El costo de sustituir importaciones
El modelo de sustitución de importaciones ha sido nefasto para la economía argentina
Algunos por falso nacionalismo, otros por ignorancia y varios por vivos, insisten con el modelo de sustitución de importaciones como la panacea del crecimiento económico.
Los argumentos que se utilizan para tener un mercado cautivo y no competir son de los más variados. En algunos casos llegan hasta el ridículo. Por ejemplo, recuerdo que en los 90 el sector automotriz había conseguido un régimen especial por el cual había una serie de trabas para importar automóviles. Uno de los argumentos que se usaban era que Corea, importante productor automotriz, hacía dumping porque les pagaba poco a sus trabajadores.
Por un momento supongamos que este falso argumento hubiese sido cierto, ¿por qué también se aplicaba la restricción de importaciones de automóviles a los que se producían en Alemania, EE.UU., Inglaterra, Japón, Italia o Suecia, por citar algunos ejemplos? ¿Acaso esos países tenían sueldos de hambre que les permitía hacer dumping social como se sostenía en esos años? ¡Un disparate de argumento!
En rigor hasta el razonamiento de aumentar las exportaciones y disminuir las importaciones es falaz. Supongamos que el isleño A intercambia cocos por peces con su vecino el isleño B de la otra isla. Imaginemos que la tasa de cambio es un coco por un pez, es decir, el isleño A entrega un coco y recibe un pez a cambio del coco. Bien, ahora imaginemos que todos los meses A le manda a B 60 cocos, es decir, A exporta 60 cocos mensuales. Como B le paga con pescados, B le exporta a A 60 pescados mensuales o bien A importa 60 pescados mensuales.
Pero imaginemos que en la isla donde vive B quieren más cocos y le piden a A que les mande todos los meses 120 cocos en vez de 60. A va a estar feliz de la vida porque aumenta sus exportaciones de cocos, pero al mismo tiempo aumenta sus importaciones de pescados en 60 por mes. Ahora A exporta 120 cocos por mes y recibe como pago (importa) 120 pescados por mes. De lo anterior se desprende que, cuando uno quita el velo monetario, descubre que, finalmente, para poder exportar más inevitablemente hay que importar más. Esto es por definición así. No es si me gusta exportar más e importar menos. Por lógica económica, a mayor exportación más importación inevitablemente.
Si introducimos la moneda, lo que se hace es importar moneda que, al ser fungible, permite importar de otros lugares del mundo. En nuestro ejemplo, si existiera moneda, A podría importar menos peces y más de otros bienes de otras islas vecinas, pero siempre importaría más si exportara más.
Pero viene otro punto a ser considerado. Así como cada pez que le entregan a A es de su propiedad porque los cocos que exportó son el fruto de su trabajo, lo mismo ocurre cuando introducimos la moneda. Si A hubiese recibido oro a cambio de los cocos que exportó, ese oro sería de él y no del gobierno de la isla que habita.
En Argentina nos hemos acostumbrado a que quien exporta el fruto de su trabajo no es dueño de las divisas que recibe como pago. El estado se las expropia y, encima, a un precio menor al de mercado. El exportador hizo el intercambio de sus bienes por dólares y el estado lo estafó quitándole los dólares y entregándole algo que se llama pesos y que nadie en el mundo quiere. Y encima en el mercado la tasa de cambio es de $ 14 por cada dólar, pero el estado le entrega al exportador $ 8 por cada dólar. No solo lo confisca, directamente lo estafa.
Pero veamos los resultados del modelo de sustitución de importaciones. A principios de siglo XX, cuando la economía Argentina era abierta al mundo, había seguridad jurídica y llegaban capitales, las exportaciones argentinas representaban entre el 2 y el 3 por ciento del total de las exportaciones mundiales. Este proceso dura hasta 1950. Con el fin de la guerra y Europa destruida, las exportaciones argentinas mantenían un ritmo sostenido. Pero obviamente Perón hizo todo lo posible por destruir la economía argentina y a partir de la década del 50 se desploman las exportaciones como participación del comercio mundial hasta ubicarse en el 0,4% actual. Es decir, actualmente las exportaciones argentinas representan el 0,4% del total mundial. La sustitución de importaciones hizo que importásemos menos, pero también que exportásemos menos.
Para tener una idea de la pérdida de riqueza, inversiones, puestos de trabajo y bienestar de la población que generó este nefasto modelo de sustitución de importaciones, si hubiésemos mantenido el 2% de las exportaciones mundiales que tuvimos hasta mediados del siglo pasado, en 2013 se habría exportado U$S 376.000 millones en vez de los U$S 82.000 millones que exportamos. En rigor, ese número de exportaciones también fue truchado ya que se descubrió que exportamos algo así como U$S 76.000 millones cuando el INDEC le paso los datos a CEPAL. Es decir, “gracias” al modelo de sustitución de importaciones se exportaron U$S 300.000 millones menos de los que podríamos haber exportado de no habernos cerrado al mundo. ¿Cuántos puestos de trabajo y riqueza dejaron de crearse por exportar U$S 300.000 millones menos de nuestro potencial?
La típica respuesta que uno recibe cuando esgrime estos argumentos es que a principios del siglo XX se exportaban solo productos primarios, como si esto fuera un pecado mortal. Pero aun así, en 2013 los complejos exportadores más importantes fueron productos primarios y manufacturas de origen agropecuarias, es decir, alimentos. Solo el complejo oleaginoso, básicamente soja, fueron U$S 21.000 millones de exportaciones en 2013.
Nadie va a invertir y a mejorar la calidad de sus productos si no tiene competencia. Justamente lo que consigue el modelo de sustitución de importaciones, es bajar la calidad de los productos y alejar cada vez más al país del mercado exterior. Esto quiere decir que el modelo de sustitución de importaciones, más allá de ser un buen negociado para unos pocos vivos, genera baja productividad y, en consecuencia, menores ingresos reales y salarios reales más pobres.
Curioso. Los que se llaman a sí mismos progres, defienden la sustitución de importaciones, que es lo mismo que decir que defienden a unos pocos productores en perjuicio de los consumidores que son cautivos. Una forma muy particular de distribuir la riqueza.