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martes 3 de junio de 2014

El poder económico internacional

El poder económico internacional

Es típico escuchar o leer que somos dominados por el dinero o por el poder económico internacional o los grandes grupos financieros; monopólicos; oligopólicos; concentraciones; conglomerados; corporaciones; oligarquías; poderes ocultos; en las sombras…privados y demás vocabulario temible…

Toda esta terminología podría ser correcta, con una sola excepción: la calificación de «privados». Porque ningún grupo privado (enorme, grande o pequeño) tuvo jamás ni tiene semejante poder de dominación en el mundo. Entonces, lo que corresponde a todas esas terribles y amenazantes denominaciones es seguirlas con el adjetivo correcto, es decir el de estatales y no privadas. Inclusive, hasta el «dinero» que hoy en día se maneja a nivel mundial y es impuesto a nivel planetario es dinero del estado, y no privado.

Ese supuesto «poder» financiero internacional o mundial «privado» no es tal, desde el momento que constatamos que el «dinero» que operan los bancos (ya sea «dinero» contable o físico) no es de ellos, es «dinero» fabricado por y del estado. Propiedad estatal, no privada.

De otro modo ¿qué banco privado -por multimillonario que fuera su patrimonio- puede imprimir dólares, euros, yens, etc.? Ninguno. Sólo los bancos centrales y/o estatales pueden crear dinero. Y los bancos centrales, se diga lo que se diga, no dejan de ser organismos estatales, por mucha «independencia» que aquellos declamen en sus cartas orgánicas. Ergo, todo el actual «dinero» del mundo es propiedad de los gobiernos. Ni un centavo es nuestro, ni siquiera de los bancos. Lo que los gobiernos hacen (casi sin darnos ya cuenta) es permitirnos el uso de su dinero gubernamental (es decir, el que sale de las siempre multiactivas e infatigables imprentas de las Casas de Moneda gubernamentales). Y no más que eso. Pero ese «dinero» no es nuestro, sino del gobierno. Lo mismo que el «dinero» de los bancos. No es dinero de los bancos, es dinero de los gobiernos, que son sus fabricantes exclusivos (máquinas de imprimir billetes) y por tanto sus verdaderos y reales dueños.

El gobierno crea «el dinero», se lo presta a los bancos y los bancos nos lo prestan a nosotros. Pero salvo el gobierno, desde los bancos hasta el último empleado del mundo jamás somos dueños ni de un céntimo. Todo -al fin de cuentas- es del gobierno.

La Escuela Austriaca de Economía nos enseña que ese «dinero» estatal es «dinero» falso. Efectivamente lo es. Pero las leyes gubernamentales de curso forzoso y curso legal imponen bajo pena su uso obligatorio a todo el mundo, incluyendo a los grandes bancos privados. Nadie puede usar otro dinero que no sea ese, o sea el falso «dinero» gubernamental.

A veces creemos que somos dueños de «nuestro» dinero, sólo porque podemos poseerlo en nuestras billeteras o cuentas bancarias abiertas a nuestro nombre, y cambiarlo por bienes y servicios. Pero esto no es más que una pura ficción e ilusión. Mito que se revela cuando aparece la inflación, o el gobierno devalúa la moneda. Y esto es posible sólo porque el gobierno es el dueño real y de última instancia de ese «dinero». Por eso, es el gobierno el que controla su precio y cantidad (lo que se conoce como oferta monetaria).

Las oligarquías siempre son políticas. Nunca privadas. El capitalismo es siempre privado. No estatal. Ergo, no existe -en este sentido- hoy «capitalismo» en el mundo. Si –en cambio- tenemos estatismo, intervencionismo, socialismo, populismo, pero jamás capitalismo.

Entonces se admite esto, pero se dice que «los gobiernos obedecen las órdenes de los bancos». Lo cual es el mismo absurdo que se impugnaba antes, pero con otras palabras.

Las órdenes las dan sólo quienes tienen la autoridad para hacer «cumplir» esas órdenes .Quien tiene la única potestad para ejecutar y hacer cumplir órdenes gubernamentales es el gobierno. Nadie más puede hacer cumplir órdenes que los gobiernos. Ergo, los gobiernos son esas oligarquías. Porque «oligarquía» significa literariamente «gobierno de la minoría», y no le cabe esta definición a nadie más que a los gobiernos, poseedores de todo el poder para crear leyes y hacerlas cumplir contra quien sea.

Me objetaban antes que esas «oligarquías» eran «los grandes bancos internacionales». ¿De qué manera «los bancos» podrían «obligar» al gobierno a cumplir sus órdenes? Y si el gobierno se niega cumplir las órdenes de esos «bancos» ¿enviarán los bancos al presidente del país, sus ministros, legisladores y jueces a la cárcel? Claro que no, porque «los bancos» (unidos o separados) no tienen ese «poder», ni ninguno semejante frente al gobierno.

Los gobiernos surgen del voto popular, o bien de la fuerza (gobiernos «de facto»). No salen de ninguna otra parte. Y con partidos políticos o sin ellos.

Por supuesto, esto no tiene nada que ver con el poder mundial o «el poder económico internacional» o los «grandes grupos financieros monopólicos, oligopólicos, concentraciones, corporaciones, oligarquías, poderes ocultos, en las sombras» ESTATALES. Estos últimos si existen, y son verdaderamente temibles y atemorizantes. Estas organizaciones mundiales, tales como el tremebundo Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y demás organismos financieros que pertenecen -directa o indirectamente- a uno, o muchos gobiernos juntos si, son el verdadero peligro mundial y deben ser temidos y combatidos con todas nuestras fuerzas.

Las únicas y verdaderas «oligarquías» del mundo fueron, son y serán los gobiernos del mundo, juntos o por separado. Apartados entre sí, los gobiernos son peligrosos siempre para sus gobernados, y unidos entre ellos (sea cual fuere la denominación que adopten en sus famosos «tratados internacionales») los gobiernos son peligrosos para el mundo entero. El peligro –debemos darnos cuenta de una vez por todas- no es el capitalismo financiero internacional, sino el estatismo financiero internacional, ya que es este el que domina a aquel otro. El segundo, siempre tiene más poder que el primero, porque se nutre del primero. El estatismo se alimenta del capitalismo, y lo termina fagocitando por completo, pero es más rentable políticamente decir que es al revés, ya que –esto último- a los políticos estatistas les trae innumerable cantidad de votos.

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Fuente: www.accionhumana.com