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sábado 1 de septiembre de 2012

El límite del kirchnerismo y de la oposición para arreglar la economía argentina

El problema de fondo del kirchnerismo, y que no ve (o no quiere ver) la oposición, es justamente el de la falta credibilidad en la dirigencia política para generar la confianza necesaria en que las libertades individuales y la propiedad privada no son principios sujetos a los caprichos del gobierno de turno.

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Imaginemos que estamos leyendo una novela de ciencia ficción en la cual se suministra de manera secreta una pastilla con poderes especiales a los más altos dirigentes kirchneristas. Luego de tomar esta pastilla símil a la azul de la película Matrix, el kirchnerismo decide cambiar 180 grados su política económica y anuncia por la ya casi diaria cadena nacional todas las reformas pro-mercado que planean hacer en el corto plazo: desregulaciones, liberar los precios y el mercado externo, libre mercado de divisas, reducir la presión tributaria y el gasto público, saldar honradamente la deuda en default, etc. Esta imaginaria pastilla, sin embargo, sería un factor necesario, pero no suficiente, para solucionar los problemas de la economía argentina. La oposición, por su lado, adolece de las mismas restricciones. ¿Cuál es el límite que el kirchnerismo y la oposición comparten que hacen de Argentina un país sin una promesa clara de futuro próspero y sano?

La incertidumbre es un tema clave en economía, que usualmente es malentendido por los hacedores de política económica. Es importante distinguir dos tipos de incertidumbres: (1) incertidumbre de mercado por un lado y la (2) incertidumbre de régimen o institucional por el otro. La primera es propia a cualquier economía. Los productores, por ejemplo, no saben a ciencia cierta si van a poder o no vender su producto al precio esperado. Poseen incertidumbre, por decirlo de alguna manera, de cuál va a ser el comportamiento de las curvas de demanda y las preferencias de los consumidores. Es cierto que hay algunas cuestiones sobre las que el productor puede cubrirse, como pueden ser contingencias imprevistas. Un productor puede sacar un seguro contra incendio de su depósito del mismo modo que un particular puede hacerlo con su vivienda. Pero estas contingencias son distintas a la incertidumbre que estan presentes en el proceso económico. Los productores no pueden sacar un seguro contra el fracaso de sus proyectos, los inversores deben cargar con las pérdidas si sus estimaciones son erradas. Siguiendo al economista Frank Knigh, se suele distinguir entre riesgo a aquello que el productor puede asegurar, e incertidumbre aquello que el productor no puede asegurar. El rol del empresario en la economía consiste en navegar exitosamente la incertidumbre que todo proceso de mercado implica.

La incertidumbre de régimen, o institucional, es un problema distinto. Mientras que la incertidumbre de mercado es interna, la incertidumbre de régimen es externa. La incertidumbre de régimen se refiere, justamente, al régimen institucional sobre el cual se van a tomar decisiones, no al comportamiento del mercado. Un inversor que tiene en cartera un proyecto a 10 o más años para aplicar en España o Grecia no sólo tiene que lidiar con la incertidumbre propia del mercad0 -¿es o no el proyecto rentable?- sino que no sabe bajo que régimen deberá operar. En otras palabras, no es lo mismo tener incertidumbre de quien va a ser el goleador en un partido de fútbol, que cuáles van a ser las reglas de juego. Prepararse para jugar al fútbol y enterarse sin previo aviso que las reglas de juego van a ser las del rugby hacen que el tiempo invertido en entrenamiento de fútbol sea tiempo perdido. Volviendo al ejemplo de España y Grecia, no es claro si la moneda de uso seguirá siendo el Euro, se volverá a las Pesetas y al Dracma, se acordará el uso de otra moneda, los déficit fiscales se corregirán con más impuestos o con reducción de gasto innecesario por parte del estado, etc…

Cuando lo que impera es un estado de derecho, el gobierno temporalmente a cargo de la administración del estado no posee la facultad de hacer cambios discrecionales en el régimen sobre el cuál se va a desenvolver la economía. Cuánto más poder y discreción posee un gobierno, mayor es la incertidumbre de régimen dado que la misma ley aprobada por un congreso funcional al ejecutivo puede ser modificada de la noche a la mañana sin ofrecer claras explicaciones a los contribuyentes.

Es en la incertidumbre de régimen donde el kirchnerismo enfrenta un callejón sin salida. Un cambio de política de régimen institucional debe ser creíble, de lo contrario no posee efecto. Al mentiroso no se le cree cuando dice una mentira, pero tampoco se le cree cuando dice la verdad. ¿Se le puede creer a un gobierno que todos los meses informa a sus contribuyentes el indice de inflación K? Si es claro que este indicador es, por decirlo sutilmente, impreciso… ¿en cuántas otras cuestiones menos evidentes habrá "problemas de cálculo"? ¿Es creíble un gobierno que negoció de la manera que lo hizo, con zancadillas de adolescente, con la Mesa de Enlace -independientemente de los méritos de cada posición? ¿Es creíble un gobierno cuyo vicepresidente cayo en graves denuncias a las pocas semanas de asumir? Se podría armar un listado interminable de anécdotas K que atentan contra la credibilidad. Pero el problema que quiero resaltar es que el kirchnerismo no puede ofrecer lo que se necesita para solucionar los problemas de la economía argentina. No es meramente subirse al atrio y decir las cosas buenas que se van a hacer, sino ser convincente y honesto. Ser convincente y honesto, sin embargo, es lo último a lo que se asocia al kirchnerismo.

La oposición, por su lado, no ofrece una imagen muy distinta y parece tener un problema de identidad. La oposición, ¿se opone a las políticas kirchneristas o se opone a que sean los kirchneristas, y no ellos, los que llevan a cabo los avances contra las libertades individuales? Dejando de lado el debate sobre si un país debe tener o no una empresa petrolera nacional (sea privada o pública), ¿cómo explica la oposición a los potenciales inversores -internos y externos- que ellos son distintos al kirchnerismo si votan una expropiación inconstitucional? ¿Por qué no manifestarse a favor del principio de una empresa nacional pero oponerse al método institucional? ¿Acaso es menos autoritario quien desde el congreso aprueba normas que faltan a la ley porque su corazón así se lo dice que quien la envía al parlamento en primer lugar? ¿Qué esperar de dirigentes que prefieren dejarse llevar por sentimientos nacionalistas (u otros) en lugar de respetar los principios republicanos de la constitución nacional?

El problema de fondo del kirchnerismo, y que no ve (o no quiere ver) la oposición, es justamente el de falta credibilidad en la dirigencia política para generar la confianza necesaria en que las libertades individuales y la propiedad privada no son principios sujetos a los caprichos del gobierno de turno.

Nicolás Cachanosky (Suffolk University)

Editor de Punto de Vista Económico