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jueves 6 de junio de 2013

Diez años de buena política pero mala economía

Diez años de buena política pero mala economía

En su reciente libro Living Economics, Peter Boetkke cuenta que existe una tensión histórica entre la buena política y la buena economía.

La buena política consiste en ganar elecciones. El empresario político busca continuamente “asegurar votos y contribuciones económicas para su campaña” prometiendo a cambio beneficios para determinados grupos concentrados. Por otro lado, como los períodos presidenciales son acotados, existe una tendencia a hacer que esos beneficios aparezcan lo más rápidamente posible.

Esta buena política, la de ganar elecciones y mirar el corto plazo, sin embargo, entra en conflicto con la buena economía, que advierte que si se violan ciertos principios esenciales, las iniciativas públicas consiguen resultados exactamente opuestos a los buscados.

El 25 de mayo se cumplieron 10 años de kirchnerismo y este conflicto se ha hecho patente. La economía de los Kirchner se subordinó a la necesidad política de ganar elecciones. Con el objetivo de “sacarnos del infierno” bajando el desempleo y los niveles de pobreza, el gobierno desempolvó las enseñanzas de Keynes y puso al Estado a liderar la reactivación.

El objetivo del empleo, en el corto plazo al menos, se logró. La desocupación se redujo desde el 17% en 2003 hasta el 7,2%, el año pasado.

Sin embargo, esto se consiguió con una política de subsidio a la demanda (ya que se partió del erróneo supuesto de que a las crisis las provoca la gente que no quiere gastar) alimentada por el increíble aumento del 450% del gasto público medido en dólares en estos 10 años.

El problema es que, hasta en las mejores familias, los gastos hay que pagarlos y el Estado sólo puede conseguir fondos para ello de tres formas. Los impuestos, la deuda pública y la emisión monetaria.

Cerrada la puerta del financiamiento internacional luego del default de 2001 y dada la sana impopularidad de subir los impuestos, el gobierno acudió nuevamente a la emisión monetaria.

Las consecuencias son por todos conocidas. Una inflación récord a nivel mundial, el dibujo de las estadísticas públicas y el consecuente ocultamiento de la vergonzosa cifra de pobreza que afecta al 27% de la población y al 39% de la población menor de 18 años.

Ahora bien, como el gobierno ignora la buena economía, no ha dado ninguna respuesta satisfactoria a los problemas derivados de su propio desborde (inflación, dólar, caída de la competitividad) y sólo reaccionó con regulaciones que no hicieron otra cosa que dañar aún más las actividades económicas.

En consecuencia, la última cifra de desempleo mostró un preocupante avance hasta el 7,9%.

Como se observa, la buena política que hace 10 años nos prometió combatir la pobreza y el desempleo, hoy logra que, por ignorar la buena economía, éstos vuelvan a ser los temas que nos preocupan.

En la medida en que ser un político exitoso implique mirar el corto plazo, estamos condenados a crecer rapidísimo para luego estrolarnos. Esperemos que para los próximos 10 años, buena economía y buena política se den la mano así los argentinos podremos, de una vez por todas, soñar en grande.

 

Fuente: http://carrino.libertadyprogresonline.org