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jueves 12 de septiembre de 2013

El libre comercio

El libre comercio

En economía es frecuente que –en las aulas y en los libros, revistas, conferencias, etc.- el comercio se «divida» en dos partes: nacional e internacional. Otras veces, los economistas también hablan de comercio interior y exterior como equivalentes a las anteriores expresiones. Estas clasificaciones, que quizás pudieran tener alguna utilidad didáctica a los fines puramente académicos, normalmente han dado a entender a muchos no iniciados en economía –e incluso aun a tantos otros si iniciados- que podría existir alguna diferencia esencial entre una y otra «clase» de comercio. Sin embargo, creer cosa semejante será un gravísimo error, yerro que lamentablemente resulta bastante generalizado.

Comentando un trabajo del Dr. A. Benegas Lynch (h), E. García Gaspar dice:

«El punto de partida del autor es hacer ver que no hay diferencias entre el comercio internacional y el comercio interno de un país cualquiera. La existencia de accidentes geográficos como ríos o fronteras no cambia la naturaleza del comercio. Este es un tema lleno de falacias que son ideas heredadas del mercantilismo del siglo 16 y que en la actualidad han sido calificadas de proteccionistas, pero mantienen esa misma y absurda idea de acumular dinero sin sentido, logrando sólo la reducción del nivel de vida de la población. Por principio de cuentas debe verse que el comercio internacional no se realiza entre Argentina y Francia, por ejemplo, sino entre un argentino y un francés. La posición geográfica de ambos no causa un cambio en la esencia de sus acciones de compra y venta y es igual a lo que dos franceses compran y venden entre sí, dentro de su país, o dos argentinos.»[1]

En efecto, el intercambio, en su naturaleza, es el mismo, se verifique en el lugar en que se verifique y medie la distancia física que medie, sin importar si se tratan de fronteras o de cualquier otra especie de aparente obstáculo. Y por sobre todas las cosas que, como bien recalca el Dr. Benegas Lynch (h), cualquier intercambio -es más, todo intercambio- siempre se lleva a cabo entre seres humanos, sin importar su nacionalidad ni ubicación.

Con todo, no es novedad que, desde tiempos inmemoriales, se han levantado todo tipo de barreras e impedimentos para obstruir tales transacciones, bajo la impronta de las teorías llamadas proteccionistas, y que dieran origen a célebres disputas que, a su turno, generaron el debate conocido como Proteccionismo Vs. Libre Comercio (o librecambio).

El abandono del libre comercio, del respeto a la ley y de la moneda sana en países como la Argentina, trajo consecuencias funestas:

«La negativa del Fondo Monetario Internacional de rescatar a la Argentina fue la aceptación de que era imprescindible encontrar un nuevo procedimiento para hacer frente a las crisis de deuda soberana, las cuales están íntimamente ligadas a las crisis bancarias y monetarias. Para contenerlas y prevenirlas se requiere que los gobiernos sigan políticas transparentes pro mercado que no puedan ser anuladas con facilidad. Es necesario que haya un compromiso a largo plazo con el libre comercio, el imperio de la ley y la moneda sana: de no ser así, los inversores globales llevarán sus capitales a otra parte. Al no pagar su deuda y devaluar su moneda, el gobierno argentino destruyó la confianza que había establecido y aumentó los costos de atraer futuros fondos de inversión.»[2]

Por supuesto, como indica el autor anteriormente citado, el libre comercio es condición necesaria pero no suficiente para asegurar el progreso y disminuir la pobreza en cualquier país del mundo, y -con más razón- en los subdesarrollados como es la Argentina. La fórmula infalible para atraer inversiones consiste en contar con un marco legal que garantice el irrestricto respeto de los contratos y de la palabra empeñada mediante ellos, lo que, a su turno, requiere de instituciones jurídicas sólidas que protejan y respalden los derechos de propiedad de todos y cada uno de los habitantes del país.

Por otra parte, resulta otra verdad evidente que: «…el libre comercio es el motor clave, tanto del crecimiento económico como de la estabilidad.»[3]

La supremacía del libre comercio por sobre el proteccionismo ha sido evidenciada por muchos autores, sobre todo por sus efectos benéficos para aliviar e incluso reducir la pobreza a niveles mínimos:

«La verdad evidente es que el liberalismo clásico, bajo el cual floreció el libre comercio, ha sido la estrategia económica más exitosa en la historia mundial. Puso fin a las hambrunas europeas en el siglo XIX, que hasta ese momento eran consideradas el destino inevitable de la humanidad. Tendemos a olvidar que, por ejemplo, durante el siglo XVIII en Francia hubo nueve hambrunas que mataron a más del 5 por ciento de la población. Cuando vemos hambrunas en la actualidad, sólo las encontramos en dictaduras que no son capitalistas, ni liberales, ni de libre mercado, como Corea del Norte. La era del libre comercio en el siglo XIX hizo posible la riqueza para todos por primera vez en la historia humana. Que el libre mercado sea fuente de riqueza es una verdad incuestionable hoy en día. La evidencia empírica lo confirma.»[4]

El libre comercio es vital a los pueblos para su felicidad.


[1] Eduardo García Gaspar en Ideas en Economía, Política, Cultura-Parte I: Economía. Contrapeso. Info 2007, pág. 51. (Comentario al trabajo de Alberto Benegas Lynch (h), «Relaciones Internacionales», en el libro Lecturas de Economía Política. Volumen II, Unión Editorial, Madrid, 1987, ISBN 84-7209-198-8, editado por Jesús Huerta de Soto, pp 9 – 20.)

[2] James A. Dorn. Crisis financieras internacionales.- ¿Qué rol le corresponde al gobierno?- Introducción. Pág. 11 y 12- Daniel Artana y James A. Dorn (Compiladores). Cato Institute y Fundación de investigaciones Económicas Latinoamericana. (FIEL)

[3] John B. Taylor «Aumentar el crecimiento económico y la estabilidad en los mercados emergentes». Capítulo 13,  pág. 164. En Daniel Artana y James A. Dorn (Compiladores). Crisis financieras internacionales. ¿Qué rol le corresponde al gobierno?-. Cato Institute y Fundación de investigaciones Económicas Latinoamericana. (FIEL)

[4] Otto Graf Lambsdorff «Libertad: El Mejor Remedio contra la Pobreza». Fundación Friedrich Naumann (FFN)


Publicado por Gabriel S. Boragina en Accion Humana