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jueves 6 de abril de 2006

El estancamiento francés

Las protestas francesas demuestran el notable grado de confusión e ignorancia que existe con respecto a cuáles son las causas de la desocupación en Francia. Lo cierto es que el estancamiento de ese país continuará si no se reforman las bases del funcionamiento económico, y sobre todo, el modelo de vida de la sociedad francesa.

Las recientes protestas y huelgas que ocurren en Francia a raíz del proyecto denominado del “primer empleo”, que permite contratar a personas de hasta 26 años por dos años y poder despedirlos sin costo alguno, nos muestran el notable grado de confusión e ignorancia que existe en esa sociedad, y también en gran parte de Europa, con respecto a cuáles son las causas de la desocupación en Francia –ubicada entre un 9 y un 10% hace varios años– y también de por qué la economía se encuentra estancada desde hace largo tiempo.

Los manifestantes y personas que están en desacuerdo con este proyecto afirman que ello atenta contra la estabilidad laboral y que, en todo caso, los nuevos empleos que se crearán serán muy precarios, condicionando así a futuro los beneficios de un trabajo digno, estable y perdurable en el tiempo. Pero lo que se debe analizar son las causas de la actual situación del mercado laboral francés para poder proponer soluciones que tiendan a resolver el problema.

La principal razón que se encuentra detrás de ello es una economía sobrerregulada y con un altísimo nivel de gasto público –que llega a casi el 50% del PBI- y que coarta toda posibilidad de generar nuevas inversiones y emprendimientos que le den dinamismo a una economía virtualmente parada, que no retrocede, pero que tampoco avanza. El alto nivel del gasto estatal ha conllevado a Francia a incumplir las metas de déficit fiscal estipuladas por el Tratado de Maastricht desde el año 2002. Uno de los condicionantes del gasto público francés son los altos beneficios que otorga la seguridad social y de la cual el seguro de desempleo es una parte fundamental. Muchos de los que han quedado desempleados optan por recibir un seguro que es lo suficientemente alto como para no tener la necesidad de buscar un nuevo empleo. Tampoco se les presentan muchas oportunidades, ya que el mercado laboral está muy regulado. Indemnizar a un trabajador con mucha antigüedad tiene un altísimo costo y la semana laboral de 35 horas ha contribuido a restarle productividad al trabajador.

Pero el modelo de sociedad francesa ha contribuido en demasía con esta situación. Muchos piensan aún en una concepción estática del trabajo, reflejo de lo que fue la sociedad industrial, en donde las personas tenían pocos empleos, pero muy estables, que les garantizaban cierto nivel de vida y beneficios sociales en su etapa post-laboral. Pero ese modelo, clásico del Estado de Bienestar, ha sufrido modificaciones en todo el mundo y hoy es el condicionante del estancamiento francés. El miedo al cambio actúa como una barrera para el progreso. Cualquier político que proponga alguna reforma a este sistema no obtendrá la aprobación de los franceses, tal como lo estamos presenciando.

Sin dudas los lemas de libertad, igualdad y fraternidad son los objetivos permanentes de la sociedad francesa –aunque este último hoy no se da en plenitud-. Pero la libertad y la igualdad no pueden repartirse en formas iguales. Si una sociedad quiere ser más igualitaria, deberá resignar grados de libertad, ya que deberá sacarles ingresos a unos para dárselos a otros, afectando derechos. Y si una sociedad quiere ser más libre, resignará entonces posibilidades de igualdad, por lo que habrá personas con más creatividad e innovación que otras –que generarán mayor riqueza– y existirán personas que no tendrán esas mismas cualidades, y por ende la distribución de la riqueza será más desigual. Cuba es una sociedad igualitaria, pero porque la mayoría son todos pobres y porque los derechos están coartados. China era muy igualitaria hasta hace 25 años, fruto de las políticas comunistas, pero la condición de vida era muy mala para su población. Hoy es más desigual que antes, porque existen mayores libertades, pero es más rica e incluso los pobres han mejorado su situación relativa. En Francia esta conjugación ha logrado un buen nivel de vida para la mayoría de los franceses, pero ha estacando la generación de riqueza desde hace tiempo.

Más grave todavía es el razonamiento de que la actual situación francesa es fruto de la globalización. Nada más alejado de ello. Como dijimos, Francia mantiene una economía muy regulada, con alto gasto público y proteccionista hacia el mundo, más allá de la integración europea. Estas cuestiones le restan flexibilidad y no le permiten ser más competitiva frente a otros países ubicados también en Europa, como Irlanda, Gran Bretaña, Holanda, Dinamarca y España, entre otros.

Otros argumentan que una mayor flexibilidad del mercado laboral, por más que termine generando una mayor cantidad puestos de trabajo, hará que los mismos sean precarios y de baja calificación, como sucede en los Estados Unidos. Allí, las leyes laborales son mucho más flexibles y la desocupación es menor al 5%. Muchos manifiestan que la mayoría de los empleos que se crean son del tipo denominado “trabajos basura” –trash jobs- de bajas remuneraciones y que sirven como blanqueo de la pobreza. La flexibilidad del mercado laboral norteamericano –en donde contratar un nuevo empleado o despedir uno tiene un costo muy bajo- queda demostrada en las siguientes cifras citadas por Martín Krause en su artículo “La falta de inversión destruye cada vez más empleos en EE.UU.” (diario La Nación, 5 de febrero de 2006). Durante el período 1993-2002, la economía estadounidense ha generado 327.700.000 de empleos y ha destruido 309.900.000. Es decir, se crearon 17.800.000 de puestos de trabajo netos en 9 años, a razón de casi 2.000.000 por año.

Pero lo más interesante de este fenómeno es qué tipo de trabajo se ha generado. Contrariando el pensamiento corriente de que la mayoría de los empleos que se crean en Estados Unidos son del tipo “basura”, Mauricio Rojas, en su libro “Mitos del Milenio. El fin del trabajo y los nuevos profetas del Apocalipsis” (CADAL-Timbro, 2004) demuestra que esa afirmación es totalmente incorrecta. En 1983, los empleos de alta calificación representaban el 23,4% del total; los de mediana calificación, el 33,1%; y los de baja calificación, el 43,5%. Para 2002, los empleos de alta calificación eran el 53% del total (casi 130% de aumento), los de media calificación se mantuvieron similares en un 32,9% y los de baja calificación descendieron al 14,1% (más del 66%). Más aún, de los puestos de trabajo creados entre 1989 y 1999, casi el 80% tuvo remuneraciones superiores al salario medio en 1999, incrementándose las remuneraciones más altas en un 6%, las medias en poco más del 2% y las bajas casi un 12%, lo que refleja que los salarios de la escala inferior fueron los que más aumentaron. Y todo ello ha ocurrido en el país que lidera la revolución tecnológica, a la que muchos culpan de haber destruido puestos de trabajo.

La compleja realidad francesa nos demuestra cuán renuente es una sociedad a afrontar los desafíos de un mundo que ha cambiado. Y también lo erróneos que son los argumentos de que la actual situación del fenómeno de la desocupación en Francia se debe a la globalización, sobre todo en relación a las afirmaciones en cuanto la cantidad y calidad de los empleos que se generan en los Estados Unidos.

Lo cierto es que el estancamiento francés continuará –aun a pesar de esta tímida reforma- si no se reforman las bases del funcionamiento económico, y sobre todo, el modelo de vida de la sociedad francesa. © www.economiaparatodos.com.ar

Agustín Jaureguiberry es Licenciado en Ciencias Políticas.

 
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