El silencio de los ¿inocentes?
El día que cada vecino escuche con más atención a aquél con quien convive en su barrio y entre ambos resuelvan, solidariamente, recuperar su dignidad frente al “autocratismo” que ha signado los últimos años de nuestra democracia, desaparecerá la influencia de las recetas políticas corruptas y ruinosas que han contribuido a desarrollar en la sociedad una patética miseria moral.
Mientras esto no ocurra y siga subsistiendo un inexplicable compromiso con el supuesto atractivo de las revoluciones propuestas por ciertos hombres y mujeres tóxicas que han inundado la política nacional (que no se resignan a someterse a la indiferencia popular), se repetirán los ciclos que nos han llevado invariablemente del éxtasis a la agonía.
Porque reconocerse como ciudadano democráticamente “libre”, presupone celebrar un compromiso firme para dejar de ser un instrumento en manos de quienes prometen el paraíso y entregan a cambio una prosperidad transitoria, basada en una soberbia conceptual inviable.
Es sabido también que las falsas revoluciones apoyan siempre su discurso sobre apotegmas ideológicos expuestos por intelectuales que intentan “acomodar” su presencia dentro del régimen mediante filípicas que repiten machaconamente a través del aparato de comunicación del Estado.
Víctor Massuh sostenía que “cada vez se hace más frecuente constatar que buena parte de los intelectuales influyentes en este siglo no fueron entusiastas de la democracia”.
¿Alguien tiene alguna duda de esto luego de haber leído las declaraciones de neta inspiración fascista de Carta Abierta, en la búsqueda de justificar al kirchnerismo y canalizar al mismo tiempo una “intelectualidad” indescifrable?
Ante el derrumbe DE LA NATURALEZA DE CIERTAS COSAS QUE NO SE SOSTIENEN POR SÍ MISMAS, Cristina y sus “leales” transitan hoy el camino de despedida MEDIANTE LA IDEALIZACIÓN DE SU FRACASO, tratando de reorganizar eventualmente un nuevo punto de partida (¿).
Lo que no parecen percibir es que se ha demostrado históricamente que el rescate de un fracaso es una misión prácticamente imposible.
Creemos que los funcionarios de la era Kirchner han sido de una mediocridad de alcantarilla, y los “pensadores” (¿) que los sostienen y les dan “letra” no les van en zaga, por lo que, tarde o temprano, no tendrán más remedio que retornar a la oscuridad de la que provienen.
A pesar de ello, se percibe claramente que el kirchnerismo no abandona fácilmente su triunfalismo, a pesar de que sus pócimas mágicas se han evaporado en la atmósfera.
Por lo tanto, es muy probable que su desdén por la democracia republicana siga resonando por algún tiempo en las reuniones tribales de algunos fanáticos que intentarán seguir “batiendo el parche”, como esos organilleros de plaza que esperan, a veces infructuosamente, que salgan las palomas de su caja de música.
Por nuestra parte vemos estos asuntos de la siguiente manera:
a) Si Scioli se impone finalmente en octubre próximo, estamos convencidos que se “sacará de encima” a los K residuales con la misma cara de póker que se le conoce, ya que es un peronista tradicional y necesita imperiosamente rearmar un nuevo pacto (¿contubernio?) con los gobernadores de las provincias justicialistas;
b) Si gana Macri, y produce una transformación que se asemeje a sus logros de la Capital Federal, conseguirá echar en poco tiempo la última palada de tierra sobre el sarcófago kirchnerista.
La eventual participación de Macri en un ballotage ocurrirá, por supuesto, si al momento de entrar al cuarto oscuro muchos ¿inocentes? ciudadanos, que lucen atemorizados por el shock de un futuro que ven incierto, deciden no obstante sacarse de encima la pierna que nos mantiene sujetos al piso en posición fetal.
¿Llegará a ser la asonada tucumana el comienzo de una batalla más amplia de los supuestos “indignados”?
Imposible predecirlo en un escenario tan fugaz e inestable.
carlosberro24@gmail.com