En política, todos aquellos que llegan a las primeras magistraturas, tarde o temprano, ambicionan ser reelectos la mayor cantidad de veces posibles. Por amor “al queso”, o al “poder”.
Desde la derecha, el centro y la izquierda. En esto -como en la extendida “afición” a la corrupción- está demostrado que, en política, las ideologías no generan diferencia alguna. Todos sucumben ante las mismas tentaciones. Todos, por igual. Provengan de donde provengan. La lección que nos llega desde el PT brasileño es inusualmente clara. Salvo -claro está- los honestos, que son llamativamente pocos y cuya honestidad, por lo demás, tiene muy poco que ver con el color político de sus ideas.
Así son, lamentablemente, las cosas.
Ahora el buen presidente de Colombia, Álvaro Uribe, podrá -también él- postularse para un nuevo mandato. En efecto, la Corte Constitucional de su país acaba de aprobar la reforma que permite, en más, la reelección inmediata del primer mandatario.
Esta reforma, recordamos, había sido ya aprobada, en diciembre pasado, por el Congreso colombiano.
Para Uribe, que goza de un nivel de aprobación más alto que el de Kirchner (para Uribe, el margen es del 80%), ésta es ciertamente una buena noticia.
Para el marxismo que, desde el narcoterrorismo, enfrenta a Uribe con violencia, pésima.
Para todos en Colombia ésta es una reforma histórica, porque lo cierto es que en toda la historia de este jaqueado país solamente Simón Bolívar, el Libertador, fue reelegido como primer mandatario. Nadie más.
Uribe tiene la chance de empardarlo. Después de 38 meses de gestión, tiene a su favor una intención real de voto que excede el 53%. No es poco.
Constitucionalmente las cosas en Colombia se han, finalmente, modernizado. La vieja Constitución, de 1886, permitía la reelección presidencial, pero obligaba a quien se postulaba para ella a renunciar al cargo con 18 meses de anticipación a las elecciones. Porque así, creían, lo exigía la ética.
Ahora los colombianos, por vez primera, tendrán un presidente-candidato. O sea un hombre electo por el pueblo que, manteniendo su cargo, puede intentar ser reelecto. Lo que es sustantivamente diferente de otras maniobras, como la reciente de Rafael Bielsa a quien nadie eligió para ningún cargo y que mantuvo -imperturbable- su cargo ministerial mientras intentaba ser electo diputado. Esto es moralmente inaceptable. Pero pocos parecen haberse conmovido por lo ocurrido. © www.economiaparatodos.com.ar |