El valor simbólico del pago del Boden. Ahora, la inflación.
El Gobierno Nacional le otorgó una enorme carga simbólica al pago de la última cuota del Boden 2012 al presentarlo como parte de la conclusión de una etapa muy negativa para la economía argentina. Por eso, la importancia política de esta cancelación trasciende al hecho de que una mayoría de los títulos no estén en manos de sus tenedores originales.La política de desendeudamiento fue uno de los rasgos distintivos del actual ciclo político. La crisis de 2001 dejó muchas enseñanzas y, una de ellas, fue que si querían evitarse futuras conmociones, la exposición del país a los acreedores debería reducirse sustancialmente.
En los últimos años, el porcentaje de la deuda nominada en moneda extranjera se redujo a un cuarto del PIB. El desendeudamiento amplía el margen de maniobra a la política económica que no queda sujeta a una negociación constante con distintos grupos de acreedores. Ahora ha crecido la deuda intrasector público pero se redujo la que está en manos de privados.
Por supuesto que en los últimos tiempos también se escucharon voces críticas a la estrategia del Gobierno por parte de quienes entendían que era preferible ir cancelando la deuda con nuevos préstamos para no afectar tanto las reservas del Banco Central. Eso podría llevar a una mayor presión sobre el dólar que se traduciría en más inflación lo cual castigaría, en primer lugar, a los sectores de menores ingresos. Los críticos cierran el argumento sosteniendo que se le puede terminar pagando a los acreedores sobre la base del esfuerzo del resto de la sociedad.
Pero, más allá de los debates, no caben dudas de que la Argentina sufrió mucho por su elevado endeudamiento al cual fue llevada por políticas erróneas e inducidas por quienes luego fueron los acreedores que se beneficiaron con ese esquema. También actualmente se observa que el endeudamiento excesivo es el principal problema que recorre el mundo desarrollado. Y, en muchos de los países que lo integran, superar esa situación puede llevar a políticas fiscales duras por bastante tiempo.
Que el mundo emergente haya aprendido la lección y hoy esté al margen de esas preocupaciones es un avance. El bajo crecimiento global es consecuencia de los desbordes que se produjeron en el mundo desarrollado y en esta oportunidad los países emergentes son parte de la solución y no del problema. La Argentina forma parte de estos cambios. Pero necesita complementarlos con medidas de política económica que le permitan volver a ser un destino importante para las inversiones del exterior y para las provincias que la componen y sus empresas puedan volver al mercado internacional de deuda pagando tasas razonables.
Por otra parte, la evolución de las reservas está estancada y esa tendencia también debería revertirse. Pero, frente a muchos de estos problemas, la Argentina encontrará la respuesta en una estrategia que ponga el acento en reducir la tasa de inflación que sigue en niveles elevados pese a la desaceleración de la tasa de actividad.
Fuente: El Economista.com.ar