Desde la previsible caída del ex presidente Lucio Gutiérrez, Ecuador sigue sumido en un clima de fragilidad política tan notorio como peligroso. El actual presidente, Alfredo Palacio, que quedó posesionado en reemplazo de Gutiérrez, es bien intencionado, pero no tiene respaldo político y sus dificultades con el Parlamento parecen estar creciendo.
En las últimas semanas, algunas huelgas sindicales de tono virulento paralizaron la producción petrolera, poniendo en peligro la operatividad, pública y privada, del país. Ante esa circunstancia, Palacio aceptó la propuesta de su colega venezolano, Hugo Chávez, quien diligentemente puso a su disposición, sobre una base de trueque, petróleo venezolano para morigerar el impacto de la parálisis extractiva ecuatoriana causada por algunos sindicatos.
Pero todo parece tener siempre un precio: el actual ministro ecuatoriano de Defensa, general Oswaldo Jarrín, acaba de expresar públicamente que no considera terrorista a la guerrilla de las FARC colombianas, agregando que esa decisión se basa en “nuestra política de no intervención”. Ahora son dos los vecinos de Colombia que consideran que el terrorismo de las FARC es simplemente “un conflicto político interno colombiano”: Ecuador y Venezuela.
En contrapartida, Ecuador no está logrando aún que Colombia acepte su pedido de que se suspendan las fumigaciones en una franja de diez kilómetros de la línea de frontera. Colombia sostiene que esas fumigaciones son esenciales en su estrategia de combate al narcotráfico y a la guerrilla. Lo cierto es que hace más de un mes la zona fronteriza que divide a Colombia y Ecuador ha sido escenario de durísimos enfrentamientos entre las FARC y las fuerzas del gobierno constitucional. Y también es cierto que durante la presidencia de Lucio Gutiérrez la frontera en cuestión era porosa y los hombres de las FARC cruzaban fácilmente a Ecuador cuando era necesario curar sus heridas, o simplemente descansar.
Las recientes reuniones binacionales entre Colombia y Ecuador mostraron que el segundo de esos países ha impregnado sus posiciones con toques de tinte nacionalista. No obstante, la última ronda de conversaciones bilaterales entre los cancilleres Carolina Barco y Antonio Parra parece haber logrado encausar algunas discusiones.
Por ejemplo, en el plano migratorio, se está tratando de regular la permanencia de colombianos en el Ecuador, con la aplicación estricta de las normas migratorias y laborales vigentes, y optimizando el control de documentos para tratar de evitar el flujo de insurgentes y narcotraficantes. Colombia ha accedido consultar con organismos internacionales acerca de las consecuencias ecológicas de las aspersiones aéreas con glifosato, que procuran erradicar los cultivos de coca, y pareciera haber comenzado a analizar el pedido ecuatoriano que supone excluir a casi 700.000 hectáreas de la fumigación en curso.
En la relación bilateral, Colombia luce más pragmática y Ecuador está dejando de lado la retórica espectacular para conversar en términos más realistas.
Pese a todo, la aparición personal de Hugo Chávez en el escenario político ecuatoriano parece haber ayudado a manejar la crisis energética local pero ha enrarecido mucho un escenario político que, por inestable, se ha llenado de rumores y sospechas. Esto último no es lo que necesita Ecuador. Para el simpático país del Pacífico, lo importante es edificar un espacio de tranquilidad que permita reencauzarlo institucionalmente, en una atmósfera de paz.
Por el momento, Ecuador sigue bregando por conformar algo que en las últimas décadas le ha sido desconocido, nada menos que operar con un Poder Judicial independiente. Queda todavía por delante la renovación parlamentaria. Los legisladores que todavía ocupan las bancas del Congreso ecuatoriano son directamente responsables de haber empujado a su país a la situación límite que finalmente provocara la caída de Lucio Gutiérrez. No es poco. © www.economiaparatodos.com.ar
Emilio Cárdenas es ex Representante Permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas. |