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jueves 13 de marzo de 2014

El peso de los nombres

El peso de los nombres

El análisis económico y político de Vicente Massot

Uribarri, el movedizo gobernador de Entre Ríos, ha salido, no sin cierta osadía, a torearlo a Daniel Scioli en plena provincia de Buenos Aires. Por su lado, Sergio Massa, luego de apuntarse un triunfo resonante a expensas del gobierno y de todos sus competidores, con iguales anhelos presidenciables, se dejó fotografiar junto a Julio Cobos, tan interesado como el de Tigre en vocear su oposición frontal al proyecto de reforma del Código Penal motorizado desde la Casa Rosada. Para no ser menos, el acercamiento de Mauricio Macri y Elisa Carrió es cada día más claro, aun cuando, por elementales razones de concesión política, deban ponerle paños fríos y negarlo.

¿Qué significan estos movimientos protagonizados por quienes aspiran a que se les coloque, en diciembre del año próximo, la banda y tomar el bastón que son hoy patrimonio de Cristina Fernández? ¿Tiene sentido si se repara en el hecho de que faltan todavía diecinueve meses para substanciar las elecciones en las cuales ellos están más interesados que nadie? ¿Por qué cruzan elogios y secretean entre sí quienes —en apariencia, al menos— pertenecen a tribus ideológicas distintas y a estructuras partidarias no precisamente afines? Preguntas, las anteriores, que necesitan ser contestadas a los efectos de entender cuanto está pasando en la política criolla.

A esta altura ninguno de los nombrados antes —a los que cabría agregar, para que nadie quedase fuera del análisis, Hermes Binner y Ernesto Sanz, sin dudarlo— puede darse el lujo de retirarse a cuarteles de invierno y esperar un mejor momento para sumarse al pelotón de los presidenciables. Dejarse estar por temor de salir al ruedo a destiempo o por un mal manejo estratégico del timing, sería fatal. Por lo tanto, nadie está dispuesto a cederle a los otros un tranco de pollo. Lo fundamental es asumir el papel de candidato y echarse a andar.

Como todos saben, además, que la crisis por la cual atraviesa el país tiene final abierto y que, en buena medida, cuanto suceda en los meses venideros será decisivo en términos de la continuidad de Cristina Fernández al frente del Ejecutivo Nacional, ninguno resigna espacios o cede posiciones. La razón es sencilla: no reivindicar un rol protagónico es igual a perder la carrera antes de empezarla. Conclusión: no hay uno solo de entre ellos que prefiera, en estas circunstancias, la reflexión a la acción.

El mandatario entrerriano es un ilustre desconocido más allá del estado mesopotámico que gobierna. No existe una sola encuesta de opinión donde figure en los puestos de liderazgo ni tan siquiera en el fondo de la tabla. El hecho no tiene nada de sorprendente. Lo sería si fuese al revés porque —salvo para algunos kirchneristas de paladar negro— Uribarri en Tilcara, Esteban
Echeverría o Esquel no significa nada. Si desea, pues, disputarle terreno a Scioli y dirimir supremacías en algún momento del año que viene, para determinar quien encabezará la fórmula K, debe primero hacerse conocer. ¿Cómo? Diferenciándose del ex–motonauta. Presentándose como el representante más puro del kirchnerismo y, sobre todo, levantando sospechas respecto de la
fidelidad del gobernador bonaerense al proyecto gubernamental en marcha.

No se trata de discutir ideas o de presentar un plan de acción político o de anunciar las medidas que tomaría en caso de resultar electo. Lo de Uribarri es puro movimiento, pura escenografía y puras palabras. Necesita que lo conozcan y lo asocien a una carrera —la presidencial— en la que, de momento, largaría de tan atrás que nadie perdería el tiempo mirándolo.

Lo de Massa y Cobos acepta, claro, otra lectura. Los dos tienen algo de outsiders, si se acepta la expresión. Es que se trata de un peronista y un radical reacios a dejarse encasillar en esas banderías y ciertamente con escasa o nula relación respecto de la burocracia partidaria. Para la estructura estable del PJ —hoy alineada junto a Scioli— Massa es un estorbo, como lo fue en su
momento Carlos Menem. Salvando las distancias cabría trazar un doble paralelo entre aquellos cafieristas y estos sciolistas y entre aquellos menemistas y estos massistas. No apunta lo dicho a establecer una correspondencia ideológica entre unos y otros. Tan sólo a comparar las posiciones ocupadas, entonces y ahora, de cara al PJ como organización burocrática.

Para la UCR también, Cobos —a quien no terminan sus correligionarios de perdonarle el paso por el kirchnerismo— representa un estorbo. Deben tolerarlo y no podrían dejarlo de lado en atención a la imagen positiva que acredita y a la intención de voto que reivindica con éxito. Sólo el mendocino está entre los cuatro primeros, detrás de Massa, Scioli y Macri. Ernesto Sanz figura
lejos y Ricardo Alfonsín es apenas un recuerdo vago.

Eso hace que tanto Cobos como Massa tengan la capacidad y la libertad de moverse a sus anchas por todo el espectro político, sin importarles demasiado el qué dirán. Ni el cuyano ni el de Tigre se sentirían cómodos si se los presentase ante la sociedad como radical y peronista, respectivamente. Razón de más para juntarse con el propósito de mostrarle a la gente que su voluntad, en términos del armado político, es distinto del que proclaman los dos partidos históricos que a ellos ya no los representan.

El caso de la Carrió y del jefe del gobierno porteño corre por otros carriles. La locuaz y valiente Lilita fue la primera en sustentar la idea de que no había motivos para negarse a considerar la posibilidad de que el PRO presentase a sus candidatos en la UNEN. Desde entonces, el tema es materia de análisis y conversación en el seno del radicalismo y —aunque en menor medida— también entre los socialistas. Por supuesto, el avance de Elisa Carrió fue bien recibido en el macrismo en razón de algo que es casi elemental: si radicales, socialistas y machistas fuesen a los comicios de 2015 cada uno por su cuenta, la puja terminaría siendo una interna peronista entre Massa y Scioli. Distinto sería —piensan los impulsores de la unión (por llamarle de alguna manera) – si los tres partidos pudiesen ponerse de acuerdo en una estrategia con base en el no-peronismo. 

Quienes no se escandalizan de tenerlo a Macri en calidad de socio político en el futuro, aducen —con buen criterio— que, para prosperar, la iniciativa necesita su tiempo de decantación. No puede forjarse un acuerdo de esa naturaleza —todavía tan resistido— si se intentase poner el carro delante de los caballos. De aquí que se trabaje con el propósito de que sea el resultado de y no el comienzo de. A ello están abocados no pocos radicales de fuste, ganados por el realismo, y buena parte de quienes deciden en el PRO la estrategia para 2015. Ni unos ni otros reconocerían los contactos ya existentes y las redes tendidas, pero resulta indisimulable que la idea tiene, cada día que pasa, más envergadura y receptividad.

Nada está escrito ni determinado en términos de alianzas, pactos o acuerdos electorales. A diferencia de las épocas en las cuales en la Argentina existían partidos sólidos con líneas ideológicas claras y tribus electorales fieles, hoy sólo se recortan en el horizonte hombres (nombres) cuya resonancia e importancia es infinitamente mayor que las de cualquier agrupación partidaria. Sergio Massa, Daniel Scioli, Mauricio Macri, Julio Cobos, Elisa Carrió y Hermes Binner suscitan expectativas, generan esperanzas, levantan tanto elogios como agravios, son queridos o rechazados. El PJ, la UCR, el PRO y el ARI, por nombrar sólo algunos, son cáscaras vacías de contenido e incapaces de suscitar el más mínimo entusiasmo. Hasta la próxima semana.

 

Fuente: Por gentileza de Massot/Monteverde & Asoc.