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jueves 19 de octubre de 2006

El hogar de los dioses

Chichén Itzá, una de las maravillas más espléndidas del Imperio Maya, es uno de los tantos misterios mexicanos. Lo hallado allí sigue despertando polémicas. Lo único que se sabe a ciencia cierta es que estos centros urbanos fueron abandonados tan misteriosamente como fueron erigidos.

Pocos dudan de que Chichén Itzá es imponente. Su entrada también es un faraónico parador con buenos restaurantes, sanitarios limpios y estacionamiento. Es el lugar indicado para comprar desde postales hasta libros especializados en arqueología. El camino que sale desde allí es arbolado y protege de los impiadosos rayos del sol. A medida que se avanza, los vendedores ofrecen objetos de plata, peltre y blusas bordadas a mejores precios que en Cancún.

Luego de tres cuadras, el camino se abre. La visión es inigualable y corta la respiración. A pesar de todos los conocimientos que se hayan adquirido sobre la pirámide conocida como El Castillo, su monumentalidad estremece. Fue bautizada así por los españoles, admirados por su majestuosidad. Está orientada con sus lados enfrentando con precisión los cuatro puntos cardinales. Sus escaleras tienen 365 peldaños, uno por cada día del año. Subirlos no es tarea fácil. Los escalones son angostos, poco aptos para quienes sufren de vértigo. En la cima se encuentra el templo superior, dedicado a Kukulcán, el dios representado como serpiente emplumada.

La leyenda cuenta que en los equinoccios de primavera y otoño, boreales, cuando el sol se encuentra sobre el Ecuador, el espíritu de la serpiente baja desde la cima de la pirámide, arrastrándose sobre los escalones, hasta llegar a la tierra y en ese momento la fecunda. A esta ceremonia asisten personas de todas partes del mundo. Lo que se observa es un juego de luces y sombras que pasan entre las aristas de las pirámides, formando una sombra que se desplaza con los mismos movimientos de una serpiente que, sigilosamente, bajara desde lo alto. Este “efecto especial” maya –creado a base de cálculos astronómicos precisos– demuestra el avance de los conocimientos astronómicos precolombinos. El calendario maya fue el más exacto de la historia hasta la aparición del calendario gregoriano en el siglo XVI. La pirámide posee una pequeña puerta que conduce a un túnel oscuro con una escalera empinada en la que sólo se entra de a uno por vez. Iluminado con unas débiles lamparitas, se puede trepar de a poco los escalones. El resto es tanteo y esperar que los ojos se acostumbren a la oscuridad. Los sesenta y dos escalones húmedos conducen hasta la imagen del famoso jaguar encerrado en una jaula de alambre. Su lomo luce esmeraldas, pero al principio solamente se ven sus ojos de jade. El sofocón de la subida se olvida enseguida con tan mágica visión. Un prado de césped bien cuidado separa a la pirámide del Observatorio, casi igual a los actuales, también llamado El Caracol, por su escalera en espiral.

El Templo de los Guerreros es otra construcción importante. También es conocido como el de las Mil Columnas porque está rodeado por pilares que antes servían para sostener un techo que ya no existe. Está justo detrás del Castillo y en su terraza se encuentra la estatua de Chac-Mool, el dios de la lluvia. Al otro lado se encuentra el Juego de Pelota, un rectángulo de césped delimitado por paredes que sostienen aros por donde intentaban pasar una pelota en lo que era una mezcla de básquet y fútbol primigenio.

Más lejos esta el Cenote Sagrado, un pozo comunicado con ríos subterráneos, en el que se dice que arrojaban vírgenes y joyas como sacrificio a los dioses en época de sequía.

El oro fue saqueado por la codicia de los españoles. Pero esta asombrosa ciudad tan cuidadosamente edificada quedará aquí para siempre. © www.economiaparatodos.com.ar

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