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jueves 17 de abril de 2008

El setentismo se bate en retirada

Al mismo ritmo con que suben los precios, el kirchnerismo está comenzando a perder batallas ideológicas.

El conflicto entre el Gobierno y los productores agropecuarios –momentáneamente soslayado aunque lejos de estar resuelto– pudo haber sido muy violento, pero no lo fue. Un conflicto de esta naturaleza perfectamente podría haber concluido con 50 muertos… Esta no es una apreciación alarmista, sino un análisis de la realidad, de un aspecto de la realidad que es difícil de apreciar porque se trata de algo que no ocurrió. Pero podría haber ocurrido y, si así hubiera sido, las consecuencias de todo el problema se hubieran tornado infinitamente más graves. El hecho de que una protesta tan enérgica haya sido a la vez pacífica permite extraer conclusiones.

La más importante de esas conclusiones es que la sociedad argentina está menos fracturada de lo que algunos suponen… Esa es la razón por la que no hubo violencia. El único que quiso generar violencia fue el Gobierno a través de sus activistas, Moyano y D’Elía (inclusive, la actuación de los camioneros fue también bastante prudente, aunque en algunos momentos fueron quienes más tensaron la situación en algunos cortes de ruta). Pero incluso esas provocaciones no encontraron eco y, en cambio, el reclamo general siempre fue que el Gobierno y los ruralistas se sentaran a dialogar y resolvieran pacíficamente el problema.

Lo que sucede es que el kirchnerismo no está preparado psicológicamente para afrontar una situación de “confrontación no, negociación sí”. El kirchnerismo continúa inmerso en aquella cultura política setentista donde no cabía resolver los problemas de otra manera que por medio de la violencia, para lo cual era necesario identificar al enemigo a fin de agredirlo. Por eso la señora habló cuatro veces públicamente en una semana y en cada discurso debía modificar el tono del anterior porque nunca acertaba a decir algo apropiado. En la intimidad de su corazón, los dirigentes kirchneristas sienten que un conflicto pacífico es un hecho absurdo porque están mentalizados para el enfrentamiento violento. Esa es también la razón por la cual no pueden dejar atrás y dar por terminadas todas las cuestiones que tienen que ver con la actuación del gobierno militar en relación al enfrentamiento con las organizaciones terroristas. Para el kirchnerismo aquella era la verdadera política y la democracia es una sinrazón.

Sin embargo, la sociedad argentina de hoy es distinta de aquella de hace 35 años. Por supuesto que se trata de un país con muchísimos matices y es indudable que hay conflictos entre los distintos sectores sociales. Pero hay también una voluntad de diálogo para resolver los problemas por ese medio que otrora no había y a la cual el kirchnerismo no tiene capacidad para dar respuestas satisfactorias.

Esta es, en rigor, la verdadera derrota del Gobierno en relación al conflicto con los productores agropecuarios. Para el kirchnerismo, el hecho de no encontrar eco en su denuncia de que los ruralistas son “golpistas” es una derrota mucho más categórica que unos puntos más o menos en la alícuota de las retenciones a las exportaciones. El kirchnerismo perdió la batalla intelectual contra los ruralistas, más allá de que les cobre retenciones móviles. El setentismo empieza a batirse en retirada para dar lugar a otros tiempos.

La demanda generalizada, a lo largo de todo el conflicto, fue que hubiera “diálogo”. Pero el hecho de dialogar implica reconocer la legitimidad de la posición de la otra parte, aún cuando no se la comparta. El diálogo supone esgrimir argumentos para sustentar la posición que se reivindica. Esto es algo que no figura en el “manual de operaciones del buen dirigente kirchnerista”. El kirchnerismo no dialoga sino que agrede porque quien no se aviene a someterse a las directivas del “jefe” pasa a ser un enemigo que debe ser destruido. Esto es setentismo en estado químicamente puro.

Pero Argentina viene transitando desde hace veinticinco años por un proceso de democracia que va dejando sedimentos en el cuerpo social. Nadie que tenga menos de 40 años recuerda la violencia de la década del ’70. Expresiones tales como “la oligarquía” (desempolvada por el piquetero oficialista Luis D’elía durante el transcurso de la crisis) son piezas arqueológicas de la terminología política.

Es inevitable que este conflicto con los ruralistas y sus coletazos expresados a través de cacerolazos por sectores urbanos recrudezca antes o después. La intolerancia del kirchnerismo es una metodología de gobierno que no tiene cabida en las circunstancias de hoy. No se puede predecir ahora de qué modo se manifestará ese conflicto. Lo que está claro es que el Gobierno, excepto por sus gobernadores y legisladores vasallos y sus militantes pagos, no tiene apoyos activos en la sociedad. Pero esto no es suficiente para sostenerse políticamente. A lo largo de la historia argentina nadie, ni siquiera los gobiernos militares, pudieron sostenerse contra la oposición activa del pueblo. Las tempestades políticas que están empezando a azotar al kirchnerismo son la cosecha de los vientos que viene sembrando desde hace varios años, aún antes de su acceso al gobierno nacional. Hasta ahora, el kirchnerismo ha venido sosteniéndose a favor de la ausencia de proyectos alternativos. Pero la existencia de una demanda de nuevos rumbos políticos está quedando a la vista y forma parte de la naturaleza de los acontecimientos que, ante la existencia de una demanda, aparezca alguien dispuesto a responder a ese requerimiento. Quién y cómo responda a esa demanda es la cuestión a la que habrá que prestar atención de ahora en más… © www.economiaparatodos.com.ar

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