Hacia fines de marzo, en una entrevista con el diario La Nación y ante la pregunta sobre su relación con el Banco Central de la República Argentina (BCRA), el Dr. Roberto Lavagna contestó lo siguiente: “Ahora se está trabajando muy bien porque se trata de una relación técnica. Las decisiones de política económica las toman el Presidente y el ministro de Economía; el Banco Central las instrumenta” (1).
Esta definición del ministro Lavagna deja en claro que el BCRA no es una institución independiente del poder político sino que, muy por el contrario, está totalmente subordinada al mismo, limitándose a instrumentar lo que dispone el gobierno.
A favor de su postura, el ministro puede argumentar que el actual gobierno está manejando con mucho cuidado la política monetaria y que la misma es un éxito. Si bien el ministro no hizo esta afirmación, el punto a considerar no es si hoy la subordinación del BCRA al poder político da resultados, porque en ese caso estaríamos subordinando la suerte de la política monetaria al buen criterio del gobierno de turno. Los sistemas tienen que ser establecidos para que, independientemente del gobierno que toque, la política monetaria sea creíble. En otros términos, este un ejemplo típico de subordinación de las instituciones, en este caso las reglas monetarias, al gobierno de turno, cuando el gobierno de turno debería subordinarse a la independencia del BCRA.
Es justamente esta falta de independencia del BCRA lo que hace no confiable la política monetaria en el largo plazo, por más que en el corto plazo el ministro Lavagna le dé instrucciones correctas al presidente del Central.
¿Por qué? Porque si la buena política monetaria depende del buen criterio del ministro de turno, ¿qué ocurrirá el día que no esté más Lavagna y venga otro ministro con criterios absolutamente diferentes? Bajo el esquema definido por el Dr. Lavagna, la incertidumbre monetaria es la regla, por más que en el corto plazo las variables monetarias puedan estar bajo control.
Desde que el patrón oro fue abandonado, todo el sistema monetario mundial está basado en simples papeles impresos. El punto es que esos papeles impresos sólo son demandados por la gente (como reserva de valor o medio de intercambio) en la medida en que sean confiables. ¿Qué es lo que hace confiables a las diferentes monedas? La calidad de las instituciones que las respaldan. Lamentablemente, el peso argentino tiene como único respaldo el “prestigio” de la dirigencia política. Un respaldo bastante pobre, por cierto.
Cualquier argentino prefiere un dólar a un peso. ¿Por qué esta preferencia si ambos son pedazos de papel impresos? Porque el argentino sabe que las instituciones jurídicas, políticas y económicas que rigen en los Estados Unidos son lo suficientemente confiables como para utilizar el dólar. En cambio, la demanda de pesos es muy baja porque sabemos que las instituciones jurídicas, políticas y económicas de Argentina dejan bastante que desear. Sabemos que, en caso de necesidad, los políticos no tendrán ningún problema en empapelar el país con billetes impresos con tal de alcanzar sus objetivos personales.
Por más que el presidente del BCRA se haya esforzado en esclarecer cuál es el criterio de política monetaria que actualmente se sigue, ese esclarecimiento es inútil para la toma de decisiones de largo plazo porque no sabemos si ese criterio hoy definido, no cambiará mañana con otro ministro de Economía u otro Presidente al cual se tendrá que subordinar el actual presidente del BCRA o cualquiera que ocupe ese cargo.
El Banco Central fue creado en 1935. Desde esa fecha, y siguiendo estos criterios de subordinación al poder político, fueron destruidos cuatros signos monetarios y uno está con respirador artificial. El peso moneda nacional, el peso ley 18.188, el peso argentino y el austral murieron bajo este criterio personalista en el manejo monetario y el actual peso por ahora sobrevive como puede. Un promedio de vida de 17 años por cada signo monetario es lo suficientemente pobre como para volver a confiar en el criterio de los políticos en el manejo de la moneda.
Al ministro de Economía puede no gustarle la regla monetaria de la convertibilidad que rigió entre 1991 y 2001, pero ello no significa que, por rechazar el esquema de la convertibilidad, se vuelva al esquema que derivó en la destrucción de 4 monedas. En todo caso, si la convertibilidad no le gustó, los antecedentes monetarios previos a la convertibilidad son menos presentables como regla monetaria como para haberlos adoptado nuevamente, creyendo que a igual estrategia se tendrá un resultado diferente a los del pasado reciente. © www.economiaparatodos.com.ar
(1) Kanenguiser, Martín, “Lavagna: este año se volvería a crecer 9%” en: diario La Nación, Sección Economía, 26 de marzo de 2004. |