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jueves 13 de noviembre de 2008

En economía no hay magias

Frente a la crisis financiera internacional y el plan de salvataje aprobado por el Congreso de los Estados Unidos, conviene recordar que -finalmente- es siempre el contribuyente quien termina afrontando el costo de estas medidas.

Días pasados en una mesa redonda mi contrincante circunstancial afirmó que mis críticas al llamado salvataje patrocinado por el gobierno estadounidense eran infundadas puesto que los recursos de los contribuyentes estaban destinados a empresas en las que ellos mismos tenían intereses. Respondí que esto me recordaba al comerciante que no objetaba que lo robaran siempre y cuando el ladrón comprara en su tienda con el fruto del atraco. También señalé que había que revisar la aritmética y el andamiaje conceptual de semejante conclusión.

Esto es así debido a que si el aparato estatal destina 100 a rescatar entidades insolventes, necesariamente ha debido detraer esa suma de áreas consideradas eficientes. Y el traspaso coactivo de campos productivos a los ineficientes produce un efecto neto de dilapidación de los siempre escasos factores de producción. A su vez, esto no solo perjudica a los titulares que han visto mermar el fruto de su trabajo sino que genera consumo de capital que repercute negativamente sobre el conjunto de la sociedad puesto que los salarios en términos reales disminuyen (ya que éstos dependen de las tasas de capitalización vigentes).

Lo que sucede es que muchos son los que pretenden preservar sus patrimonios fuera de la zona de riesgo y, simultáneamente, apuntan a que otros se hagan cargo de los platos rotos a raíz del uso irresponsable de instrumentos financieros o simplemente erraron el camino.

El mismo concepto debe aplicarse al crédito que significa la transferencia provisoria de riqueza para ser devuelto el principal y los intereses correspondientes en el plazo estipulado. Si el gobierno compra activos de bancos está también traspasando por la fuerza riqueza de sectores productivos a instituciones en problemas y si imprime dinero para “inyectar liquidez” estará licuando riqueza de toda la comunidad con el agravante de alterar precios relativos y, por ende, engañar a los operadores más de lo que ya ocurre como consecuencia de la manipulación en la tasa de interés por parte de la Reserva Federal.

En lugar de este despliegue de aguda latinoamericanización, debería revisarse el sistema bancario de reserva fraccional. Hay un debate sumamente fértil entre partidarios de la reserva total y el “free banking” pero ambos contendientes concuerdan en que el sistema actual de reserva parcial manejada por la banca central conduce al peor de los mundos puesto que al menor signo de desconfianza o incertidumbre se modifica la demanda de dinero y se pone al descubierto que todo el sistema navega en la cuerda floja.

No voy a repetir aquí lo que he escrito en distintos medios -incluyendo éste- sobre las barrabasadas de Bush y sus adláteres en muy diversos frentes y las cifras siderales del gasto, endeudamiento y déficit estatales en Estados Unidos. Es notable el desvío que se viene produciendo respecto de los valores y principios establecidos por los Padres Fundadores en ese gran país en cuanto a los marcos institucionales que debían respetar la propiedad y castigar el fraude.

James Madison, el padre de la Constitución estadounidense, ha escrito que “El gobierno ha sido instituido para proteger la propiedad […] Este es el fin del gobierno, sólo un gobierno es justo cuando imparcialmente asegura a todo hombre lo que es suyo”. Thomas Sowell, de la Universidad de Stanford, sugiere que ya que estamos en tren de salvatajes podrían financiarse a los perdidosos en Las Vegas con los recursos de quienes dan un uso prudente a sus ahorros. Por su lado, Tyler Cowen en un artículo en The New York Times destaca la maraña de regulaciones en el mercado hipotecario, financiero y bancario con agencias enormes que ocupan a miles de burócratas tiempo completo y muestra como la Ley de Reinversión Comunitaria obligó a contratar hipotecas sin las suficientes garantías y los zafarranchos provocados por las tristemente célebres Freddie Mac y Fannie Mae con el decidido apoyo del gobierno norteamericano.

Afortunadamente hay reservas en esa nación y por ello es que el salvataje fue aprobado con la oposición de más de la mitad de los miembros del partido gobernante en la Cámara de Representantes. Hay que revisar esta situación lamentable y volver a las fuentes de respeto recíproco y que los politicastros dejen de dar cátedras grotescas sobre temas que desconocen de modo superlativo y centren su atención en proteger derechos que son anteriores y superiores a su existencia.

Debemos escapar a los espejismos y encandilamientos fatales al aplaudir los destinos de fondos que los gobernantes detraen de los contribuyentes que exceden sus misiones específicas, sin atender graves perjuicios que se crean en los sectores a los que se esquilmó. Y en el caso que nos ocupa, son principalmente el desocupado, el verdulero y, en general los de menos recursos y menor poder de lobby los que se ven obligados a financiar los desaguisados de ciertos aprovechadores de Wall Street. © www.economiaparatodos.com.ar

Alberto Benegas Lynch (h) es doctor en Economía. Esta columna fue publicada originalmente en el diario Perfil el sábado 8 de noviembre de 2008.

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