El presidente Néstor Kirchner ha encontrado otro nuevo culpable de los males argentinos: el Pacto de Olivos que convinieron el entonces presidente Carlos Menem y su antecesor, Raúl Alfonsín, para modificar el texto constitucional. El objetivo del gobierno justicialista de aquel entonces era extremadamente claro: habilitar la reelección de Menem para los comicios de 1995. La Unión Cívica Radical incorporó algunas reformas por las que venía bregando en los años ochenta, como la creación de un “primer ministro” y el Consejo de la Magistratura, y se reflotaron viejas ideas como la del tercer senador.
El presidente Kirchner ha llamado a terminar con las corporaciones, ¡muy bien! La reforma constitucional de 1994 –que en su momento fue apoyada por los convencionales constituyentes justicialistas de Santa Cruz, cuando Kirchner era gobernador- establece el monopolio de la representación para los partidos políticos, cerrando la posibilidad de que se postulen ciudadanos independientes a cargos electivos. Asimismo, el presidente ha llamado a terminar con las “quintitas” por lo que también cabe recordar que la reforma de 1994 incorporó al voto obligatorio en el texto constitucional. Una “quintita” formidable para los partidos populistas y clientelistas, que sólo creen que de modo compulsivo logran ganar elecciones. El presidente Kirchner, empeñado en barrer con todo lo que se vincule con los años noventa, podría propugnar la reforma de la Constitución para eliminar el monopolio de la representación para los partidos y el voto obligatorio.
Otro legado de la reforma de 1994 es la reelección inmediata del presidente de la República, con lo que tiene a su disposición el aparato del Estado para ayudarlo en su aspiración a un nuevo mandato. El presidente Kirchner, tan duro con todo lo que significaron los años noventa, bien podría proponer una reforma constitucional que tuviera plena vigencia desde 2007 y retornara a la cláusula que contenía anteriormente la Constitución, que impedía la reelección inmediata del presidente, debiendo esperar un período para volver a aspirar a la primera magistratura.
En la reforma de 1994 también se creó la Jefatura de Gabinete, una figura extraña en un régimen presidencial como el nuestro. Desde su creación, no ha sido más que un vocero de lujo con una colosal estructura burocrática que lo acompaña, pero que no hace más que generar gastos para el ciudadano. Tampoco es responsable ante el Congreso, como un primer ministro, ni es el resultado de una coalición parlamentaria. El presidente Kirchner y su jefe de Gabinete, Alberto Fernández, tan críticos de los noventa, bien podrían impulsar la reforma de la Constitución para eliminar esta Jefatura, además de dejar el cargo vacante, para ahorrar dinero a los contribuyentes.
En 1994 también se incorporaron los terceros senadores por distrito, con el supuesto objetivo de brindar representación a las minorías. En los hechos, esta minoría no es un partido opositor, sino una línea interna opositora dentro del peronismo –La Rioja, Buenos Aires, Misiones-. El presidente Kirchner y su esposa, la senadora Cristina Fernández de Kirchner, tan ferozmente críticos con los años noventa, bien podrían auspiciar la reforma de la Constitución y borrar este “tercer senador”, con lo que se ahorraría dinero de los ciudadanos si en el movimiento político gobernante se celebran elecciones internas para dirimir en las urnas sus diferencias.
Estos son herencias del Pacto de Olivos que ahora denuesta Néstor Kirchner. ¿Tendrá la vocación política de proponer estas reformas? © www.economiaparatodos.com.ar
Ricardo López Göttig es historiador, investigador senior y profesor en ESEADE y director del Instituto Liberal Democrático de CADAL (Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina). |