El ajuste no es una política
“Una política de ajuste es inviable en términos políticos y sociales”, afirmó la Presidenta de la Nación el 11 de setiembre pasado. Se trata de una versión ideologizada de la cuestión. Según dicha versión, a la derecha le gusta ajustar, porque le encanta que la gente sufra, mientras que el oficialismo de ninguna manera, nunca, va a aplicar una política de ajuste
En lo que tiene razón es que en las actuales circunstancias una política de ajuste no es viable. Como no resultó viable en 2001 la reducción de 13% en términos nominales de algunas jubilaciones y algunos salarios, en un momento en que disminuía el nivel general de los precios. Pero al año siguiente resultó viable una reducción de alrededor de la tercera parte, en el poder adquisitivo de todas las jubilaciones y salarios. ¿Qué pasó para que algo inviable se convirtiera en algo viable? La crisis y el susto que nos pegamos a fines de 2001 y comienzos de 2002.
Más allá de lo que piensa Cristina Fernández de Kirchner (y de manera preocupante, un significativo número de economistas), el ajuste no es una política. Es el subproducto de las implicancias de las políticas anteriores. Federico Pinedo dejó de defender el tipo de cambio, en abril de 1962, porque el Banco Central se había quedado sin dólares. ¿Alguien puede pensar seriamente a Celestino Rodrigo, sin incluir a José Ber Gelbard en el centro de su análisis?
Porque desde el punto de vista político es una muy mala noticia, nadie quiere tener que hacer el ajuste. Por algo la oposición quiere que la presidenta complete su período, y no tenga más remedio que adoptar típicas medidas de ajuste (en un contexto de fuerte falta de credibilidad, y por consiguiente más complicado), mientras que el oficialismo cruza los dedos para llegar “así” al 10 de diciembre de 2015, y que algún otro se haga cargo del problema.
Una de las preguntas básicas que se tiene que hacer cualquiera que tenga a cargo una política económica, es si el tiempo es neutral o le juega a favor o en contra. Las medidas de control, como las distorsiones, son claros ejemplos donde el tiempo juega en contra, lo cual implica que a medida que pasa el tiempo el tamaño de la brecha que hay que corregir es mayor. Y esto explica que la decisión se deje para mañana y que sólo se adopte “cuando se ajusta”.
Por eso, cuando se ajusta, la modificación tiene que ser plena; y cuando, encima, el ajuste lo tiene que realizar un gobierno que tiene problemas de credibilidad, el esfuerzo es mayúsculo.
Ni el ajuste es una política ni el momento del ajuste está bajo el control de las autoridades. No importa lo que se diga en contrario.
Fuente: www.cartapolitica.org