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miércoles 12 de junio de 2013

El cumpleaños de Superman

El cumpleaños de Superman

Religión, inmigración y moral son lo que hace de Superman una figura quintaesencialmente estadounidense

Se han cumplido 75 años de la aparición de Superman, en el primer número de «Action Comics», la serie de libros de historietas de una compañía que pasaría a ser de Warner Bros. Pero sería más justo decir que Superman cumple 80 años, no 75. Porque fue en 1933 cuando los estudiantes judíos Jerry Siegel y Joe Shuster, que más tarde venderían los derechos a esa empresa, publicaron un cuento mimeografiado en el que el personaje aparecía por primera vez.

En la versión mimeografiada, Superman era el malo: un megalómano que quiere conquistar el mundo, al que sus poderes le resultan efímeros. Cinco años después, resurge como el héroe que conocemos, dispuesto a hacer cumplir el código moral y legal de una ciudad ficticia.

La razón de la perdurabilidad del personaje, pienso, es doble: expresa una esencia de la sociedad estadounidense pero también una capacidad para adaptarse a sus oscilaciones ideológicas.

Lo segundo es más obvio. Cuando nació, en tiempos de la Gran Depresión, Superman era más bien de izquierda: en la estela del «New Deal» de Roosevelt, luchaba por el pobre y contra el explotador capitalista. En la Segunda Guerra Mundial fue el enemigo de los «japanazis» (Goebbels, acusando el golpe, llamó a Stiegel, el creador, «mentalmente circunciso»). Hasta que, ya en la derecha, Superman pasó a ser el guardián de la paz mundial en plena Guerra Fría y promotor del «sueño americano». Más recientemente se ha insinuado en él una dimensión ecologista.

Lo esencial, en cambio, no es ni de izquierda ni de derecha. Reúne tres elementos que han incrustado a Superman en la psiquis de sucesivas generaciones estadounidenses. Uno es religioso. La religión es, junto con la libertad individual, el barro del que está hecho el país. En Superman hay algo de Moisés y de Jesús. En el muchacho al que sus padres sacan de su planeta, Krypton, para salvarlo y que llega a otra tierra, huérfano y con una misión, hay algo del profeta hebreo. En el hijo enviado por el padre a la Tierra a encarnarse en un hombre (Clark Kent), hay algo de Jesús.

El segundo elemento es la inmigración. Superman es inmigrante. Cuando el personaje fue creado, todavía era reciente la etapa, que va de 1870 a 1920, en que decenas de millones de europeos de muy distinto origen habían enriquecido y diversificado la composición del país. Que los creadores del superhombre fuesen judíos reforzaba la conexión, pues los judíos de Europa central y oriental habían sido parte sustancial de esa inmigración reciente. El trauma del Holocausto robusteció la dimensión del inmigrante en Superman.

El tercer elemento es el moral. Pocas sociedades llevan tan presente en su credo la antinomia del bien y el mal, y de la ley como su espejo. La idea original del superhombre es, por cierto, muy distinta: viene de Nietzche y su Übermensch, palabra que significa «más allá del hombre». Pero George Bernard Shaw, el primero que la hizo suya en inglés, la tradujo como «Superman».  En la versión germana, el «superhombre» es el que ha reemplazado a Dios, ya muerto, como fuente de valores; Superman, en cambio, no reemplaza los valores de Dios: los hace suyos en la tierra, defendiendo el código moral de la ciudad (la ficticia Metrópolis), cuya raíz es, aunque esto no se diga así, la tradición judeocristiana y que está presidido por las nociones de libertad y Derecho.

La idea de la devoción a algo más allá del mundo material es redentora; la idea de un espacio donde no importa el origen es igualitarista en el buen sentido de la palabra; por fin, la idea de un código moral al que la ley y las acciones de los hombres se someten es una idea que remite a la tradición tomista del derecho natural, en que la democracia liberal de Occidente basa parte de su evolución.

Por tanto: religión, inmigración y moral son lo que hace de Superman una figura quintaesencialmente estadounidense. El éxito universal de este personaje nos dice que no son valores exclusivos de los Estados Unidos y, tácitamente, que ellos tienen validez aún si este país se aparte de su propio credo.

Superman no podría ser el más perdurable de los héroes del cómic estadounidense si el ciudadano común, además de entretenerse con él, no intuyese algo de esto.

Fuente: http://www.eldiarioexterior.com