El futuro económico de América Latina
Poco a poco se va confirmando que el crecimiento en América Latina se está desacelerando
Tras crecer a una media del 4,3% entre 2004 y 2012, la región creció sólo un 2,6% el año pasado y no es probable que alcance esa cifra este año. Incluso los países que venían experimentando crecimientos más sólidos, como Chile o Perú, se están desacelerando. Y Brasil, el gigante del sur, ha tenido que elevar sus tipos de interés para contener la inflación y sostener su moneda, al tiempo que ha sufrido una rebaja de su calificación crediticia que lo coloca al borde de perder el investment grade.
Las principales razones del parón en el crecimiento son el fin del súper ciclo de precios altos de las commodities, que han bajado un 25% desde 2011 si se excluye el petróleo y el gas, las incertidumbres ante la desaceleración de China y los riesgos asociados al tapering de la política monetaria estadounidense. Como en el pasado, cuando el entorno externo deja de resultar favorable la región sufre las consecuencias.
Sin embargo, también parece cada vez más claro que es poco probable que los países de la región experimenten crisis financieras como las del pasado. Todos ellos han aumentado su renta per cápita, extendido sus clases medias y reducido la pobreza y la desigualdad durante la última década, lo que los coloca en una mejor posición para compensar la reducción de la demanda externa con mayor demanda interna. Asimismo, las tasas de inversión en la región por fin se han situado por encima del 20% del PIB (reduciendo así la histórica brecha entre la formación bruta de capital fijo que se daba entre Asia emergente y América Latina), aunque siguen siendo algo inferiores en países clave como Brasil. Por último, sus bancos centrales acumulan reservas que podrían servir para mantener la confianza de los inversores y evitar salidas bruscas de capitales si Estados Unidos comienza a subir los tipos de interés antes de lo previsto o si los déficit por cuenta corriente se intensifican
De hecho, en términos de gestión de política económica, aunque los países no tienen capacidad fiscal para hacer políticas contracíclicas como en 2009, están sabiendo manejar la política macroeconómica para gestionar el aterrizaje. Incluso Argentina está dando muestras de pragmatismo y muy posiblemente pueda evitar un aterrizaje brusco.
En todo caso, lo que pone de manifiesto esta situación es que la mayoría de los países de la región no han sabido aprovechar el boom de la última década para completar un cambio estructural en sus economías que las hiciera menos dependientes del ciclo de materias primas internacional y del entorno externo. Como ha demostrado Dani Rodrik, mientras que los países emergentes asiáticos han sabido promover el movimiento de los trabajadores desde los sectores con baja productividad (especialmente servicios de bajo valor añadido y agricultura) al sector manufacturero exportador, que exhibe tasas de productividad más altas, los países de América Latina (y de África) no han sido capaces de hacerlo (en parte por la bendición, o más bien el cáliz envenenado, que supone contar con abundantes recursos naturales).
En palabras de Rodrik, los países de América Latina han tendido a promover un cambio estructural en sus economías que, en vez de incrementar su crecimiento potencial, lo ha mantenido estable en algunos casos y lo ha reducido en otros porque no han puesto a más gente a trabajar en los sectores cuya productividad está creciendo más. Y ahora que baja la marea se está viendo que las capacidades reales de la región para generar crecimiento en un entorno internacional menos favorable son limitadas.
Dado que la región sólo se enfrenta a una desaceleración del crecimiento (y no a una crisis financiera inminente) las autoridades aún están a tiempo de repensar la estrategia de desarrollo. Pero es importante que se pongan manos a la obra lo antes posible.
Fuente: www.infolatam.com