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viernes 17 de enero de 2014

El debate acerca del “tapering”: ¿podemos controlar el auge?

El debate acerca del “tapering”: ¿podemos controlar el auge?

En mayo de 1937, Fritz Machlup ofrecía una disertación en la Universidad de Minnesota en la que intentaba dar respuesta a esta difícil pregunta. En este artículo, recogemos la respuesta vertida por el autor, dada su relevancia para comprender la política monetaria que la Reserva Federal de EE.UU. viene desarrollando bajo la dirección de Ben Bernanke

Para dar un contexto a su artículo, entonces Machlup se encontraba analizando las políticas que el gobierno estadounidense y la autoridad monetaria venían practicando para intentar paliar el episodio económico más doloroso de la historia de EE.UU.. Lo que a continuación sostenemos es que el análisis causal del autor mantiene plena vigencia en lo que refiere a la crisis de 2008 y el intento por encontrar un camino de recuperación.

La respuesta de Machlup entonces implicó tres cuestiones: 1) ¿Sabemos lo que es un auge?, y ¿podemos claramente identificar una situación dada como un auge? 2) Si sabemos lo que es un auge, y también cómo identificarlo, ¿sabemos cómo puede ser controlado? 3) Si sabemos lo que es un auge, cómo identificarlo, y también cómo podría ser controlado, ¿somos capaces de aplicar nuestro conocimiento y llevar a cabo las medidas que consideramos adecuadas?

Ante la primera pregunta, Machlup confiesa que ante su persistente reclamo en favor de «detener el auge», una violenta protesta siempre emergía, señalando que no se trataba de un auge, sino de una leve recuperación. En tal sentido, Machlup advierte que entonces el auge era generalmente definido como «el período que conduce al colapso». Lo dicho enfrentaba un serio problema de lógica. Machlup señaló entonces que si llamamos «auge» al período que conduce al colapso, entonces —por definición— éste no puede ser controlado. Y es que si fuera controlado, entonces se argumentaría que no se trataba de un auge.

Machlup prefiere entones abandonar una definición que permita reconocer la situación sólo ex post, y sugiere que definamos al auge «como un incremento espectacular en la actividad económica, ya sea en algunas, en varias o en todas las partes del sistema económico». Tal aumento en la actividad económica, podría deberse a incrementos en los precios, a aumentos de volumen, o a una suba de ambos.

Machlup señala que la mayoría de las personas en 1937 aceptarían que un aumento en el volumen de la producción es visto como sano, mientras que un incremento en los precios, generaba preocupación. Nuestro autor, sin embargo, estaba en el pequeño grupo de los que extendían su escepticismo al auge en el volumen de negocios, fundamentando el mismo en la experiencia observada en la gran depresión de 1929, cuando el producto industrial o los contratos de construcción aumentaron fuertemente.

Tal distinción fue posiblemente lo que impidió a la mayoría de los economistas identificar el período de auge del último ciclo económico, el que podríamos enmarcar bajo el período 2002-2007. Para ser más precisos, tras la crisis de las punto com y una vigorosa recuperación de la actividad económica, acompañada de la estabilidad de precios, nadie advirtió que un proceso de mala inversión estaba tomando lugar.

Sin embargo hoy es reconocido que tal recuperación no era tal, sino más bien un período de auge cuyo origen encontramos en la política crediticia de la Reserva Federal y que el sistema bancario canalizó al sector inmobiliario, como consecuencia de las presiones que el poder ejecutivo y legislativo aplicaron sobre el sistema financiero.

Hacia fines de 2007, la crisis subprime se convirtió en un hecho que pocos pudieron anticipar. Entonces la receta keynesiana emergió con fuerza, fundada en las lecciones no aprendidas de la gran depresión de 1930. La política fiscal dio lugar a planes de estímulo que permitieron crear empleo. La política monetaria permitió duplicar dichos planes de estímulo para rescatar al sistema financiero. Y en poco tiempo la economía mostró algunos resultados exitosos. Y aquí está el debate en cuestión. ¿Se trata de una recuperación o de un auge?

Machlup nos enseña que no debemos mirar «sólo» los precios. Aún con estabilidad de precios, la economía puede estar creando una nueva burbuja o en los términos modernos de Roger Garrison «un auge insostenible». Pienso que pocos economistas negarán que tales resultados en la actividad económica y empleo tienen directo resultado en las políticas monetarias y fiscales mencionadas. Pero ahí comienza otro debate que identificamos con la segunda pregunta de Machlup: ¿Podemos controlarlo?

Veamos el análisis de nuestro autor: «Comencemos con una situación de gran desempleo. ¿Por qué hay trabajadores que desean trabajar al salario vigente, que no son contratados por los productores? Obviamente, porque estos últimos no esperan poder vender el producto de los trabajadores adicionales al precio que les permitiría pagar el salario de los trabajadores contratados. Dos modos tenemos, principalmente, para modificar esta situación. Una es la reducción del costo laboral (o de los costos de producción en general) que permite que los anteriores ingresos insuficientes que se obtienen por la venta del producto se conviertan ahora en ingresos suficientes para pagar su costo. La otra es un incremento en la demanda del producto, ya que se espera un mayor ingreso, el que entonces puede ocuparse de los salarios de los trabajadores que son contratados. Un incremento en la demanda de un producto que paralelamente no reduce la demanda por otro producto sólo puede originarse de un incremento en el dinero o el crédito disponible. En otras palabras, una expansión crediticia incrementa la demanda de productos y de medios de producción. Más dinero está disponible para comprar más trabajo a una tasa salarial dada —mientras que en la primera forma a la que nos referimos, un fondo de dinero dado podía comprar más trabajo a una menor tasa salarial. Ambas maneras incluyen, como regla, una reducción de la tasa salarial real, la primera a través de una reducción de la tasa salarial nominal, la segunda a través de mayores precios, lo que permite a una tasa salarial dada comprar menos bienes».

Resumiendo, Machlup menciona dos formas de resolver el desempleo. Aunque el primero es impopular, esto es, la reducción de los salarios, para nuestro autor es superior porque contiene menos gérmenes de desajustes posteriores. El segundo método, el de lograr mayor empleo por la vía de la expansión monetaria, es simple, efectivo en el corto plazo, pero distorsivo. Machlup explica que «hay inicialmente un acto de toma de préstamos —ya sea de parte de industriales privados que no pueden posponer por más tiempo ciertos desembolsos los cuales han sido demorados por varios años, o por el gobierno que no desea esperar hasta que la inversión privada se recupere y lleve a cabo obras públicas. Estas inversiones que constituyen demandas por bienes de producción, llevan nuevo poder adquisitivo a las manos de los consumidores, los cuales tienen ahora una demanda incrementada por bienes de consumo. El gasto de este dinero va a invitar a que se realicen más inversiones privadas. La inversión pública y la mayor inversión privada, ambas financiadas por nuevos créditos bancarios, forman una nueva demanda para los bienes de producción. Utilizado en la producción de bienes de producción, el nuevo dinero se convierte en ingreso de los factores de producción utilizados, i. e., trabajadores y propietarios de equipo. El ingreso incrementado va a constituir nuevamente demanda para más bienes de consumo. Y esto puede continuar como un proceso acumulativo». El problema que la literatura ha identificado ante tal escenario, es cómo mantener los tipos de interés por debajo de su nivel natural a lo largo del tiempo.

«Los optimistas», critica Machlup, «están inclinados a desechar ambos peligros. ¿Falta de capital liquido? ¿Tasas de Interés en aumento? Permitan que los bancos de la Reserva Federal manejen esta incómoda situación. Los bancos de la Reserva Federal pueden prevenir la rigidez monetaria suministrando a los bancos con reservas suficientes para una expansión adicional. ¿Inversiones decrecientes por parte de la industria privada? Dejen al gobierno que resuelva esto. Existen suficientes obras públicas buenas para ser emprendidas. La inversión pública puede llenar el espacio dejado por la inversión privada. Este optimismo es, desde mi punto de vita, inflacionismo. El programa significa nada más ni nada menos que esto: satisfacer todas las siempre crecientes demandas de capital por medio de la creación de nuevo dinero bancario; y hacer esto en forma abundante para evitar el aumento de las tasas de interés; o, si la demanda de inversiones privada cayera, financiar obras públicas por medio de nuevo dinero bancario: en otras palabras, seguir y seguir inflando la circulación monetaria. Estoy de acuerdo en que la crisis puede ser pospuesta a través de estos métodos, pero sostengo que no se puede escapar al colapso final. El mantener la tasa de inversión al nivel del auge significaría un continuo incremento en los medios en circulación. Las consecuencias de la inflación, sin embargo, eventualmente forzarían una caída en las inversiones la cual se impidió que sucediera en un momento anterior. La disminución de la tasa de inversión no parece ser evitable y el retroceso en la inversión, entonces, haría evidente que la expansión industrial durante el alza fue desproporcionada. La distribución de la demanda monetaria por el producto de diferentes industrias durante el periodo de expansión crediticia es diferente de la distribución de demanda luego de que la expansión crediticia se desacelere o frene. Es decir que una gran parte del sistema económico parece estar condenado a experimentar otra parálisis».

Bajo este análisis, Machlup advierte que «sí», sabemos como el auge puede ser controlado. Ahora podemos proceder con nuestro último interrogante, el cual se pregunta si somos capaces de llevar adelante las medidas que consideramos adecuadas. El control consiste en evitar una rápida expansión en el crédito y el circulante. ¿Cuán acelerada ha sido la expansión desde 2007? Los datos muestran que sólo entre septiembre de 2008 y enero de 2009 se ha duplicado la base monetaria. Pero además, la política de liquidez conocida como «alivio cuantitativo» siguió durante los años siguientes, con una tasa de interés en torno al 0 y el 0.25 % hasta el día de hoy. En estos últimos meses, sin embargo, comenzó a hablarse del «tapering», esto es, que la Reserva Federal reduzca el programa de compra de activos ante mejoras en la actividad económica y el mercado laboral. En diciembre pasado, a poco de dejar el cargo, Ben Bernanke decidió dar lugar al «tapering», sin desconocer que la situación sigue siendo delicada.

El optimismo de Bernanke lo conduce a esperar que el «tapering» siga avanzando gradualmente ante mejoras en el mercado laboral, sin embargo, otros analistas son mucho más pesimistas, apuntando al creciente desequilibrio fiscal. Estos analistas no dudan, que ante una pequeña alza en el desempleo, Janet Yellen -su reemplazante en el mando de la Reserva Federal- utilizará un arsenal de medidas para expandir aún más el crédito y sostener el auge.

Que el «tapering» continúe o no, y que en consecuencia la Reserva Federal pueda o no controlar este auge, es un desafío que como se muestra aquí se viene discutiendo desde hace décadas. No hay sólo un debate político y social detrás de estas políticas económicas, sino que también está en juego un debate académico fundamental: ¿Pueden los Bancos Centrales administrar correctamente el dinero? Personalmente pienso que hay mejores alternativas que el monopolio en la administración del dinero y del crédito.

Fuente: www.elcato.org