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domingo 5 de mayo de 2013

Devaluar o no devaluar, el dilema de Cristina

Devaluar o no devaluar, el dilema de Cristina

La apuesta del Gobierno va a ser que la explosión se produzca cuando el gobierno ya esté en otras manos

No me refiero a las mini-devaluaciones que viene admitiendo el Gobierno desde hace tres años ni a la gran devaluación espontanea que ha venido sufriendo el Peso en el mercado paralelo del Dólar, totalmente independiente de la voluntad del Gobierno. Sino a un  salto devaluatorio del Peso en el mercado oficial del Dólar que el Gobierno controla desde que restringió severamente la venta de dólares para ahorro y transferencias financieras al exterior, incluidas pagos por regalías, repatriación de capitales y remisión de dividendos.

Las sugerencias de los economistas Kirchneristas y no Kirchneristas que se sienten cómodos con la actual organización del mercado cambiario, van desde un salto devaluatorio que ubique al precio del dólar en 6.50 para algunos, a 7.50 para otros y al nivel en el que está el dólar en el mercado paralelo para los más comprometidos con la teoría del dólar real alto.

En este post voy a explicar porque Cristina no presta atención a estas sugerencias y en uno próximo voy a explicar de qué forma resolvería este dilema un  nuevo Gobierno que quiera velar por el futuro del país.

Cristina no presta atención a estas sugerencias porque teme que un salto devaluatorio termine provocando un “Rodrigazo”. ¿Se equivoca? No, porque un gobierno que ha dejado absolutamente de lado a la política monetaria como herramienta inflacionaria y quiere evitar a toda costa un enfriamiento adicional del nivel de actividad económica, no pude evitar que un salto devaluatorio termine provocando una explosión inflacionaria. Sólo acompañando a alguna de estas dos decisiones con una fuerte política monetaria anti-inflacionaria podría llegar a evitar este resultado. Pero ello significaría permitir que en el sistema bancario las tasas a pagar por los depósitos sean positivas en términos reales, es decir se ubiquen por arriba de la inflación esperada y del ritmo devaluatorio. Algo que el gobierno ha jurado no permitir jamás.

Estoy seguro que, además, cualquiera sea el nivel que vaya alcanzando el precio del dólar en el mercado oficial, la brecha con el precio en el mercado paralelo, lejos de achicarse, se agrandaría. Lo hemos visto en Venezuela en todos los casos en que ese país aplicó un salto devaluatorio y lo hemos visto muchas veces  también en nuestro país cuando teníamos dos mercados cambiarios. Esto ocurre porque existiendo restricciones para operar en el mercado oficial y una política monetaria pasiva, la devaluación en el mercado oficial confirma y multiplica las expectativas devaluatorias que ya se habían manifestado en el mercado paralelo.

La existencia de inflación reprimida y fuerte déficit fiscal vinculado a la necesidad de financiar los servicios públicos con tarifas congeladas y de cubrir el déficit energético, acentúa el riesgo de espiralización de la inflación, porque el Gobierno no podría dejar de acompañar la devaluación con un tarifazo de al menos la misma magnitud. De no hacerlo, el déficit por subsidios se multiplicaría y con ella la emisión monetaria. Es impensable que ante semejante devaluación y tarifazo los sindicatos no soliciten aumentos de los salarios nominales en la misma proporción. Esto es, ni más ni menos, la descripción del Rodrigazo.

Muchos argumentan que la posibilidad del Gobierno de postergar la devaluación tiene como límite la disponibilidad de reservas y que no podrá mantener las políticas actuales si las reservas se reducen a un umbral peligroso. Es cierto, pero ese límite puede ser alejado en el tiempo. El gobierno podrá apelar a suspender el pago de servicios de la deuda externa, usando como excusa lo que va a resolver la Cámara de apelaciones de Nueva York y, en caso extremo, a expropiar (sin pago inmediato del precio, como ya lo hizo con YPF) a las empresas mineras que ya están en la etapa de generar fuertes flujos de fondos positivos en moneda extranjera porque han terminado la etapa de la inversión. La izquierda, aunque hoy se dice anti-Kirchnerista, apoyaría y daría argumentos a esta decisión. La gente sensata denunciaría que se trata de una estrategia chavista que nos aísla aún más del mundo, pero no creo que estas críticas logren frenar a Cristina.

La apuesta del Gobierno va a ser que la explosión se produzca cuando el gobierno ya esté en otras manos. Si se trata del cambio de Gobierno que seguramente sobrevendrá después de las elecciones presidenciales de 2015, el discurso oficial será que la explosión fue el resultado de que la gente no haya votado por la continuidad de Cristina. Si la explosión se anticipara, cuando el Gobierno la advierta inminente, organizará un auto golpe y acusará a la oposición, a los mercados y a la “sinarquía”  internacional de haberla sacado del Poder. Los Kirchneristas argumentarán que la explosión fue la consecuencia de ese golpe y comenzarán a trabajar para volver al poder luego del fracaso del Gobierno que soportó la explosión. Si se saldrán con la suya, no lo sé; pero que lo intentarán, no me cabe la menor duda.

Fuente: http://www.cavallo.com.ar/