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jueves 31 de agosto de 2006

El ejemplo que viene del Este

Los países del este de Europa fueron los artífices de verdaderas revoluciones fiscales que lograron verdaderos milagros de reforma impositiva basada en tres principios: simplificación extrema de normas y alícuotas, rechazo de la multiplicidad de impuestos y derogación de la progresividad fiscal.

No hay duda alguna de que los pueblos deben soportar distintas clases de gobernantes, que ellos mismos votan. Los incapaces, que no tienen aptitudes para conducir el timón del Estado ni entender el sentido profundo de su misión. Los escépticos, que dudan de todo y se limitan a dirigir rutinas administrativas desprovistas de todo espíritu. Los inescrupulosos, que sólo buscan su ventaja personal y no tienen preocupación por obrar honrada ni justamente. Los demagogos, que tratan de perpetuarse en el poder halagando las veleidades de la mayoría. Los estadistas, que saben ver claro, apreciar lo verdadero y reconocer lo justo, y hacen nacer en el seno del pueblo la emoción y el encanto sincero por cooperar en una empresa común.

Sólo estos últimos son capaces de alcanzar la grandeza de ser humildes y, con la fuerza que les brinda el espíritu de servicio, llegan a realizar verdaderas hazañas o hechos memorables que quedan marcados para siempre en la memoria de sus pueblos.

Claro es que no abundan mucho, porque ahora el resentimiento, la prepotencia, la claudicación, la mentira y el soborno parecen formar parte de los pilares del poder. Por eso mismo, debemos destacar algunos ejemplos que vienen del Este y más precisamente de Europa oriental.

La doble imposición

Cuando los sectores de intereses, protestan por la excesiva presión fiscal, generalmente utilizan el argumento de la doble imposición sosteniendo que no es justo gravar dos veces la misma fuente. Esa crítica parte de una vieja doctrina formulada en 1848 por John Stuart Mill denominada “teoría de la doble imposición al ahorro”. De acuerdo con ella, “si alguien obtiene cierta renta en una actividad comercial y le cobran impuestos, soporta un primer nivel de imposición sobre la renta. Pero si ahorra una parte y la invierte en títulos o papeles financieros que le rinden intereses, y le cobran impuestos sobre esos intereses, le estarían gravando dos veces la misma renta y desalentarían el ahorro. Entonces, la solución es que las rentas financieras no sean sometidas a tributación y sólo se graven las rentas de actividades reales y del trabajo”.

Sin embargo, esta visión parcial impide ver el efecto acumulado del sistema impositivo sobre la base tributaria final: los ingresos monetarios de las personas físicas.

Efecto global inadvertido

Si dejamos de lado la visión sectorial y adoptamos el enfoque global de la fiscalidad, nos daremos cuenta de que en Argentina existe una cuádruple imposición, ya que sobre una única fuente se acumulan impuestos en cuatro oportunidades:
1ª. cuando ganamos ingresos,
2ª. cuando gastamos esos ingresos ya gravados,
3ª. cuando usamos los bienes comprados con ingresos gravados,
4ª. cuando guardamos esos mismos bienes más de un año.

Entonces, la suma de esta cuádruple imposición lleva la fiscalidad a niveles confiscatorios sin que pueda alegarse este hecho expropiatorio buscando protección de la justicia.

El pecado tributario original

La falta de una visión global nos provoca una percepción deformada de la realidad fiscal porque impide reconocer que estamos llegando a extremos insoportables: retenciones que se ponen y sacan; rentas presuntas que no se producen; ganancias ficticias determinadas por efecto de la inflación de precios; intentos de establecer impuestos sobre la renta financiera; ridículas tasas municipales de abasto que funcionan como aduanas interiores; impuestos a los afiches comerciales, a las etiquetas de envases, a logotipos de tarjetas de crédito y a la publicidad de marcas en supermercados.

El pecado original de esta parafernalia fiscal se encuentra en la reformulación de la teoría que Richard Musgrave elaboró para sortear la crítica de John Stuart Mill sobre doble imposición. Consiste en “aconsejar a los gobiernos que adopten la teoría de la multiplicidad de impuestos, tasas y contribuciones en distintas fuentes, desiguales circunstancias y diferentes jurisdicciones, a fin de gravar diversas manifestaciones de riqueza sin levantar resistencia, para lo cual cada tributo no debiera superar el límite técnico del 25 %”.

La reacción académica

Frente al avasallamiento de esta treta fiscal surgió la reacción académica. James M. Buchanan, premio Nobel de Economía en 1986, demostró contundentemente en sus dos libros “El poder fiscal” y “La razón de las normas” que “los órganos políticos y las instituciones del Estado no siempre funcionan en la dirección correcta porque están integrados por individuos tanto o más ambiciosos e inescrupulosos que los demás seres humanos. En tal caso, la teoría y la práctica de la multiplicidad fiscal sin límites induce al Estado a dejar de ser el “déspota benévolo” de los tratadistas de finanzas públicas para transformarse en el monstruoso “Leviatán” que todo lo devora y que tiende inexorablemente a absorber toda renta privada, cualquiera sea su signo de izquierda, de derecha o de centro”.

El milagro que viene del frío

Los países del este de Europa son considerados países fríos, pero desde 1997 produjeron las más cálidas revoluciones y lograron verdaderos milagros de reforma impositiva basada en tres principios:
1º. la simplificación extrema de normas y alícuotas,
2º. el rechazo de la multiplicidad de impuestos,
3º. la derogación de la progresividad fiscal.

Estos tres principios se cristalizaron en el sistema Flat-Tax y quien encabezó esta revolución fue Mart Laar, premier de Estonia, cuyas palabras al promulgarlo desearíamos que alguna vez fueran pronunciadas por algún presidente argentino: “El valor más grande del gobierno es el respeto a la ley. Ahí radica la legitimidad de su autoridad. En nuestro país debe funcionar la policía, los tribunales tienen que ser rápidos y justos, hay que garantizar el derecho de propiedad y asegurar el cumplimiento de los contratos. La reforma del Estado viene después de una profunda reforma impositiva. Estos cambios pueden no producir popularidad entre la gente, pero eso no importa. Lo más importante es convencer a las personas para que cambien, que acepten tener responsabilidades individuales y que no pueden sentarse esperando la ayuda del Estado como siempre lo habían hecho. ¡Después vendrán las elecciones!”.

El coraje y la visión de Wladimir Putin

Viendo lo que ocurría en el ex dominio soviético de Estonia, el presidente ruso hizo lo mismo. Después del default y la reestructuración de la deuda, Wladimir Putin dispuso la reforma impositiva del Flat-Tax con un éxito enorme.

La deuda defaulteada de u$s 31.850 millones se reestructuró a 25 años con quitas del 36% y una adhesión del 98%. Compró todos los bonos hold-outs y no tuvo ningún juicio de embargo. En 18 meses pudo volver a los mercados colocando deuda sólo para proyectos energéticos y restauración turística de las catedrales bizantinas y los palacios del zar. Canceló préstamos del Fondo Monetario Internacional por u$s 28.078 millones y, recientemente, completó el pago total de u$s 23.740 millones al Club de París. Desde hace 7 años, Rusia crece a una tasa media del 9,2 %, repatrió capitales, el ingreso per cápita de la clase media se duplicó y pasó de u$s 8.021 (año 2001) a u$s 16.205 (año 2006) y San Petersburgo es la sede del poderoso grupo G8.

En qué consiste el Flat-Tax

El Flat-Tax de Rusia es un sistema impositivo que reemplaza la vieja teoría de la multiplicidad y superposición de impuestos. Su objetivo explícito consiste en evitar que los sectores de clase media y clase baja sean empujados a elegir entre pagar impuestos abultados o trabajar en la clandestinidad y establece sólo dos impuestos que sustituyen los múltiples tributos mediante la imposición de una tasa plana del 13 % a personas físicas y a las transacciones comerciales quienquiera sea su titular.

El Flat-Tax a las personas físicas se delega a los municipios donde ellas fijan domicilio real porque allí se conoce su verdadero nivel de vida, mientras que el Flat-Tax a las transacciones se reserva a la jurisdicción del Estado Nacional para evitar la doble imposición y las aduanas interiores. Las provincias coparticipan impuestos con los municipios y la Nación.

El aspecto más contundente de este sistema es que, al evitar la imposición soterrada sobre el gasto y el consumo, permite la instantánea mejora en la distribución de ingresos porque las personas de pocos recursos no pagan ningún impuesto directo ni oculto, alienta la creación de puestos de trabajo, favorece la competitividad internacional de la industria local y fomenta el desarrollo de una intensa actividad interna para producir insumos intermedios con mercados completamente abiertos a todo el mundo.

Debemos descartar que el análisis de este sistema interese al Gobierno porque ha dado suficiente muestras de que su proyecto se basa en un dólar recontralto, salarios y jubilaciones deprimidas en dólares, cierre de la economía, feroz recaudación fiscal y reparto de subsidios para comprar voluntades.

Pero ¿no habrá algún candidato de la oposición que tenga el coraje y la clarividencia intelectual suficientes para proponer al pueblo una revolución tan profunda como la que implica el Flat-Tax y todos podamos vivir más dignamente? © www.economiaparatodos.com.ar

Antonio Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario.

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