Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Scroll to top

Top

viernes 30 de agosto de 2013

El infierno tan temido

El infierno tan temido

El análisis político y económico de los doctores Vicente Massot y Agustín Monteverde

Jorge Yoma ha dicho en voz alta, sin callarse nada, lo que es un secreto a voces en todas las reuniones políticas. Como era consciente que sus declaraciones serían polémicas, e inclusive podrían generar una tempestad, el ex embajador del kirchnerismo en Méjico no se anduvo con vueltas. No dejó nada en el aire ni creyó pertinente expresarse a medias, invitando a quienes leyeran sus expresiones que sacaran sus propias conclusiones respecto de tema tan serio. Cuando afirmó que si Cristina Fernández no cambiaba podría anticiparse su salida de la Casa de Gobierno, trasparentó lo que piensa mucha gente —y no precisamente del montón— en punto a una cuestión que si hasta hace poco parecía tabú, hoy ha dejado de serlo.

Nadie se hubiera animado a alzar el tono de voz y hacer un juicio por el estilo si la relación de fuerzas en nuestro país no hubiese variado en forma abrupta. Es de resultas de una modificación nunca antes vista de esa relación —por vez primera desfavorable al oficialismo—que un hombre público avezado, con antecedentes importantes como para descartar que sea un francotirador o un vulgar irresponsable con ánimo de notoriedad, le dijo a la presidente aquello que ella nunca imaginaba que alguien podía estamparle en la cara, a vista y paciencia de todos.

Pero si Yoma no tuvo filtros, a su manera tampoco los tuvo Daniel Scioli. Es seguro que alguna reprimenda recibió de su jefa política luego de sostener que había que acompañar los dos años que le quedaban a la Fernández por delante, de la mejor manera posible. De lo contrario no se entiende por qué, al día siguiente, cargó en contra de los que habían tergiversado sus palabras y trató de aclarar el sentido de la frase pronunciada veinticuatro horas antes. En realidad, el mandatario bonaerense es un subordinado vocacional del poderoso de turno —llámese Menem,

Duhalde o los Kirchner— y, al mismo tiempo, un hombre que cree en su buena estrella. Está convencido que va a ser presidente y obra como furgón de cola del kirchnerismo por considerar que no tiene otra alternativa. Como quiera que sea, él también supone que en 2015 la Señora, le guste o no, deberá irse a su casa.

Si la viuda de Néstor Kirchner, por capricho o por hallarse encerrada en un micro clima, hasta aquí ignoraba que pasaba a su alrededor, y qué grado de poder y de autoridad detentaba respecto de propios y de extraños, ahora sabrá a que atenerse. No solo por cuanto expresó Jorge Yoma -que, en todo caso, ella podría suponer que es la punta de lanza de una operación destituyente- sino por las reacciones de algunos de los intendentes y gobernadores que hasta antes del fatídico domingo 11 le juraban lealtad eterna.

De buenas a primeras, conocidos los resultados que —excepto en la Casa Rosada y en las oficinas de los encuestadores pagos por el gobierno— casi todos esperaban, tímidamente en un principio, con mayor firmeza después, fueron varios los caudillos provinciales y los jefes de comunas que le pidieron a Cristina Fernández desenganchar sus campañas electorales de cualquier tentación de nacionalizar los comicios del próximo 27 de octubre. En resumidas cuentas, son pocos los que desean hoy hacerse ver con la presidente. Y ni hablar de solapar sus estrategias con la de Balcarce 50.

En determinados casos esos pedidos fueron explícitos. En otros casos no habrá preaviso. El gobierno nacional sospecha —con razón— que varios intendentes, sin decir esta boca es mía, tomarán una actitud claramente favorable a Sergio Massa dentro de dos meses. Lo que motivó en 2009 el célebre altercado entre el santacruceño y su entonces jefe de gabinete, hoy está a la vista: los caciques del Gran Buenos Aires no quieren perder poder y, por consiguiente, se están alineando con el futuro ganador de las elecciones legislativas de octubre.

Las PASO dejaron al descubierto la orfandad electoral del kirchnerismo y no sólo adelantaron el resultado final de octubre sino que han dado lugar a las especulaciones que, como reguero de pólvora, recorren el espinel peronista a lo largo y ancho de la república. La derrota contundente del FPV no puede revertirse, salvo milagro por medio. En sentido contrario, la victoria de Massa —que es el dato decisivo— amenaza con ensancharse a expensas de Francisco De Narváez y también de Martín Insaurralde, con la posibilidad de transformar —como anticipamos desde antes del 11 de agosto— una derrota en una catástrofe.

Es conveniente entender que Yoma expuso lo que piensan cada día más peronistas, y no porque alguien realmente aliente el propósito de forjar un plan para acortar la estadía de Cristina Fernández en la Quinta de Olivos. A la hora de analizar escenarios y sacar cuentas, surge con claridad que insistir en una política de confrontación, que crispara todavía más los ánimos de los argentinos, e insistir con recetas económicas a contramano de la realidad, pueden llevar a la presidente a un callejón de difícil salida.

Una cosa era ejercer el poder con el grado de absoluta discrecionalidad de los Kirchner hasta el triunfo de la señora en octubre del 2011 y otra es repetir esa táctica luego de un revés electoral definitivo. Entonces no había ni en el justicialismo ni en el sindicalismo, ni en los círculos empresarios, persona alguna dispuesta a hacerles frente. Eso ha cambiado para siempre por la sencilla razón de que el kirchnerismo ya no mete miedo y cualquiera sabe que, a lo sumo, en 2015 será historia.

Para poner tres ejemplos: nadie podría imaginar a Héctor Méndez o a Eduardo Eurnekian —que no se caracteriza por su valentía, precisamente, y que siempre ha crecido a la sombra de los sucesivos presidentes y ministros de Economía— aceptando, hace dos años, una invitación de un líder opositor para sacarse fotos, charlar distendidamente y, de paso, reírse a carcajadas con él. La sola posibilidad de que algo así sucediese era impensable. Sin embargo, eso ocurrió antes de las elecciones y volverá a repetirse cuantas veces Sergio Massa lo juzgue necesario.

Por su parte el secretario general de la Asociación del Personal Técnico Aeronáutico (APTA), Eduardo Cirielli, acaba de anunciar una medida de fuerza que seguramente, de llevarse a cabo, paralizará el tráfico de aviones pasado mañana. Es en repudio de las medidas discriminatorias tomadas por el gobierno en contra de LAN en Aeroparque. Lo novedoso del tema no es la huelga —algo que se ha hecho costumbre en los gremios del transporte aeronáutico— sino el motivo: respaldar a una empresa que el kirchnerismo desea jaquear, y eventualmente obligar a que abandone el país, con el propósito de asegurarle un virtual monopolio a  Aerolíneas Argentinas.

El tercer ejemplo es, de lejos, el de mayor importancia y el que le ha hecho perder los estribos en más de una oportunidad a la presidente: el notable viraje de la justicia. No ha habido una sola ofensiva enderezada por la Casa Rosada, en el curso de los últimos dieciocho meses, poco más o menos, a expensas de Clarín, La Nación, la Sociedad Rural, la señora de Noble o cualquiera de sus otros enemigos emblemáticos, que haya prosperado. Todas se han estrellado contra unos jueces de primera y segunda instancia y contra los ministros de la Corte Suprema —excepción hecha de Raúl Zaffaroni— que le han puesto freno, luego de años de silencios complacientes, a la voluntad hegemónica del oficialismo.

Está claro que Cristina Fernández no se dará fácilmente por vencida. Pero de ella y de su gobierno como así también del movimiento creado por su marido se puede afirmar, por primera vez desde mayo de 2003, que tienen los días contados. Lo dicho no significa —al menos no necesariamente— que vaya a producirse un corte abrupto del mandato de la presidente.

Supone que nadie podría negarse a considerar un escenario de esa índole. Antes resultaba una fantasía porque la relación de fuerzas era tan favorable al oficialismo que hubiera sido descabellado siquiera pensarlo. Ahora no puede descartarse ni mucho menos. En eso radica la diferencia abismal entre aquella situación y esta que comenzará a definirse luego del 27 de octubre. Hasta la próxima semana.

Fuente: Massot / Monteverde & Asoc.