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lunes 3 de septiembre de 2007

En el búnker con Cristina

Mientras cada vez son menos quienes continúan sin advertir la crisis que se asoma por el horizonte, la candidata del Gobierno a la presidencia no parece enterada de los problemas.

Hay un dicho en economía que sostiene que los mercados se anticipan, es decir, que los actores económicos comienzan a tomar posiciones de protección cuando perciben que en algún momento de un futuro cercano puede llegar a producirse una crisis económica. Si bien algunos actores pueden tomar sus decisiones macroeconómicas en base a estudios e informes, la inmensa mayoría no son economistas y no siguen las cuentas fiscales, los datos de tipo de cambio real o los números monetarios. Sus previsiones se basan en ciertos hechos puntuales que observan en la economía de todos los días, hechos que toman como señales de advertencia de que algo anda mal. Por ejemplo, no hace falta que un matrimonio siga los datos monetarios para advertir que la inflación existe. Le basta con ir al supermercado y observar los aumentos de precios y el desabastecimiento de ciertos productos. Aunque desconozca cómo puede evolucionar la crisis, sabe que algo va a ocurrir.

Por otro lado, debe ser bastante difícil encontrar hoy en día a algún empresario que no esté prevenido sobre los tormentosos tiempos que se avecinan, porque –no nos engañemos– por más que algunos “aplaudidores” profesionales canten loas sobre la situación económica y aseguren que tienen confianza en el futuro del país, cuando vuelven a su trabajo adoptan medidas macroeconómicas exactamente inversas a las de sus declaraciones públicas.

Hasta me animaría a decir, viendo el comportamiento de los partidos opositores, que nadie quiere ganar las elecciones por los costos políticos que habrá que pagar en el futuro para corregir la fenomenal distorsión de precios relativos que tenemos.

Para ir sin más rodeos al punto, lo que quiero dejar en claro es que debe ser bastante difícil encontrar hoy en día a alguien que no perciba que vamos directo hacia una colisión. Los únicos que parecieran no estar enterados de ese rumbo son los miembros del Gobierno, que dan por descontada la victoria oficialista el 28 de octubre.

Bien, supongamos que efectivamente el 28 de octubre el oficialismo festeja y Cristina Fernández de Kirchner se prepara para asumir la presidencia. El gran interrogante que surge es si la señora de Kirchner tiene noción de los problemas que recibirá de su esposo, porque –más allá de declararse hegeliana– todavía no se le ha escuchado una sola palabra sobre qué hará con el precio de los combustibles, las tarifas de los servicios público, la inflación, el desborde en el gasto público, la crisis energética y la falta de inversiones.

Frente a la tormenta que todos ven acercarse, algunos con más y otros con menos claridad, caben dos posibilidades: a) que, mareados por el poder, el matrimonio Kirchner no vea el horizonte, o b) que vean el horizonte y esperen la oportunidad para hacer algo para evitar la crisis. En este segundo caso, habría que preguntarse qué es ese algo y cuándo harán ese algo.

Por el momento, sin embargo, el matrimonio presidencial parece moverse sin tener conciencia de la verdadera situación en que se encuentra la Argentina.

Acabo de leer el libro “En el búnker con Hitler”, de Bernd Freytag von Loringhoven. El autor, un ex oficial del ejército alemán, fue uno de los últimos hombres que salieron con vida de Berlín y estuvo con Hitler durante nueve meses asistiéndolo diariamente en el famoso búnker. Von Loringhoven cuenta cómo Hitler se negaba a ver la realidad y, al fina de la guerra, daba órdenes para que divisiones y ejércitos inexistentes atacaran a las tropas rusas que estaban a las puertas de la capital alemana. Desconfiado como era, el nazi no delegaba funciones en nadie y movía piezas que no existían. No solo había cometido gruesos errores, sino que se negaba a reconocerlos. Y cuando alguna vez advertía los errores, siempre buscaba un culpable para hacerlo responsable de las noticias adversas. Este libro, así como el comportamiento de muchos gobernantes argentinos y extranjeros, deja planteada la duda de hasta dónde se aíslan de la realidad muchos hombres que se creen infalibles y todopoderosos.

Volviendo a la situación argentina y revisando las posibilidades planteadas más arriba, la alternativa de que el matrimonio no perciba la tormenta que se avecina implica asumir que, si Cristina Kirchner gana las elecciones, se encontrará totalmente desguarnecida ante los problemas y no podrá echarle la culpa a la herencia recibida. ¿Acaso la esposa del presidente podría llegar a argumentar que la crisis es producto de los errores de su marido cuando ella fue activa partícipe del actual modelo económico e institucional?

Frente a los problemas inflacionarios y energéticos, por sólo mencionar algunos, ¿tendrá Cristina suficiente apoyo de los políticos “K”? Todos los aduladores de hoy pueden transformarse mañana en los enemigos más acérrimos. Y aquí no hace falta entrar en detalles. Basta con revisar la lista de los actuales funcionarios para advertir que hay varios que fueron menemistas, luego duhaldistas y ahora kirchneristas. Hasta los hay que fueron cavallistas. De manera que, si de lealtades se trata, no cabe esperar demasiado en el futuro. Y si la caja se evapora, menos lealtades habrá.

Imaginemos ahora la segunda hipótesis. Que el matrimonio advierte la tormenta. El interrogante es saber si tiene noción de su envergadura. Si cree que lo que se aproxima es una simple garúa, adoptará medidas tan insignificantes que impedirán afrontar la tormenta. Si, por el contrario, es consciente de la magnitud del problema, uno puede pensar que Néstor Kirchner adoptará todas las medidas antipáticas antes de diciembre. En ese caso, tendrá que olvidarse de ser reelegido y los demonios que se desatarán harán que su esposa empiece su gestión con el pie izquierdo. Sin un apoyo político sólido y en el medio del vendaval, tendrá que pensar cómo hace para no hundirse.

En cambio, si postergan el ajuste para después de diciembre, Cristina Kirchner comenzará su gobierno igual que Fernando de la Rúa, quien en vez de generar optimismo anunció un impuestazo que frenó los atisbos de reactivación que se veían hacia fines de 1999.

Dada la ausencia de declaraciones claras y concretas de la candidata oficialista sobre qué hará con temas puntuales como la inflación, la crisis energética y la falta de inversiones, entre otros, y viendo que todos estamos atentos a la tormenta que se avecina, ¿será que en el búnker de Cristina no ven la realidad y están moviendo divisiones inexistentes, sin advertir que tienen en las puertas del refugio a las tropas rusas? © www.economiaparatodos.com.ar

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