Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Scroll to top

Top

jueves 22 de junio de 2006

El juego argentino

La Argentina se muestra fortalecida, lista para la alta competencia de la economía mundial. Los resultados, ahora, dependen de su destreza para ganar inversiones genuinas y productividad. Para ello deberá aislar estímulos artificiosos y traducir su celebrada performance en una estrategia que la conduzca a un ritmo de óptimo rendimiento.

Recuperación, alto rendimiento y estimulación. Estos tres conceptos son muy familiares en el mundo del deporte. Así pues, cuando se presenta una lesión que aleja al deportista de la práctica, naturalmente se demandará a posteriori un proceso de rehabilitación gradual y continuo hasta recuperar todas las capacidades afectadas. Ello significará, si el proceso es absolutamente exitoso, la vuelta al nivel anterior. Pero partiendo de éste, cosa muy distinta es pensar en levantar el rendimiento. Así, la profesionalización de los entrenadores gravita tanto en mejorar la respuesta física como en desarrollar las destrezas en el terreno de juego. Tras ese esfuerzo resulta el crecimiento efectivo de la performance del deportista. Sin embargo, no pocas veces la obsesiva procuración de resultados conduce lamentablemente a los casos de estimulación artificial, que potencian a los cuerpos por encima de sus verdaderas posibilidades naturales. Más de un deportista consigue con ello exhibir mágicos resultados, lo que causa sorpresa y admiración efímeras, pues no subyace en ellos la real posibilidad de sustentarlos.

Perfectamente podemos aplicar tales conceptos analógicamente sobre la economía. La brutal fractura de fines de 2001 hoy goza de una recuperación plena, y así lo indican los 500.000 automotores previstos para 2006, o la escalada experimentada en las ventas de electrodomésticos, o los consumos de servicios públicos como electricidad que ya alcanzan el récord registrado en 1998, o si pensamos en el gas apuntaremos que justamente a fuerza de alguna caída en su producción local, deberemos importar un 4 o 5% para cumplir con nuestras exportaciones a Uruguay y Chile.

Pero coincidiendo todos los analistas económicos en que esta instancia ya estaría superada, se abren las puertas del verdadero crecimiento, nacido de la real elevación de aquella inversión que se trasunte en más productividad y resultados incrementados del producto bruto.

Los números van dando cuenta de una crecida y generalizada actividad económica, y se aventura por cuarta vez cerca de un 9% de crecimiento anual del PBI, que -como se dijo- ya no implicaría la recuperación de nuestras anteriores capacidades sino su ampliación y fortalecimiento.

Ahora bien, sabemos que todo crecimiento efectivo y duradero es hijo de la inversión, y que ella sólo es sustentable con previas capacidades reales de ahorro que se transforman en conocimientos, tecnologías y bienes de capital. ¿Es ella la verdadera causa de nuestra celebrada performance? ¿O es que con ella existen otros factores que nos permiten hoy marcas tan entusiasmantes?

Algunos se preguntan, consecuentemente, si un tipo de cambio anclado en 3 pesos comparado con el descenso del dólar ante todas las monedas del mundo (incluido el guaraní paraguayo en un 25%) no es parte de esta estimulación. Además, piensan si es razonable que los argentinos consuman 40% más de naftas premium paseando en auto los domingos, cuando el mundo entero a fuerza de la elevación del precio del petróleo y ergo de los combustibles intenta ahorrarlos. Por su parte, las otras fuentes de energía y muchos de los servicios públicos se encuentran también virtualmente congelados en sus tarifas.

Lo que aún claramente no se ha recuperado es el crédito y el normal funcionamiento de los bancos, claro que de suyo esto ha convertido a la construcción en un reservorio de valor, dando canalización a los ahorros de la población merced a la construcción de innumerables edificios que estimulan aún más los números de actividad, pero que obviamente no contribuirán a incrementar los índices de productividad hacia la producción de nuevos bienes en el futuro.

El consumo a su vez se ha despertado, y las tarjetas volvieron al ruedo para financiar el chango del súper o los televisores para el mundial. Pero ¿este ahorro de algunos destinado a financiar las plateas mundialistas de otros, que por supuesto motoriza las ventas de los comercios, genera inversión? Es cierto que las fábricas de plasma y LCD expandirán su producción, ¿aunque es ello económicamente eficiente?

¡A no quejarse! Pues veremos el mundial en televisores argentinos y comeremos asaditos criollos envueltos en la camiseta de la selección, festejaremos nuestros goles y el mayor consumo, que implica mayor actividad económica. En el entretiempo, sin embargo, ¿habrá un lugar para acordarnos de la artificiosa estimulación de los 90, que nos hizo creer que éramos miembros indiscutidos del primer mundo? Ahora, quizás, habremos subido un escalón más, conforme a la ignorancia y arrogancia argentinas, para creernos que ya no necesitamos del mundo, ni de mirar siquiera con el rabillo del ojo lo que pasa en él, salvo en el terreno del deporte.

¡Qué lástima! Porque el mundo en los 90 se nos presentaba como un regodeo de placer en viajes baratos e importaciones innecesarias y lo aprovechamos tanto que un día pagamos sus consecuencias. Pero hoy el mundo nos propone otra cosa distinta, sólo nos pide más esfuerzos de producción para satisfacer su increíble crecimiento, elevando los precios internacionales y proponiéndonos incorporarnos y tomar ventajas a fuerza de mayor sacrificio de consumo y esfuerzo productivo internos, como de alguna manera ocurrió ya con la soja. Pero la respuesta ante una invitación tan antagónica ahora es “no”. ¿No es sugestivo? © www.economiaparatodos.com.ar




Se autoriza la reproducción y difusión de todos los artículos siempre y cuando se cite la fuente de los mismos: Economía Para Todos (www.economiaparatodos.com.ar)