El capitalismo ‘salvaje’
‘Los autores que adhieren a la tradición del liberalismo clásico se refieren al capitalismo como el sistema que se basa en la propiedad privada y, por ende, al respeto a las autonomías individuales
Constituye una afrenta al régimen capitalista la lesión al derecho de las personas. La moral del capitalismo se sustenta en la responsabilidad individual y en la protección a los contratos voluntarios y pacíficos. La propiedad privada implica la posibilidad de realizar arreglos contractuales que se traducen en transferencias de derechos. La propiedad privada hace posible concebir la justicia como el “dar a cada uno lo suyo”. Sin “lo suyo” no hay justicia. Lo interesante de este orden natural de la libertad es que cada uno, al buscar su propio interés, satisface los intereses de otros. Si la fuerza agresiva se descarta, solamente puede hacerse una transacción libre y voluntaria si ambas partes ganan. La suma cero queda eliminada: esto es, cuando una persona gana lo que la otra pierde. Ejemplo de esto último lo constituye un asalto: lo que gana el ladrón lo pierde la víctima. Nadie voluntariamente acepta semejante situación.’[1]
En consecuencia -y conforme la anterior caracterización- el capitalismo es un sistema decooperación social, como lo describiera oportunamente Ludwig von Mises, entre otros autores de la Escuela Austriaca de Economía. Las relaciones cooperativas que forman parte de la esencia del capitalismo hacen que necesariamente estas hayan ser pacificas (de lo contrario no podrían ser cooperativas) ya que según nos enseña el diccionario: ‘cooperar. (Del lat. cooperāri).1. intr. Obrar juntamente con otro u otros para un mismo fin.’[2]
‘Ahora bien, se ha dicho que se acepta el capitalismo pero no un capitalismo salvaje. Al incurrir en semejante adjetivación se anula el sustantivo: se lo convierte en su antónimo. Una salvajada quiere decir que se comete una tropelía, un atropello, un vejamen, en otros términos, en este caso, una lesión al derecho de las personas. Pero, precisamente, esto es la antítesis del capitalismo. Sería lo mismo que aludir al “cristianismo salvaje” lo cual, en buen romance, quiere en realidad decir que aquél que incurrió en la salvajada se apartó de los cánones del cristianismo. Es que el adjetivo de marras se introduce de contrabando porque no se comprende la naturaleza del capitalismo. Aún sin quererlo, los que recurren a esta mezcla trasnochada de términos no ven que se trata de nociones mutuamente excluyentes debido a que son presa de la explotación marxista.’[3]
El capitalismo es, como dijimos, un sistema cooperativo y –obviamente- como tal una creación humana. Por eso resulta irónico y notoriamente redundante postular «un capitalismo humano» o «con rostro humano» como se oye muchas veces. Quienes así dicen, ¿de dónde piensan que el capitalismo ha surgido? ¿De algún planeta lejano? ¿Del mar? ¿Del clima? ¿De la atmosfera? ¿De alguna erupción volcánica? Pues no. El capitalismo es de origen humano. Hablar de un «capitalismo humano» es pues una redundancia. Pura tautología. Y como expresa el Profesor Alberto Benegas Lynch (h) «Aún sin quererlo, los que recurren a esta mezcla trasnochada de términos no ven que se trata de nociones mutuamente excluyentes debido a que son presa de la explotación marxista.»[4]
Volvamos nuevamente al diccionario y veamos la definición de «salvaje»:
«salvaje. (Del cat. y prov. salvatge). 1. adj. No cultivado. Se aplica a las plantas silvestres. 2. adj. Se dice del animal que no es doméstico, y generalmente de los animales feroces. 3. adj. Se aplica al terreno montuoso, áspero e inculto. 4. adj. Sumamente necio, terco, zafio o rudo. U. t. c. s. 5. adj. Se decía de los pueblos primitivos y de los individuos pertenecientes a ellos. Era u. t. c. s. 6. adj. coloq. Dicho de una actitud o de una situación: Que no está controlada o dominada. 7. adj. coloq. cruel (‖ insufrible).»[5]
De inmediato, advertimos que el capitalismo no es una planta (acepción 1) no es una animal (acep. 2), no es un terreno (acep. 3), no es una persona (acept. 4), no es ni un pueblo ni uno o más individuos (acept. 5), no es ni una actitud ni una situación (acept. 6), ni es «cruel» (acept. 7). Como acabamos de ver, el capitalismo no puede jamás ser nada parecido a «salvaje». En suma, quienes hablan de «capitalismo salvaje» no tienen ni la más mínima idea de lo que están diciendo. Es decir, no saben ni por asomo ni por aproximación qué es o pueda ser el capitalismo.
La función primordial del capitalismo es crear bienes y servicios en forma masiva. L. v. Mises dice que el capitalismo es un sistema de producción en masa para las masas. Si por «salvaje» se quisiera entender incontrolado o ilimitado ¿puede decirse que un sistema que hace que la gente disponga de más y más cosas y servicios en su beneficio es «salvaje»?. La producción ilimitada, irrefrenada e incontrolada de pantalones y camisas hace que cada vez más gente este más y mejor vestida, a la vez que consigue que más personas obtengan puestos de trabajo en la industria indumentaria. La producción incontrolada, irrefrenada e indominada de pan hace que cada vez más personas puedan comer, al mismo tiempo que crea puestos de trabajo en la industria alimenticia. Llamar a estas acciones del capitalismo como «salvajes» dicen de quien así se expresa que odia que la gente se vista, se alimente y consiga empleos cada vez más y mejores en esos renglones. Porque lo único que hace el capitalismo, su principal destino es precisamente ese: que la gente, toda la gente -pobre o rica- tenga cada vez más y más bienes y empleos. ¿Es «cruel» que el capitalismo provea a más gente de todas las cosas que necesita?
[1] Alberto Benegas Lynch (h). El juicio crítico como progreso. Editorial Sudamericana. Págs. 268-269
[2] Real Academia Española © Todos los derechos reservados
[3] Alberto Benegas Lynch (h) El juicio crítico…ob. cit. págs. 269-270
[4] Alberto Benegas Lynch (h) El juicio crítico…ob. cit. págs. 269-270
[5] Real Academia Española © Todos los derechos reservados
Fuente: www.accionhumana.com