De acuerdo a la información que puede leerse en los diarios, el gobierno estaría por iniciar un diálogo político con partidos opositores que, parece, se limitaría al Partido Radical. El mismo partido que, en las últimas dos oportunidades que sus candidatos llegaron a la presidencia, no dejó macanas por hacer, al punto tal que ni Alfonsín ni De la Rúa lograron terminar sus mandatos. La hiperinflación de Alfonsín y la incapacidad para gobernar de De la Rúa son los antecedentes que, aparentemente, se tendrían en cuenta desde el gobierno para iniciar el dialogo político. En fin, como dice el refrán: Dios los cría y ellos se juntan.
Ante la convocatoria de Kirchner, hace un par de días un dirigente radical se mostraba exultante por radio y sostenía que en una mesa debían sentarse a dialogar los partidos políticos junto con “las fuerzas de la producción y del trabajo” para afianzar la democracia. ¿Quiénes son las fuerzas de la producción? Obviamente algunas entidades empresariales. ¿Quiénes son las fuerzas del trabajo? Evidentemente los dirigente sindicales.
Ahora bien, ¿qué es lo que en última instancia está proponiendo este exultante político radical? Lo que está proponiendo es una forma de gobierno bajo el formato de corporativismo en un estado de pureza del 100%. ¿Por qué? Porque ningún ciudadano le dio mandato al presidente de alguna entidad empresarial o a algún dirigente sindical para decidir por su destino. Ni el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), ni el de la Cámara de Comercio, ni el de la Cámara de la Construcción ni los gordos de la CGT tienen derecho a decidir por 36 millones de argentinos cuál debe ser el futuro de cada uno de nosotros.
Si, como sostiene este pseudo demócrata radical, las fuerzas de la producción y del trabajo deben juntarse con el PJ y el Partido Radical para buscar soluciones a la crisis del país, la pregunta que surge es: ¿para qué votamos cada tanto con el objeto de elegir a nuestros representantes? ¿Para qué les pagamos el sueldo a los diputados y senadores? Lo que está proponiendo este pseudo demócrata es sustituir la democracia indirecta por el gobierno de las corporaciones. Esta práctica se llevó a cabo intensamente durante el gobierno de Alfonsín, a quien le encantaba hacer llamados grandilocuentes al diálogo con todos los sectores de la producción y del trabajo. El tiempo demostró que Alfonsín era muy bueno para hablar y muy ineficiente para gobernar.
Dado que he visto varias de estas grandilocuentes convocatorias al diálogo, es fácil imaginarse cómo se desarrollaría esta parodia. El representante de algunos productores nacionales pedirá la palabra y dirá algo así como: “necesitamos que el gobierno defienda la producción nacional, porque estamos siendo sometidos a una competencia desleal desde el exterior”. Y luego agregará, muy suelto de cuerpo: “las Pymes requieren de financiamiento a tasas más bajas que las actuales. El Estado debe proveer ese financiamiento”.
A su turno, el dirigente sindical pedirá “una recomposición de los salarios, y le exigirá al gobierno que, por decreto, establezca un incremento de los ingresos de los trabajadores”. Es muy probable que el funcionario de turno apruebe ambas mociones porque, en los dos casos, estará demostrando que tiene el poder de incrementar los salarios por decreto y asegurarle un mercado cautivo a los empresarios.
Mientras cada uno de los integrantes de ese “diálogo” declare ante los medios el esfuerzo que están haciendo para superar la crisis, remarcando su vocación democrática y compromiso con el país, el dirigente empresarial tendrá sus ojitos dándole vueltas con el signo pesos pensando en cómo va a expoliar a los consumidores a los que, bajo el pretexto de la defensa de la industria nacional, le va a vender basura a precio de oro. Al gordo del sindicalismo también le van a girar de alegría los ojitos con el signo pesos en el medio, pensando en los fondos que va a manejar con la plata que logre sacarle a la gente para las “obras sociales”. Y el funcionario político junto con el dirigente radical aparecerán ante las cámaras de televisión haciendo gala del diálogo constructivo que han logrado entre todos. Claro que se cuidarán de no mencionar que todos son solamente 20 oportunistas que especulan sobre la forma de quedarse con una buena parte del ingreso de los 36 millones de habitantes que no se sentaron a la gran mesa del diálogo nacional.
Así, gracias al esfuerzo de estos 20 oportunistas, el consumidor tendrá que comprar heladeras que se caracterizarán por no enfriar, el contribuyente tendrá que pagar impuestos para financiar el crédito barato que pidió alguien sin especificar quién tenía que hacerse cargo del costo y el trabajador seguirá cautivo de las obras sociales sindicales, aportando compulsivamente parte de su sueldo para que no le den nada a cambio.
En síntesis, esa gran mesa del diálogo puede terminar siendo un circo en el que nadie se ría, porque todos conocemos de antemano cuál es el número que va a representar cada uno de los payasos que la integrarán. © www.economiaparatodos.com.ar |