El dirigismo
Aunque parezca mentira, existen aun en nuestros días personas que creen que vivimos en una sociedad capitalista y/o individualista, por lo que será oportuno dedicar algunas palabras a este tema, con miras a despejar nuevamente (como ya hiciéramos otras veces) ese tremendo error
Hay en tal sentido, numerosos indicadores que señalan con precisión que nuestro sistema político-económico es dirigista y no capitalista ni individualista, lo que se desprende -en primer lugar- de la propia noción del término individualismo:
Individualismo: El individualismo no es en sí una escuela filosófica sino una corriente de pensamiento que ha hallado su expresión en autores de diversas épocas. Se opone, básicamente, al colectivismo, en el sentido de que considera al individuo, y no a la sociedad, como fundamento de las leyes y de las relaciones morales y políticas. El individualismo, en economía, reconoce el valor y la legitimidad de la propiedad privada, aboga por un sistema competitivo de libre mercado y recusa la idea de que la sociedad pueda desarrollarse adecuadamente mediante un control político o un plan económico deliberado. Se opone por lo tanto a toda clase de dirigismo estatal o de planificación central y afirma, con Adam Smith, que el interés social se sirve mejor si cada individuo persigue su interés individual.»[1]
No hace falta examinar mucho la realidad que nos circunda para darnos cuenta que casi todo el mundo considera a la sociedad, y no al individuo, como fundamento de las leyes y de las relaciones morales y políticas. Así como tampoco se reconoce el valor y la legitimidad de la propiedad privada, ni se aboga por un sistema competitivo de libre mercado y menos todavía se «recusa la idea de que la sociedad pueda desarrollarse adecuadamente mediante un control político o un plan económico deliberado», sino que ocurre todo lo contrario, de donde se deriva que por doquier campea «toda clase de dirigismo estatal o de planificación central». El dirigismo es pues lo opuesto al individuo «como fundamento de las leyes y de las relaciones morales y políticas», al «valor y la legitimidad de la propiedad privada» y a «un sistema competitivo de libre mercado», entre otras cosas. Vale la pena que nos detengamos en el propósito de «un control político o un plan económico deliberado» como característica del dirigismo, para lo cual será muy oportuno reparar en la siguiente aserción:
«Desde sus primeros pasos los estudiantes de economía son introducidos en la economía matemática y de ahí en más se los somete a una lectura intensiva de artículos y libros que exponen distintos modelos matemáticos, según la corriente de moda y los “avances” logrados en su perfeccionamiento. Al terminar la carrera el estudiante se ha convertido en un “modelo” de economista dirigista. Los que llegan a ocupar un puesto público relevante tratarán de aplicar alguno de los irreales modelos matemáticos a la realidad (los más sagaces inventan modelos propios). Comienzan, entonces, a manipular tasas de interés, tipos de cambio, aranceles, encajes bancarios, precios, salarios, etcétera, a la luz de lo que sus modelos les anticipan que ocurrirá (con cierto desvío estándar). El grado de dirigismo puede variar desde los que creen que hay que manipular todas las variables hasta los que creen que sólo hay que controlar una (por ejemplo, la oferta monetaria según alguna “regla” que el modelo recomiende). También dentro del mismo grado de dirigismo puede variar el “tipo” de intervención; algunos piensan que hay que controlar las variables A, B y C y otros las W, Y y Z. La combinación de todos los grados y tipos de dirigismo arroja una gran cantidad de “experimentos” posibles para poner en práctica.»[2]
Resulta claro pues que todo esto que observamos en la realidad de nuestros días se opone a cualquier noción de individualismo o de capitalismo (conceptos estos que si bien no son estrictamente hablando sinónimos, son sin ninguna clase de duda, complementarios e inescindibles: el capitalismo es individualista, de la misma manera que el individualismo es capitalista:
«El individualismo, como término del lenguaje corriente, es muchas veces un sinónimo de egoísmo despiadado o de aislamiento con respecto al grupo. No es ese, sin embargo, el contenido que asume para la ciencia económica: se entiende en ésta que el individuo, limitado naturalmente por un marco normativo adecuado, puede y debe perseguir libremente sus intereses y que, al hacerlo, desplegará su iniciativa y su creatividad, procurando maximizar sus beneficios. Para que esto ocurra, sin embargo, deberá producir algún bien o servicio que los demás valoren, de modo tal que encontrará su retribución económica sólo si ajusta sus acciones a los deseos de los otros individuos. Esta relación entre personas independientes, pero intensamente relacionadas entre sí, constituye el verdadero fundamento del mercado, entendido como marco donde se producen los intercambios entre los diferentes individuos de una sociedad.»[3]
En el dirigismo actual, el individuo no sólo está limitado «por un marco normativo adecuado» sino que -además de esto- es dirigido por el gobierno de turno en cuanto a sus acciones políticas, jurídicas y económicas, tal como sucede en nuestros días y desde hace décadas. El campo de elección y de acción del individuo de hoy, se encuentra constreñido al máximo por los gobiernos dirigistas contemporáneos. Ello sin contar que, la mayoría de los marcos normativos lejos están de ser «adecuados», sino que son cada vez en mayor medida altamente opresivos, al punto de reducir y hasta anular en el individuo toda «su iniciativa y su creatividad procurando» minimizar «sus beneficios».
De donde, no se advierte cómo es posible –excepto supina ignorancia o mala fe- que existan personas con «estudios» y «grados universitarios» que crean «seriamente» que «vivimos» en una sociedad «individualista» o «capitalista». En cualquiera de ambos casos, se denota que sus conceptos están muy pervertidos.
[3] C. Sabino, Diccionario….ob. cit. Ídem.