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miércoles 24 de julio de 2013

Detroit y la bancarrota del progresismo

Detroit y la bancarrota del progresismo

Detroit es un ejemplo perfecto de la agenda progresista; y ahora está en bancarrota. Más de 50 años de control por parte de los progresistas del gobierno omnipresente y de los líderes sindicales han dejado a la que una vez fue una gran ciudad americana, paralizada y deteriorada.

Detroit es un ejemplo perfecto de la agenda progresista; y ahora está en bancarrota. Más de 50 años de control por parte de los progresistas del gobierno omnipresente y de los líderes sindicales han dejado a la que una vez fue una gran ciudad americana, paralizada y deteriorada.

La semana pasada Detroit se convirtió en la mayor ciudad que se declara en bancarrota en la historia de Estados Unidos. Pocos se sorprendieron, pues la ciudad ha sufrido graves problemas durante muchos años.

El índice de desempleo en Detroit es del 16%, más del doble del promedio nacional. Las escuelas públicas de la ciudad han fracasado, pues sólo un 7% de los alumnos de octavo grado llega a ser competente en lectura. Hace falta alrededor de una hora para que la policía responda a una llamada y la ciudad tiene más de $18,000 millones en pasivos sin financiar. La población de la ciudad ha caído un 25% solamente en la última década, pues cientos de miles de personas han decidido marcharse.

Pero por supuesto eso no ha sido siempre así. Durante décadas, la ciudad de Detroit fue un gran centro industrial. La línea de montaje se perfeccionó aquí y trajo consigo la idea de un estilo de vida para la clase media basado en la industria. Los tanques y aviones fabricados en Detroit ayudaron a hacer de Estados Unidos el arsenal de la democracia. Tras la Segunda Guerra Mundial la ciudad prosperó, produciendo los autos que ayudaron a hacer que el Sueño Americano estuviera al alcance de millones de personas. Y Motown Records produjo la música que definió a una generación, con artistas que siguen siendo tan conocidos como Diana Ross y The Supremes, Marvin Gaye y los Jackson 5.

Muchos de los problemas de Detroit fueron el resultado de una falta de competitividad política. Durante décadas, los demócratas han dominado la alcaldía y ha habido un alcalde demócrata desde 1962. Un gobierno con un único partido se convierte rápidamente en un mal gobierno, presentando un torrente de normativas progresistas, típicas de los estados demócratas, como los acuerdos favorables para los sindicatos públicos. Sin embargo, ahora hay que pagar la factura de décadas de normativas progresistas fallidas.

“Durante décadas, Detroit se sostuvo gracias a los sospechosos habituales de la mala administración fiscal: préstamos inasequibles, planes de subsidios estatales, subidas de impuestos y prórrogas de las pensiones públicas en vez de una reducción del gasto de la ciudad”, explicaron las analistas de la Fundación Heritage Alison Acosta Fraser y Rachel Greszler. “Pero el trágico ciclo de decadencia de Detroit ha llegado a su fin”.

Hay muchas cosas que Washington debería aprender de Detroit. El gobierno federal tiene una asombrosa deuda nacional de más de $17 billones, mayor que toda la economía de Estados Unidos. Fraser y Greszler indican que el futuro gasto federal “será llevado al límite” por los programas de gasto para jubilaciones.

Pero aunque Detroit está en apuros, su estado, Míchigan, ha adoptado una medida positiva. En diciembre se aprobó una ley de Derecho al Trabajo, convirtiéndose en el vigésimo cuarto estado que lo hace. Ésta introducirá competitividad en el mercado laboral y hará que el estado sea un lugar más atractivo tanto para que la gente haga negocios como para los mismos trabajadores.

“Los trabajadores de los estados con leyes de Derecho al Trabajo disfrutan de una crecimiento salarial mayor y, cuando el costo de la vida se introduce en la ecuación, mejores compensaciones que sus homólogos de estados con un sindicalismo obligatorio”, observa Vincent Vernuccio, del Centro Mackinac. Y al reducir el poder de los sindicatos del sector público, la medida debería ayudar a que los gobiernos local y estatal redujeran sus promesas sobre pensiones, que fue lo que al final hundió Detroit.

F. Scott Fitzgerald dijo que no hay segundos actos en la vida americana, pero los americanos de toda condición, ya vivan en estados republicanos o demócratas, esperan que se equivocase. Sin embargo, para que Detroit salga adelante, sus líderes deben comprender primero por qué ha fracasado la ciudad.

La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org. 

Fuente: www.libertad.org