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domingo 3 de noviembre de 2013

Divagues sobre el regreso y cambio de gabinete

Divagues sobre el regreso y cambio de gabinete

No divaguemos con cambios en el gabinete. Mientras no cambien las ideas de la presidente es cambiar para que nada cambie

En esta Argentina en que un día se habla de la enfermedad de CFK, al día siguiente de otro desastre en el Sarmiento, luego del resultado electoral, para pasar a los dos día al fallo de la Corte por la ley de medios, ahora estamos entretenidos con si vuelve CFK de su reposo, los posibles cambio de gabinete y algunas medidas económicas. Es como si una eventual salida de Moreno o Lorenzino creara la expectativa de algunos cambios en la política del gobierno.

Lo he sostenido hasta el cansancio. Si Moreno hace lo que hace es porque la presidente se lo permite. ¿O alguien puede pensar que Moreno hace lo que hace sin el visto bueno de CFK?

De manera que la pregunta que uno debería formularse, es si el regreso de CFK a su actividad diaria implica un cambio en su visión de la economía y su relación con la calidad institucional.

Me permito dudar de ese cambio, al menos por ahora, con un sencillo ejemplo. La payasada de Sabbatella haciendo de cartero yendo a Clarín a informar algo que tendría que haber informado por medio de un escrito, me deja pocas esperanzas sobre un posible cambio en el comportamiento institucional del gobierno. Sobre su política de permanente confrontación. Sobre su estrategia de amigo-enemigo. Sobre el estás conmigo o te destruyo.

La economía argentina tiene dos graves problemas a resolver. Uno es el de la distorsión de precios relativos y otras variables descontroladas y el otro tiene que ver con el crecimiento de largo plazo.

El primero de los problemas es el déficit fiscal, la descontrolada emisión monetaria para financiar al fisco generando inflación, las artificialmente bajas tarifas de los servicios públicos, el tipo de cambio real, la constante sangría de reservas y una actividad económica que tiende a languidecer.

El segundo de los problemas es una economía que desinvierte. Empresas que se van, otras que suspenden actividades y una infraestructura que se consumió para financiar el populismo. El sistema energético, las rutas, los trenes que chocan e infinidad de ejemplos más. Para pasar de una economía que desinvierte a una economía que invierte no basta solamente con solucionar el problema de los precios relativos, inflación y tipo de cambio real. Hace falta un cambio en la concepción de la organización institucional del país. Caminar hacia una democracia republicana con límites al monopolio de la fuerza del Estado que funcione realmente, para frenar los atropellos a la propiedad privada y permitir que la gente desarrolle su capacidad de innovación. Por ahora, la única capacidad de innovación que ejerce la gente consiste en desarrollar su capacidad de supervivencia ante la inflación y la falta de trabajo.

Ahora bien, dados estos dos problemas, y considerando el resultado electoral del domingo 27, que pasada una sola semana pareciera ser que ocurrió hace un siglo, se me ocurren tres escenarios económicos posibles. Uno de mínima, otro intermedio y uno de máxima.

El de mínima es que el gobierno, aún con cambio de gabinete, siga con más de lo mismo. Poniendo un parche atrás de otro en una economía que hace agua por todos lados. Por ejemplo, un absurdo desdoblamiento cambiario (la semana pasada ya escribí sobre este tema), alguna corrección marginal sobre las tarifas de los servicios públicos para intentar vanamente atenuar los subsidios y frenar algo un gasto público que se dispara, nuevos aumentos de impuestos (ya ocurrió con los monotributistas) y medidas por el estilo. En definitiva, la propuesta de mínima consistiría es más de lo mismo pero, dado el lío económico que tenemos, con parches diarios y anuncios inconducentes como el fracasado blanqueo, la supercard de Moreno y delirios de ese tipo. Este escenario de mínima dudo que le alcance al gobierno para llegar al 2015 sin una crisis económica y social de envergadura.

El escenario intermedio es la receta tradicional que venimos padeciendo desde hace décadas. Tarifazo y devaluación para generar una llamarada inflacionaria que licue el gasto público (caerían los salarios y jubilaciones) a través de un cambio de precios relativos para mejorar la falta de dólares, hacer que el mercado laboral ajuste por salarios reales más bajos en vez de mayor desocupación, aceptando una caída en el consumo. El problema es que, a diferencia del 2002 y 2003, la suerte de la soja ya no alcanza y el mundo no es un viento de cola como en esos años. Con una devaluación, más que incrementar las exportaciones se frenarían las importaciones, algo que ya hace Moreno a dedo. Pero ojo que a diferencia del 2002, ahora no tenemos en gran cantidad lo que los keynesianos llaman capacidad ociosa. En el 2002 la industria trabajaba, en promedio, al 50% de su capacidad de producción, lo cual permitió incrementar la producción sin necesidad de invertir. Solo con pasarle el plumero a las máquinas y algo de capital de trabajo comenzó a producirse el proceso de sustitución de importaciones. Insisto, hoy no hay una capacidad ociosa tan grande como en el 2002 porque las empresas han desinvertido y no estamos con una caída del PBI del 15% como ocurrió ese año.

Además, en 2002 y 2003 se heredaron las inversiones en energía, rutas, puertos e infraestructura que, mal o bien, se hicieron en los 90. Ya sé que decir esto es una herejía política, pero hablo como economista, no como político.

Finalmente, el escenario de máxima consistiría en un giro de 180 grados en el discurso y la acción de la presidente, convencer que ese discurso es cierto, asumir el costo político de corregir la distorsión de precios relativos y lograr convocar a gente realmente capacitada para iniciar el proceso de reestructuración del sector público, la política impositiva, la laboral y demás reformas que se necesitan para atraer capitales y se hundan inversiones. Es decir, el escenario de máxima requiere de asumir el costo político del cambio de precios relativos y además girar 180 grados en el relato. De esta forma el costo que debería asumir la gente por reconocer que se acabó la fiesta populista sería menor, pero existiría de todas maneras.

Si estos son los tres escenarios posibles, el último tiene muy bajas chances de ocurrir. Digamos que tendría que ocurrir un milagro. Como creyente no puedo descartar los milagros, pero sería un flor de milagro.

El segundo escenario, el de cambiar solamente los precios relativos al estilo 1975, 1985, 1989, 2002 no lo veo. ¿Por qué asumir ese costo político y dejarle limpio el camino al próximo gobierno? Francamente creo que no está en el ADN del cristinismo ese tipo de acciones.

De manera que el escenario que me parece tiene más chances de ocurrir es el primero. Más de lo mismo. Más parches, más medidas arbitrarias y aguantar hasta que se pueda. En lo posible aguantar para llegar al 2015 y dejarle el lío a otro gobierno.

Por eso creo que todas la versiones sobre la vuelta de la presidente de su convalecencia y de un posible cambio de gabinete es un divague. Porque CFK no volverá con las ideas totalmente opuestas a las que tenía cuando se tomó licencia por su enfermedad, y si hay algún cambio de gabinete será para que otros hagan lo mismo que los que hacen los que están actualmente pero intentando mostrar nuevas caras. Menos desgastadas, pero nada nuevo en el fondo.

El tema es muy claro. La visión policía de la presidente no es la de una democracia republicana en la que el Estado tiene poderes limitados y se ocupa de crear las condiciones para atraer inversiones que creen nuevos puestos de trabajo, mejoren la productividad de la economía y suban los salarios reales. Su visión se limita a quitarles a unos para darles a otros. El problema es que los que producen se cansaron de trabajar para sostener a los otros y, por lo tanto, cada vez producen menos. El resultado es que los que viven a costa de los que producen pueden recibir cada vez menos. Por eso la derrota del oficialismo en el conurbano bonaerense y la merma de votos en el NOA y el NEA.

En síntesis, no divaguemos con cambios en el gabinete. Mientras no cambien las ideas de la presidente es cambiar para que nada cambie. Y si ella vuelve con las mismas ideas, todo seguirá como hasta ahora. ¿O acaso alguien vio algún desorden mayor en el campo de la economía mientras ella se mantiene en Olivos? Puede ser que las peleas dentro del gabinete sean ahora mayores, pero el rumbo económico sigue siendo exactamente el mismo al que había cuando estaba al frente del ejecutivo. ¿Por qué su regreso cambiará algo en materia económica?