteriza por la intervención de la tasa de interés natural. Que es una tasa de interés neutral en el sentido de que no provoca presiones hacia el alza o la baja en los precios. Dicha tasa de interés natural permite calcular el valor actual de una serie de ingresos futuros equilibrando sus costos esperados con los costos presentes. Como se comprenderá en un entorno de inflación incierta es imposible calcular esta relación temporal. Todo lo cual puede conducirnos al éxito de la empresa o al fracaso de su quiebra. Y en este tembladeral, provocado por los desatinos de una gestión pública sin idoneidad ni pericia, es donde están amenazadas directamente todas las empresas que operan en nuestro país, como acaba de suceder hace poco.
Por lo tanto, al destruirse la estabilidad del esquema de Precios Relativos, como consecuencia de la emisión de billetes de papel y de la intromisión distorsiva del Gobierno en los mercados, nadie sabe a ciencia cierta si está bien o mal posicionado en la escala que lo conduce al éxito o al fracaso. Tampoco nadie conoce cuáles otras oportunidades podrían aprovecharse en el proceso de combinación de los factores productivos porque tanto la inflación como el intervencionismo lo modifican a diario en forma sorpresiva, improvisada y caprichosa. Entonces se paraliza la inversión, porque es una apuesta a un futuro tenebroso.
En suma, con la inflación y el intervencionismo contra el mercado tenemos una acumulación de desatinos e impericias que, como dicen el popular refrán español: “CUANDO LOS CIEGOS GUÍAN A LOS COJOS, ¡AY DE LOS QUE VAN TRAS ELLOS!”