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domingo 26 de noviembre de 2017

El abusivo sistema impositivo es como un asalto a mano armada

El abusivo sistema impositivo es como un asalto a mano armada

En su forma extrema, el impuesto es igual al asalto con pistola en mano,  donde el delincuente nos dice: “Dame toda la plata  o TE PEGO un tiro”

Cada vez que un alto funcionario de la AFIP  anuncia exitosos aumentos de recaudación, algunos creen a pie juntillas que es buena señal. Sin embargo es al revés. Con un  PBI  estancado durante 10 años,  significa la confesión de que el Estado ha arrebatado más dinero a la sociedad y que las personas disponen de menos recursos para consumir,  ahorrar  o crear puestos de trabajo.

A fines de octubre pasado, sumando todos  los  impuestos y  la emisión espuria de dinero para financiar el gasto público, se alcanzó la astronómica cifra de $ 3,53 billones (12 ceros). Lo  cual representa una recaudación efectiva mensual de $ 37.745 por familia. No hay dudas que la exacción impositiva argentina ha  alcanzado niveles abusivos y obscenos.

Más plata para el Gobierno significa mayor posibilidad de despilfarro, representa más pobreza para la población y menores oportunidades. Los maníacos del gasto público acusan a esta visión de enfoque fundamentalista porque ellos creen en el Estado como un “fetiche”.  Sin embargo es el fruto de la evidencia histórica y del más riguroso análisis académico, como veremos seguidamente.

REFERENCIAS HISTÓRICAS

Acerca de los impuestos, hay una indiscutible referencia en  el Evangelio de San  Mateo (22,15-21). En sus manuscritos,  nos relata que: “Los fariseos se reunieron para sorprender a Jesús … y le preguntaron: Dinos qué te parece  ¿Está permitido pagar  impuestos al César o no? … Pero Jesús conociendo su malicia les dijo: ¿Hipócritas porque me tienden una trampa?  Muéstrenme la moneda con que pagan sus impuestos. Ellos le presentaron un denario. Y Él volvió a preguntarles:   ¿De quién es esta figura y esta inscripción? Le respondieron: Del César. Entonces Jesús les dijo: Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.  Con lo cual Jesús estableció una inmutable escala jerárquica para todos los tiempos y para todos los hombres.   La enseñanza de Cristo es contundente: nuestra obediencia al Estado no es omnímoda ni absoluta. Ni el dinero ni el Estado deben ser considerados “dioses”. Tampoco hay que rendirles culto porque son “falsos dioses”. Si los impuestos del Gobierno nos impiden una vida digna y apacible, se convierten “ídolos” que intentan remplazar a Dios, el único Señor.

También hay otra evidencia histórica en el derecho romano, que es  la base de nuestro sistema jurídico. Los antiguos romanos distinguían entre servius (esclavos o siervos) y civis (ciudadanos). Por esa razón, no  usaban la palabra impuesto y la dividían en  dos términos: 1° el Tributo, derivado del latín “tributum” que  significa el dinero que el esclavo o vasallo debía dar  por sumisión al César o Gobierno.  2° el Estipendio, que procede del latín  “stipendium” y que representa la retribución que el ciudadano debe al Estado por recibir una contraprestación efectiva del César. Entre nosotros, correspondería admitir que los 96 impuestos vigentes son “tributum” y ninguno de ellos es “stipendium”. No somos considerados ni  tratados como “civis” sino como “servius”, esclavos fiscales del Estado.

SISTEMA FISCAL PERVERSO Y ABUSIVO.

Varios administradores fiscales han reconocido públicamente, que los impuestos son

exacciones unilaterales que el Estado arrebata mediante el arma silenciosa pero  fatal de las leyes penales y tributarias, sin asumir ninguna obligación de prestar servicio alguno.

Por eso los gobiernos nos cobran  impuestos para la seguridad policial y debemos abonar vigilancia privada. Perciben impuestos para la educación y tenemos que pagar cuotas adicionales en escuelas privadas. Nos quitan impuestos para la salud y debemos contratar sociedades de medicina prepaga. Embolsan enormes aportes jubilatorios y carecemos de una honorable renta para la vejez. Recaudan impuestos para la justicia y debemos salir a la calle para reclamarla. Abonamos impuestos para sueldos a servidores públicos y se transforman en nuestros tiranos. Pagamos contribuciones para financiar obras públicas y se llevan el dinero a sus cuentas bancarias. Imponen cargas fiscales para administrar correctamente y generan un “impasse”  de presupuestos con déficits. Arrebatan recursos a quienes trabajan y se los regalan a zánganos y vagos. Obligan a vivir con austeridad  y se endeudan irresponsablemente para financiar un sector público opulento e inútil. Aumentan la carga fiscal  y la destinan a nombrar más funcionarios públicos.  Este es un sistema impositivo perverso y abusivo, que algunos llaman suavemente “impuestos distorsivos” pero  que se  asimila al asalto a mano armada de impiadosos delincuentes.

REFERENCIAS ACADÉMICAS

El economista que mejor analizó este desenfrenado fenómeno del despojo fiscal fue Kenneth E. Boulding (1910-1993) preclaro presidente de la American Economic Association  y de la American Association for the Advancement of Sciencies. No sólo era un prolífico escritor y creativo integrador del conocimiento, sino un académico de fama mundial, una figura magistral en las ciencias sociales. Para Boulding, la economía y la sociología eran  una única ciencia  dedicada al estudio de la acción humana y sus relaciones mediante las organizaciones.  Escribió múltiples libros, otorgando dimensiones materiales y espirituales a la economía, fruto de su profunda fe cuáquera.   Kenneth  Boulding pensaba que reiterados errores en la investigación y en  la política económica podrían condenar a los países a su insignificancia del escenario mundial.

Kenneth Boulding escribió dos  tomos de “Análisis Micro y Macroeconómico”,  calificados como la más  clara y comprensiva obra de métodos matemáticos y geométricos para conocer el análisis de la economía. También escribió un célebre libro  “Introducción a la economía de las subvenciones” (The economy of Love and Fear) que es de donde obtuvimos estas reflexiones.

En este formidable texto,  demuestra que “la acción humana se desenvuelve mediante el intercambio de bienes y servicios.  Allí donde hay intercambios existen transferencias y cuando tienen precio, aparece la economía. Los intercambios pueden darse por cariño, por mezquindad, por necesidad, por interés o por arrebato”.

Boulding señala que,  curiosamente,  los impuestos se asimilan a los arrebatos: “si ganamos dinero honestamente, el Estado se nos planta delante y bajo amenazas penales nos exige una tajada. Siempre pagamos impuestos bajo coacción y al recaudarlos el gobierno se apropia de lo nuestro como el arrebatador de carteras en un asalto. Por eso los impuestos son transferencias por temor, basadas en la amenaza de sanciones legales”.

En el caso específico de un  sistema fiscal las cosas son más claras. Con los impuestos no actuamos por interés ni por amor, sino a causa del temor y bajo coacción.  La coacción del Fisco es una amenaza que nos dice “Haz lo que te ordeno o TE HARÉ algo que no deseas”.  En su forma extrema, el impuesto es igual al asalto con pistola en mano,  donde el delincuente nos dice: “Dame toda la plata  o TE PEGO un tiro”.  La entrega de la billetera, es un gesto que no hacemos por benevolencia sino por la fuerza y con resistencia de nuestra parte. En nuestro país, desdichadamente, muchas  veces  el delincuente nos roba y luego nos mata.

Algunas personas  cándidas e ilusas, piensan que el pago de impuestos es  parecido a una amistosa transacción de esta clase: “Yo le doy dinero al Fisco y el Gobierno me deja vivir tranquilo”.

Pero esa semejanza es falsa. Porque es como si pensáramos que también hay intercambio civilizado  cuando el delincuente nos arrebata el dinero en la salidera bancaria y nos perdona  la vida, porque quiere o  porque la munición quedó atasca en la recámara.

Nunca puede haber intercambios voluntarios en el pago de impuestos dentro de un sistema perverso,  porque la advertencia del inspector fiscal “Si me pagas hasta el último centavo NO TE CASTIGO con multas ni te aplico punitorios”  es un bien negativo similar a la advertencia del asaltante cuando nos dice: “Dame toda la planta y NO TE QUITO la vida” y de ninguna manera puede ser considerado algo positivo, ni tampoco una graciable concesión del delincuente.

“En la realidad cuando pagamos impuestos obramos obligados bajo coacción. Si no lo hacemos, nos pondrán en la picota de  los medios, nuestra cuenta bancaria será embargada, los bienes personales quedarán inhibidos, se clausurará el local comercial, nos pedirán la quiebra, seremos denunciados penalmente, sometidos a costosos juicios y puestos en prisión. En este sentido, el gobierno actúa como el delincuente: si nos resistimos al asalto dispara el gatillo de las sanciones penales”.

Hasta aquí el razonamiento de Kenneth Boulding. Por esas razones, la evasión fiscal debiera ser equiparada a la rapiña fiscal sin confundirla con el fraude o la elusión fiscal.

La resistencia fiscal legítima es la última línea de defensa del individuo frente a la pretensión abusiva del Estado por arrebatarle  ingresos honestamente ganados. Por su lado,  la rapiña fiscal es el saqueo o despojo violento que el Gobierno hace de nuestros recursos al aplicarnos impuestos  más allá del  límite razonable, mediante leyes extorsivas. Finalmente, el fraude fiscal es el engaño intencional que se realiza incumpliendo obligaciones legales justas y prudentes, con el fin de lograr beneficios personales desmedidos. Conviene recordarlo y sobre todo…exigirlo ahora que el ministro Dujovne presentó una Reforma impositiva.

CONCLUSIONES

Tales son las profundas razones por las cuales el más prestigioso miembro de la Suprema Corte de EE.UU. el juez Oliver Wendell Holmes Jr.  pudo señalar en una histórica sentencia: “El poder fiscal del Estado para  gravar con impuestos es poder para arruinar a las personas y destruir empresas, por eso debe ser cuidadosamente limitado y los jueces no deben permitir impuestos confiscatorios ni  punitivos” (*).

Si el Estado, cualquiera sea su orientación política -socialista, liberal, populista, progresista  o conservador- absorbe una cuota de  recursos del país por encima del límite del 25% del PBI del año precedente, inexorablemente provocará el estancamiento y generará pobreza estructural.

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(*) PETER  DRUCKER: “Las nuevas realidades en el Estado, la política, la economía y los negocios”, Editorial Sudamericana, Bs.As.