En 2014 la recaudación fiscal fue depredadora
El gobierno nacional acaba de anunciar -con fruición- el fenomenal aumento del 36,2 % en la recaudación impositiva del año 2014 comparada con el año anterior. Y lo presenta como un gran triunfo, cuando en realidad es una contundente muestra de frustración.
SIGNIFICADO LAMENTABLE
Presentar un crecimiento tan explosivo en el cobro de los impuestos, en medio de una sostenida recesión y después de una innegable baja en la actividad económica, nos revela la presencia de dos síntomas:
En primer lugar, que la inflación verdadera es de por lo menos el 36,2 % más la caída de la actividad, oficialmente estimada en 1,8 %. De lo cual deducimos un índice de inflación anual del 38 % que contradice al INDEC.
En segundo término, que el Gobierno, a través de abusivos impuestos nos ha arrebatado $ 1,28 billones en un año. Lo cual es indicador de una formidable grieta entre la Sociedad y el Estado. En nuestro idioma esa grieta se llama “expoliación”. Es decir que de manera forzosa e injusta, han quitado a la población gran parte del fruto de su trabajo.
Porque en sentido estricto, sólo las personas que integran el pueblo son quienes terminan pagando los impuestos. Las empresas los anticipan financieramente, pero lo recuperan aumentando los precios de sus productos o reduciendo los dividendos que liquidarán a sus inversores.
ESO NO ES TODO.
Con este anuncio oficial no se termina esta cuestión de la rapiña fiscal. Porque a los $ 1.280.307 millones que recaudó la AFIP, hay que añadir $ 256.084 millones recaudados por las provincias y municipios y sumar los $ 216.000 millones del impuesto inflacionario que el Banco Central produjo con la impresión de billetes, otorgados al Gobierno central y recuperados en parte, mediante letras de cambio que nos cuestan el 29,3 % anual.
Este último caso es un ejemplo de cinismo político. Porque el Banco Central, violando lo escrito en la Constitución (Art.17), ha creado un impuesto que no ha sido sancionado por ley del Congreso y lo puso a disposición del Gobierno nacional mediante la frenética impresión de tiras de papel con la efigie de Evita.
Como esa emisión es lisa y llanamente una salvajada monetaria, se ha visto obligado a recomprar su propio dinero colocando en los bancos las letras llamadas “Lebac”, cuyo costo soporta adicionalmente el pueblo argentino. Es decir que se trata de un caso inédito: la inflación es un impuesto que genera intereses usurarios para poder ser utilizado por el Gobierno y cuyo destino final es el despilfarro en subsidios a empresas estatales ineficientes y el pago de sobreprecios sospechados de ocultar hechos de corrupción.
TODAVÍA MÁS
Allí no para la cosa. Porque esa entelequia que denominamos Estado (Nacional, provincial y municipal) en realidad es un instrumento digitado por quienes ocupan cargos en el Gobierno; y ha recibido recursos contantes y sonantes por $ 1,75 billones durante 2014, es decir millones de millones.
Ahora bien, si dividimos por los 12 meses del año esa cifra anual que ha sido arrebatada al pueblo argentino, llegamos a una obscena transferencia de recursos desde la Sociedad a favor del Gobierno por $ 146.033 millones mensuales. Que es lo que el Estado nos ha estado quitando cada mes del año pasado.
Si consideramos que según la proyección demográfica tenemos hoy una población de 41.805.565 habitantes, y que ese colectivo se agrupa en 8,89 millones de familias compuestas por una media de 4,7 personas por familia, tenemos que el Estado nos ha quitado recursos ganados con el fruto de nuestro trabajo por un importe medio de $ 16.427 por familia y por mes.
Finalmente, si aceptamos como veraz la información del ministerio de Trabajo señalando que más de las ¾ partes de la población tuvieron salarios de bolsillo por $ 6.820 (equivalentes a sueldos brutos de $ 8.800), llegamos a concluir que el anuncio oficial de la exitosa recaudación no es sino un formidable ardid para informarnos que han exprimido nuestros bolsillos quitándonos el 71 % de la riqueza anual creada con el trabajo de todos los que tienen la dicha de tener una ocupación digna.
Ahora bien, ¿quién puede sostener que sea una conquista “nacional y popular” el hecho de que los trabajadores hayan sido exprimidos mediante los impuestos, las cargas laborales y la inflación con el 71 % de la renta o del valor agregado que ellos realmente produjeron?
¿Cómo no entender que un pueblo sometido a una presión tributaria que les arrebata el 71 % del fruto de su trabajo, no tiene más alternativa que comportarse con la misma sumisión de aquellos que son siervos de los poderosos?