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lunes 25 de junio de 2012

El desafío de Moyano

El mejor amigo del líder camionero, es la inflación. Cuando el costo de vida aumenta todos los meses, personas como él tienen asegurado un grado de protagonismo ideal paara las negociaciones salariales. Otro factor que ayuda a Moyano es el malhumor social por la desaceleración de la economía, agravada por el papel de Guillermo Moreno y la “soberbia” de Cristina Kirchner.El mejor amigo de sindicalistas combativos como el líder camionero Hugo Moyano es la inflación. Cuando el costo de vida aumenta mucho todos los meses, personas como él tienen asegurado un grado de protagonismo que en épocas de estabilidad les sería inalcanzable, ya que nunca les faltan pretextos para reclamar la reanudación de las negociaciones salariales o para quejarse de la supuesta indiferencia del gobierno hacia las penurias de la gente. Asimismo, si no fuera por una tasa de inflación que está entre las más altas del planeta y que, para más señas, propende a aumentar, al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner le sería relativamente fácil salir airoso del conflicto con el jefe de la CGT que, además de tener que preocuparse por la actividad de rivales que esperan verlo reemplazado por uno de los suyos en las elecciones internas fijadas para el 12 de julio, corre el riesgo de terminar entre rejas, como el jefe bancario Juan José Zanola.

Aunque parecería que tanto Cristina como los halcones de su entorno están decididos a aprovechar su influencia en el ámbito judicial para terminar de una vez con la amenaza planteada por Moyano, una maniobra en tal sentido podría tener consecuencias desafortunadas. Con habilidad, el camionero ha logrado ubicar su confrontación con el gobierno en un terreno que lo favorece, el de la erosión del poder adquisitivo de amplios sectores por la creciente presión impositiva. Por motivos económicos evidentes, a un gobierno tan necesitado de dinero como el de Cristina le sería peligroso subir el mínimo no imponible, aun cuando le fuera dado hacerlo sin brindar la impresión de ceder ante Moyano, pero se trata de una causa que es innegablemente popular, razón por la que, en esta oportunidad por lo menos, los camioneros cuentan con el apoyo de muchos gremialistas de izquierda y de personajes como el gastronómico Luis Barrionuevo, todos expertos en el arte de organizar movilizaciones ruidosas. Asimismo, abundan los asalariados de clase media que se creen víctimas de una política impositiva que a su juicio es sumamente injusta.

Otro factor que ayuda a Moyano es el malhumor social atribuible no sólo a la desaceleración abrupta de la economía que se ha visto agravada por el activismo frenético del secretario de Comercio Guillermo Moreno sino también a la “soberbia” atribuida a Cristina y a los militantes de La Cámpora que están procurando apoderarse de las estructuras del movimiento peronista. Muchos que siempre se han opuesto a la rama sindical del peronismo por temor al autoritarismo y el matonismo que forman parte de su ADN quieren que Moyano consiga limitar el poder de quienes se afirman resueltos a “ir por todo” desempeñando un papel que en buena lógica debería ser el de la oposición política. Así las cosas, por improbable que parezca, el camionero disfruta del apoyo coyuntural de sectores que, hace apenas un año, criticaban a los kirchneristas por haberlo ayudado a acumular demasiado poder.

Era de prever que, a raíz del deterioro de la situación económica, se agitaría el frente laboral. No lo era que en el primer año de la segunda gestión de una presidenta reelegida con el 54% de los votos se produciría una ruptura tan dramática con el jefe de la CGT como la que acaba de darse. En vista de las particularidades de dos protagonistas que, como es notorio, son personas llamativamente autoritarias y poco habituadas a respetar las reglas propias de la democracia, impedir que el conflicto que se ha desatado provoque serios daños económicos, sociales y políticos no será del todo sencillo. De ser la Argentina un país con instituciones fuertes, una confrontación entre un gobierno que enfrenta una etapa de vacas flacas y un sindicalista notorio por su agresividad no motivaría mucha alarma, ya que las disputas de esta clase serían consideradas normales, pero en el país que efectivamente existe sería poco realista suponer que no hay ningún riesgo de que estallen batallas campales entre los camioneros y sus aliados por un lado y los oficialistas, acompañados por gendarmes y policías, por el otro. Mal que nos pese, la rebelión de Moyano contra “la soberbia” de Cristina hace temer que los próximos meses resultarán ser todavía más agitados de lo que era legítimo suponer apenas una semana antes.

Fuente: RioNegro.com.ar