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jueves 9 de abril de 2009

El Estado de Derecho como mera ficción

La permanente simulación es el camino elegido por los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela.

Del dicho al hecho

El notorio giro hacia la izquierda evidenciado en América Latina a lo largo del último quinquenio ha transitado hasta ahora por dos andariveles, absolutamente distintos.

Uno relativamente serio, aunque -como todos- con sus más y con sus menos. Moderno, tolerante, sereno, abierto, transparente, ordenado y en general respetuoso del Estado de Derecho. Este ha sido, por ejemplo, el camino transitado por Brasil, Chile o Uruguay.

Otro, el llamado “bolivariano”, donde todo es caos y puede presumirse la mentira; los engaños de todo tipo son constantes; el resentimiento es muy profundo; el impulso a la lucha de clases es permanente; la corrupción aparece extendida; la opacidad es normal; la siembra de odio es abierta; la “crispación social” es constante; los ataques a los medios de comunicación masiva independientes devienen normales; y las amenazas se convierten en un “instrumento” de la política, al que se recurre sin cesar.

En este segundo andarivel, el Estado de Derecho es sólo una ficción. Todo se finge, es decir se simula, despinta o aparenta. Todo. Este es el camino que ha sido elegido, por ejemplo, por los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela.

En esta tan particular “variante” de la izquierda, los Parlamentos son meros “sellos de goma”. Sin debate aprueban lo que se les envía desde el Poder Ejecutivo con instrucciones de “no cambiar ni una coma”. Delegan -felices- sus principales facultades constitucionales al Poder Ejecutivo, sin siquiera chistar. Y a esto denominan, sin pudor alguno, “disciplina partidaria”.

Peor, la justicia no es ni independiente, ni imparcial, y es utilizada desde el poder para presionar -de mil maneras- a todo aquel que lo desafíe.

El Poder Ejecutivo lo sabe todo. No admite el disenso. El “discurso” es único. Y el fraude y la deshonestidad constantes. Para hacer las cosas más duras, la prensa es objeto de ataques sistemáticos y desde el poder se crean verdaderos aparatos de comunicación que, obsecuentes, alimentan el culto a la personalidad de los líderes y martillan la ideología que se predica, noche y día, desde el poder.

La vida en este segundo escenario es bien difícil, para todos. Propios y ajenos. La paz social se destruye conscientemente, con el propósito de generar una sensación generalizada de “conflicto permanente” que sirva a la vez de cortina de humo para la corrupción y de biombo para los desaciertos. Los líderes se enriquecen a la manera de la mafia, de mil maneras, y se aferran al poder, pretendiendo que ellos, y sólo ellos, son capaces de conducir a sus respectivos países hacia el futuro. La pobreza se generaliza y las declamaciones y la retórica ensordecedora no se traduce en hechos, ni en realidades. La postergación, como en Cuba, deviene la tremenda realidad. Todos son anuncios, sin que las realidades consiguientes los sigan.

Una de las preocupaciones de estos regímenes es la de lograr y mantener un clima de total impunidad. Para todos quienes están en el poder. Para ello desnaturalizan todos y cada uno de los mecanismos de control, aparentando siempre que funcionan, cuando lo cierto es que están en manos de meros muñecos, que solo hacen lo que se les instruye desde arriba. Parientes, esposas y amigos reemplazan a los funcionarios independientes, a los que se remueve sistemáticamente de sus lugares, con todo tipo de presiones.

Lo que, por ejemplo, sucede en el Consejo de la Magistratura, la Auditoría, las oficinas públicas que están a cargo de investigar la corrupción y hasta con los mismos fiscales, en la República Argentina es realmente escandaloso; pero un manto de ficción, esmeradamente bordado, disimula siempre las cosas y engaña a todos quienes carecen de la inmediatez necesaria para advertir lo que efectivamente sucede.

De horror, como realidad. Porque supone un inevitable tobogán hacia la inmoralidad, con frecuencia alimentado por el creciente poder del narcotráfico, a la manera de las FARC, aunque con algún mayor disimulo.

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Un ejemplo de todo esto es lo que acaba de suceder en la administración de Evo Morales, plagada de episodios -tan sonoros como enormes- de corrupción extendida.

Mediante Decreto Supremo 0058, el gobierno boliviano concedió un “interinato”, por plazo indefinido, al diputado del MAS (el Movimiento al Socialismo, el partido del oficialismo de Evo Morales) Gabriel Herbas, un incondicional de Evo Morales, para que continúe al frente de la Contraloría General de la República de Bolivia, una entidad pública autárquica. El ha quedado así a cargo de señalar las responsabilidades penales y administrativas de los funcionarios públicos. Aquello del “zorro en el gallinero” hecho realidad.

Osvaldo Gutiérrez, el verdadero Contralor, ha sido suspendido por decisión de la Cámara de Diputados, dominada por el MAS. El Senado lo restituyó en su cargo, pero ha sido impedido de entrar a las oficinas que le corresponden. La suspensión fue por noventa días, sin que la Cámara Baja tenga competencia alguna para hacerlo, lo que es solo un “detalle”. El principio de “legalidad” no existe para la administración de Morales. Lo que importa es la voluntad del líder, lo demás es prescindible. Inclusive el estado de derecho, según queda visto una vez más.

La designación de Herbas se justificó (“para la galería”) alegando que “el Presidente de la República puede efectuar designaciones interinas en circunstancias que el interés nacional lo requiera y justifique”, o sea cuando quiera y se le de la gana.

Lo cierto es que la facultad puede ejercerse solamente en tres casos precisos: la muerte del Contralor; su renuncia; o cuando el Congreso Nacional no puede sesionar o está disuelto.

La moraleja es clara. No importa cómo, pero hay que garantizar, a toda costa, la impunidad de los gobernantes.

Lo que es grave cuando la sombra de la corrupción, como lo prueba el caso de YPFB, la empresa estatal de hidrocarburos del país del altiplano, todo lo cubre.

Así es la realidad. Lo que se muestra es apenas un espejismo cuidadosamente diseñado para que todo luzca “legal”, cuando la realidad es muy otra.

Incoherente postura de Cristina Kirchner

En la reciente “gira” presidencial -emperifollada, como es habitual y transportada por un enorme “Jumbo” de la ahora estatal “Aerolíneas Argentinas” (que pierde millones de dólares por día)- nuestra Presidente, Cristina Fernandez de Kirchner se levantó inesperadamente de la sala en la que “participaba” en la poco trascendente “II Cumbre de Jefes de Estado de Países Árabes y de Latinoamérica”. Esto ocurrió cuando el cuestionado Jefe de Estado de la teocracia sudanesa, Omar al-Bashir, se acerco al podio, para, desde allí, hablar a sus pares.

El “gesto” de nuestra Presidente, mas allá de la notoria descortesía al dueño de casa, supone que ella realmente no puede estar “bajo el mismo techo” con alguien acusado de haber cometido violaciones a los derechos humanos de su pueblo y de haber sido directamente responsable de toda suerte de “crímenes de guerra” (delitos de lesa humanidad en tiempos de conflictos armados internos) cometidos en la región de Darfur, por los que pesa sobre sus hombros una conocida “orden de detención”, emitida por el “Tribunal Penal Internacional’, que sin embargo no parecería preocupar demasiado a los países árabes.

Puede quizás que esto sea así. Pero, de serlo, es un fenómeno que aparece solamente cuando la Presidente esta en el exterior. En casa, las cosas son, en cambio, muy distintas. La Presidente de los argentinos no tiene empacho alguno en rodearse de personas que, protegidas por una amnistía claramente ilegal para el derecho internacional, podrían haber cometido ese mismo tipo de delitos en el transcurso de la década de los 70. Esto es “crímenes de guerra” que son, en rigor, “delitos de lesa humanidad” cometidos durante un “conflicto armado interno”.

Algunos de ellos son funcionarios públicos de jerarquía. Otros son legisladores. Y hasta podría haber algún embajador que, si fuera investigado judicialmente, quizás caería, él también, en la “volteada”. Todos la frecuentan sin problema alguno y parecerían gozar de su cercana amistad.

Una cosa entonces es de la frontera “para afuera” y otra, bien diferente, de la frontera “para adentro”. Dos “varas” distintas. Dos conductas. Dos actitudes. Dos caras. Lo de la Presidente, es por esto incoherente, como postura. Como tantas cosas. Además, como actitud, es cínica.

Por la misma razón, la Presidente, a estar a las noticias difundidas por sus numerosos “corifeos”, no apareció tampoco al tiempo de tomarse la fotografía de los mandatarios presentes. Pese a que esto es ya una vieja costumbre, algunos dicen que esta vez estuvo ausente por la misma razón “ideológica” que la impulsara a levantarse de la sala de sesiones, en dos palabras, por no “soportar” a Bashir.

Otros, presumiblemente algo mas conocedores del personaje en cuestión, sugieren que no es imposible que “se haya escapado de la sala” para salir de una vez a “hacer algo de shopping”. Ir de compras, entonces. Pobre mujer. En algo hay que gastar los recursos que uno tiene, particularmente cuando son abundantes. ¿No es cierto?

Daniel Ortega sigue haciendo de las suyas

Los líderes mas dilectos del llamado “progresismo” latinoamericano siguen activamente haciendo “de las suyas”. Veamos dos de sus más recientes “realizaciones”.

La primera tiene que ver, cuando no, con Hugo Chávez. El caribeño acaba de invitar oficialmente a visitar Venezuela nada menos que a Omar al-Bashir, el Presidente de la teocracia sudanesa, contra quien pesa ciertamente una notoria “orden de detención” emanada del Tribunal Penal Internacional, por su responsabilidad en los crímenes de guerra (delitos de lesa humanidad cometidos en tiempos de conflictos armados internos) y violaciones de los derechos humanos de la sufrida población de la zona de Darfur, al oeste del país, cerca de la frontera con Chad. Si se violan sistemática y masivamente los derechos humanos o las libertades civiles o políticas de un pueblo, no importa, dice Chávez. Pecado venial, para él. A contramano de la historia. Y del derecho. Tampoco importa, porque Chávez parece creer que el derecho es él mismo. Horrendo.

La segunda se refiere a la conducta de la Nicaragua de Daniel Ortega. Ese país acaba de hacer fracasar la VII ronda de negociaciones entre Centroamérica y la Unión Europea. De perjudicar a los demás, entonces. Como siempre, sin mayores miramientos, ni remordimientos. El proceso se retrasará ahora por lo menos seis meses más. Nicaragua había sugerido que se conformara un “Fondo Común Económico y Financiero”, de nada menos que 80 billones de dólares. Por supuesto que el 90% de esa montaña de dinero debía (en la visión de Daniel Ortega) ser integrado por los europeos y el 10% por los centroamericanos. Entre ellos Nicaragua, que seguramente habría de “pedalear” sus compromisos. Lo cierto es que era quimérico pretender que cada país de la región dispusiera para esto de unos 1.600 millones de dólares. No los tienen, simplemente.

Como la idea no caminó, por absurda, la delegación de Nicaragua se retiró de las conversaciones, sin aviso previo. Hizo las valijas y se fue del Hotel Intercontinental de Tegucigalpa, silbando bajito. Así respondieron a la orden de Daniel Ortega, que la justifico diciendo que “nos quieren imponer un tratado en el que los tiburones se van a comer a las sardinas”. Un poeta, el hombre.

Los demás participantes, bastante mas educados, solo “deploraron” la actitud de los sandinistas en un escueto comunicado. ¿Que otra cosa podían decir?

Ortega, mientras tanto, salía de gira sin autorización de su Congreso, como manda la Constitución. Primero visitará Cuba y Venezuela, para mimetizarse bien, seguramente, y de allí (descansado) partirá para Trinidad Tobago, para asistir a la Cumbre de las Américas que allí tendrá lugar y que esperamos no va a incluir desmanes e insultos y descortesías a los invitados, como los ocurridos en Mar del Plata, sede de la “Cumbre” anterior, ante la sonrisa complaciente y mirada esquiva de Nestor Kirchner, entonces anfitrión.

La mayoría de Ortega en el parlamento le garantiza la inmunidad, pero no lo obliga a cumplir con la ley. Ese es un mero detalle, desde que para él, como hemos dicho, la ley es apenas lo que circunstancialmente quiere el Presidente, esto es, él mismo.

La Cancillería de Nicaragua, consultada que fuera por el diario tradicional de Managua “La Prensa”, informó insólitamente que “desconocía los detalles del viaje”. Notable. Pero así es el “progresismo”, al menos en algunas de sus versiones vernáculas mas destacadas. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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