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martes 18 de marzo de 2014

Efecto Francisco: Cristina incorpora a su «relato» las ventajas de un Papa peronista, «Nac&Pop» y anti-liberal

Efecto Francisco: Cristina incorpora a su «relato» las ventajas de un Papa peronista, «Nac&Pop» y anti-liberal

En su momento de mayor debilidad política, la Presidenta busca respaldarse en el Pontífice, quien pidió cuidar la estabilidad institucional argentina en medio de la crisis económica. A la jefa de Estado se la vio más distendida en un encuentro del que supo sacar un alto rédito. Metamorfosis K

«Argentino y peronista». El contundente mensaje, escrito sobre la foto del flamante Papa Francisco,aparecía hace un año en los carteleshabitualmente destinados a las «pegatinas» políticas en las calles de Buenos Aires.

Apenas habían transcurrido algunas horas desde el nombramiento de Jorge Mario Bergoglio como Sumo Pontífice de la Iglesia y ya empezaba a quedar en evidencia que nada sería igual en laArgentina.

A partir de ese momento, Francisco no sólo se convertía en el argentino de mayor trascendencia universal, sino que también pasaba a ser el personaje más influyente en la turbulenta escena política local.

Esto implicó, desde el primer momento, una puja por «apropiarse» de la imagen del Papa y por interpretar sus palabras en clave política.

El ala tradicional del peronismo lo entendió de inmediato y actuó en consecuencia. No iba a permitir que, para un movimiento de fuerte raigambre nacionalista y católica, el acontecimiento de un Papa compatriota fuera desaprovechado. O, peor aun, que su imagen fuera cooptada por opositores como Elisa Carrió o Mauricio Macri.

Por eso, los más rápidos de reflejos, sacaron a relucir el dato biográfico de que Bergoglio, en su juventud, había manifestado simpatía por el peronismo y que había mantenido una relación cercana con la Guardia de Hierro, como se denominaba en los años ’70 al grupo peronista tradicional y nacionalista -el que se enfrentaba, en la feroz interna, al peronismo de la izquierda juvenil-.

La metamorfosis
Cristina Kirchner le llevó un poco más de tiempo poder asimilar el impacto, pero entendió lo que estaba en juego: una imagen de desavenencias entre el Gobierno argentino y el Vaticano podría tener un alto costo político.

En consecuencia, consumó un giro pragmático que tuvo su máxima expresión en la reunión de este lunes.

Primero, fue muy notoria la diferencia respecto de aquella primera reunión -ocurrida en ocasión de la entronización de Francisco- cuando a la Presidenta se la había notado nerviosa y con la inocultable incomodidad que implicaba el haber mantenido años de una relación muy tensa con el ex arzobispo de Buenos Aires.

Ayer, en cambio, se vio una escena diferente. Además del hecho de que se mostró distendida y a gusto en el Vaticano, haciendo gala de un trato afectuoso y hasta familiar con el Papa, Cristina supo sacar rédito político de la reunión.

En la conferencia de prensa que brindó tras el almuerzo, destacó las coincidencias que ambos habían tenido sobre una amplia gama de temas, tales como la condena a las políticas económicas que llevan a la exclusión social, o la necesidad de una mayor cooperación internacional para aliviar los temas de la pobreza y la violencia social.

Para Cristina, hay una sintonía entre su gestión de gobierno y las ideas expresadas en eldocumento de finales de año del Papa, en el cual critica la llamada «teoría del derrame», esa que propugna que los gobiernos deben propiciar un crecimiento económico y disminuir lasregulaciones, y que la riqueza de los sectores de altos ingresos se derramará al resto de la sociedad.

«Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante», fue la frase papal que sonó como música para los oídos de funcionarios kirchneristas, en un momento en el que el «relato» aparece cuestionado por todos los flancos.

Ocurre que esa postura del Papa no sólo incomodó a los sectores más cercanos a la ortodoxia económica, sino que hasta se presta para justificar medidas intervencionistas y una postura crítica ante «las corporaciones».

«Esa economía mata. No se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente con hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y la ley del más fuerte,donde el poderoso se come al más débil. Se considera al ser humano como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar», fue una de las frases de mayor repercusión deldocumento papal al que Cristina hizo referencia luego de la reunión.

No por casualidad, la Presidenta provocó con esta declaración: «Muchos deberían leerlo al Papa y no solamente venir a sacarse una foto con él».

Es en ese campo simbólico donde Cristina tuvo su mayor rédito político del encuentro con el Pontífice: el matiz «peronista» del Papa parece bendecir la postura oficial de cuestionar lasreformas liberales de los años ’90, con lo cual limita la posibilidad de que la oposición haga un uso político de la imagen papal.

La enumeración que hizo Cristina sobre las coincidencias con el Sumo Pontifice le sirvió parajustificar iniciativas tales como la del programa ProgresAr, al que consideró en línea con la preocupación de Francisco por el desempleo juvenil.

«Cuiden a Cristina»
Pero, sobre todo, había otro objetivo de Cristina en este almuerzo con Francisco: reforzar la idea de que el Pontífice nunca apoyará actitudes que puedan implicar una ruptura de lainstitucionalidad -como promover un llamado anticipado a elecciones- ni avalará la generación de situaciones que puedan desestabilizar al Gobierno.

Es el famoso mandato «Cuiden a Cristina», que ha circulado en todo el arco político, justo en momentos cuando atraviesa uno de sus períodos de mayor debilidad, tras el deterioro económico que llevó a la devaluación y la aceleración inflacionaria, y con proliferación de expresiones de malhumor social por la crisis energética y la caída salarial.

En las últimas semanas circuló con insistencia que el mensaje que había transmitido Francisco a la oposición política que acudía al Vaticano era el pedido de un esfuerzo por lograr unatransición política hasta 2015 sin situaciones de violencia o caos social.

Ayer, cuando el periodismo le preguntó por la veracidad de esa consigna del Papa, Cristina tuvo una confirmación tácita: sonrió con picardía y se limitó a decir que en su visita la habían cuidado y le habían dado bien de comer.

Lo cierto es que si algo valora el kirchnerismo es la negativa de Francisco a que su figurapudiera ser utilizada como la de un «líder de la oposición».

En el año transcurrido, la peregrinación a Roma se ha transformado en una obligación para todos los políticos, sean oficialistas u opositores.

La foto con Francisco cotiza alto. Y así lo demostró la propia Cristina cuando, en plena campaña electoral por las legislativas, llevó en su comitiva a Martín Insaurralde, el candidato kirchnerista, para que saludara al Papa durante la gira por Río de Janeiro. En pocas horas, la foto del encuentro ya empapelaba las paredes en la provincia de Buenos Aires.

Pero los opositores acudieron a Francisco acaso con mayor entusiasmo que el propio Gobierno. Tanto que en un momento se llegó a comparar esos viajes a Roma con los que en los años ’60 se hacían a Puerta de Hierro, el barrio madrileño donde residía Juan Domingo Perón, exiliado y proscripto.

La deuda, un tema entrelíneas
Había otro tema de preocupación del Gobierno, vinculado con las urgencias de la coyuntura económica.

Cristina, luego de haber sincerado la inflación y tomado la iniciativa de acercamiento al Club de París, intenta mostrar su costado amigable con el mercado financiero para volver a tomar deuda y aliviar las castigadas arcas del Banco Central.

Es en ese contexto que se había especulado respecto de la posibilidad de que la Presidenta le pidiera al Papa que hiciera valer su influencia en su próximo encuentro con Barack Obama, justo en un momento en el que el litigio de la Argentina con los «fondos buitre» entra en etapa definitoria.

La Presidenta brindó la respuesta obvia en la conferencia de prensa: no se tratan esos temasde manera explícita en una reunión con el Papa.

Lo cual, claro, no implica que Cristina no haya aprovechado la ocasión para, indirectamente, hacer llegar su mensaje por la vía de cuestionar el actual orden financiero global y las presiones a las que son sometidas las economías emergentes que no quieren quedar sujetas a los condicionamientos del mercado de deuda.

En este sentido, la respuesta de la jefa de Estado fue algo ambivalente, porque si bien negó haber hablado específicamente de la reunión con Obama, dio a entender que el Papa apoya la postura argentina, cuando afirmó que el análisis que habían hecho era sobre «temas generales,ma non troppo».

Gestos del kirchnerismo
El giro del kirchnerismo en busca de un acercamiento a Francisco es visible también en ciertos cambios de actitud y de posturas políticas.

Lo cual es notorio incluso en el discurso de la propia Cristina: en su reciente mensaje al Congreso por la inauguración del período legislativo, cambió su tono habitualmente confrontativo y adoptó una inusual postura moderada y dialoguista.

Algunos llegaron a interpretar su discurso como un velado pedido de «tregua» a la oposición, aempresas y a los sindicatos para evitar una crisis política. Todo un cambio para un movimiento político que siempre cultivó la teoría del conflicto social como forma de gestionar el poder.

La propia estrategia del kirchnerismo marca la nueva influencia de Francisco. Primero, el Gobierno se alineó con la postura de la Iglesia en temas vinculados con bioética, que estaban en debate parlamentario.

Pero el peso de la Iglesia en esta nueva etapa se vio, sobre todo, por su capacidad para haber situado al tema del narcotráfico al tope de la agenda política y mediática.

Un «relato» con Papa incluido
Fue la primera situación de peso en la agenda internacional de Cristina Kirchner en lo que va del año, y la impresión inicial es que le resultó positiva.

Acaso el mayor tema pendiente siga siendo la reticencia del Papa a viajar a la Argentina antes de 2016. Y por más que se ha insistido en que ello obedece a problemas de la agenda vaticana, a nadie se le escapó lo sintomático de la fecha: implica que cuando vuelva al país, Francisco encontrará al nuevo presidente que sucederá a Cristina.

Es notorio que Francisco trató de transitar un difícil equilibrio. Se ha fijado el objetivo decontribuir a la estabilidad institucional del país, aunque se cuida de que las señales de amistadhacia Cristina no necesariamente sean interpretadas como un apoyo político.

Pero en el balance, el Gobierno tiene motivos para festejar: la nueva fase del «relato» podrá incluir las coincidencias entre Cristina y el Papa como justificación para la política económica.

Y, de aquí en más, el kirchnerismo intentará que cada crítica de la oposición corra el riesgo de parecer un cuestionamiento a la figura de Francisco.

Son, a fin de cuentas, las ventajas de que el ocupante del trono de Pedro sea «argentino y peronista».

Fuente: www.iprofesional.com