Entrelíneas de una carta entreverada
‘El 18F no es el homenaje a un fiscal, ni siquiera un reclamo insólito de justicia, sino el bautismo de fuego del Partido Judicial’, Cristina Kirchner, 21de febrero 2015, en Facebook
Termino de leer la “carta” que escribiera la Presidente refiriéndose a la marcha del 18F. Es tanto lo que puede leerse entrelíneas que toda argumentación resultaría imprecisa. Podemos empezar por analizar, una expresión que suena casi como una “declaración de guerra” a juzgar por la manera como sitúa al enemigo: en su “bautismo de fuego“. Nada nuevo. Lo bélico siempre ha sido Alfa y Omega del kirchnerismo.
En rigor, a la Jefe de Estado siempre le gustó el lenguaje castrense. Paradójicamente, llama a sus militantes “soldados”, utiliza la cadena nacional igual que cuando interrumpían una programación para pasar el “comunicado número….” y decirnos que “íbamos ganando”. Ellos hacen lo mismo interviniendo el INDEC, entrometiéndose en los demás poderes del Estado y dividiendo a la sociedad en bandos: los buenos (que son ellos), y los malos (que somos todo el resto)
Como frutilla del postre, puso al General Cesar Milani al frente del Ejército. El mismo que en clara obsecuencia osó situar el Ejército “al servicio del modelo“. ¿Del modelo?
Sí, así lo dijo sin que se le moviera un pelo. Desde que surgieran las FFAA – como institución fundacional de la República -, estas estuvieron o debieron estar al servicio de la Patria. Con los Kirchner no sucedió eso. Ellos han abusado de toda excepción a la regla, incluso en lo que respecta a lo más sagrado que tenemos: la Constitución de la Nación Argentina. Hoy, un compendio de hojas raídas con olor a rancio, a trementina.
En este contexto, el desconcierto reina y la gente no sabe a ciencia cierta qué significa una fuerza de seguridad al servicio de este engendro nacional y popular. Más aún si tenemos en cuenta que la mandataria acaba de determinar que el pueblo “no es popular“. Al menos no el que marchó el miércoles de la semana pasada bajo una lluvia torrencial.
Esos eran, según el vocero Horacio Verbitsky, los “oligarcas”, la “nueva derecha”, los “destituyentes“, y en boca de la Presidente: los “arietes” del monopolio, los artífices de la “cadena del desánimo y del odio“, los “agoreros del mal“… Ah, y el “Partido Judicial”
¡En hora buena! Habemus un nuevo partido en un país donde todo fue destruido: desde el radicalismo de Hipólito Irigoyen hasta el Justicialismo de Juan Domingo. ¿O alguien se atreve a reconocer lealtades y doctrinas en estos aglomerados de oportunistas, que van de un lado a otro según convenga a sus ambiciones y caprichos ? ¿Acaso Leopoldo Moreau representa los postulados de la Unión Cívica Radical ? Y Sergio Massa, al final, ¿es kirchnerista, peronista o liberal?
Todo depende. Depende de qué conviene. La crisis de identidad de la dirigencia debe ser una de las causas por la que todo está como está… Mal.
Pero más allá de las reminiscencias históricas que conllevan al melancólico: “todo tiempo pasado fue mejor“, lo cierto es que, según Fernández de Kirchner, se ha perdido un “partido militar” pero se ha formado uno “judicial”. Parece que también fue una química exitosa, adhiriendo al principio: “nada se pierde, todo se transforma”.
Así, de la noche a la mañana, nos desayunamos con esa noticia basada en el mero hecho de que un grupo de fiscales decidió hacer lo que es su deber: administrar Justicia. En términos de Ulpiano: “dar a cada uno lo suyo”. Una distribución muy distinta a la que alude constantemente Cristina.
Los miles de participantes del 18F no tienen la más remota idea de qué trata esta nueva inventiva de la Presidente, pero eso a ella no le interesa cuando hay que vender exégesis oportunistas para tratar de frenar el tsunami de causas judiciales que se le viene encima.
Si Cristina Kirchner tenía que referirse a la marcha, lo haría desde el temor y la venganza, las dos armas con las cuales pretende evitar lo inevitable. Así lo hizo. Ahora pueden verse a funcionarios y ministros tratando de armar un arca como Noé para salvarse cuando el agua los tape. Pero ojo, no todos pueden subir. Solo podrán hacerlo los de la misma “especie”, y eso lo define la Presidente.
En ese trance de desacreditar la movilización, también apeló a las cifras arbitrarias y a la competencia fútil con otras manifestaciones ciudadanas. Mencionó la del campo llevada a cabo en Avenida Libertador, pero obvió recordar que tamaña convocatoria terminó gestando el “voto no positivo”, que casi hace explotar la yugular de Miguel Ángel Pichetto en el recinto.
Tampoco recordó – al mencionar la concentración del 8N -, que luego debió disminuir la frecuencia de sus cadenas, y que enmudeció el absurdo “Cristina eterna”, para lo cual pretendían modificar la Carta Magna con lo que eso representa.
Pero si el tema que la desvela es netamente cuantitativo, podrían contarle que hubo menos personas en la movilización a favor del fiscal José María Campagnoli, y sin embargo el gobierno debió dar marcha atrás y dejar sin efecto lo que era un atropello del Poder Ejecutivo sobre el Judicial.
En ese entonces, hablé sin intermediarios con uno de los principales protagonistas del tribunal, el cual confesó sin titubear: “yo no quiero que me escrachen ni salir en todos los diarios en medio de un escándalo”. En síntesis, reconocen al menos, lo escandaloso que es todo, y está visto que la gente en la calle puede más que sentada en un sillón mirando pasivamente lo que sucede por televisión.
Ahora bien, siguiendo con el léxico que le gusta a la mandataria podríamos decir que ella imparte la “obediencia debida” entre sus adláteres, pero el punto final lo pondrá la sociedad a la hora de votar. Porque nadie está interesado en que se vaya nueve meses antes para pretender volver como víctima de un golpe que no fue. ¡Qué no se haga ilusiones vanas!
Dudo que aquel jubilado empapado, ese chico caminando con sus padres y hermanos, o aquella ama de casa con las manos ásperas de lavar platos sean golpistas aunados para entrar a su despacho y quitarle el cetro y el mando.
Asimismo, el fiscal Marijuan, Moldes, Campagnoli, Hornos, Sanz, estaban allí porque un colega apareció muerto por investigar y pretender llegar a la verdad. Del mismo modo, periodistas y reporteros gráficos estuvieron presentes cuando se honró la memoria y el trabajo de José Luis Cabezas. ¿Habrá sido ese un “golpe fotográfico”?
Todos los asistentes saben que Alberto Nisman fue el primero pero ninguno sabe si no habrá más. Esa incertidumbre también convocó gente . Finalmente, vamos a coincidir con la Presidente: es muy probable que la mayoría que estuvo en la Plaza ese día, no estuviese alineada con el gobierno, pues algo se hizo o se dejó de hacer para que un fiscal custodiado apareciera muerto, y un mes después nadie sepa cómo ni por qué.
Como dice la Sra. de Kirchner, la democracia habilita el disenso. ¿O no es democracia esto? Muchas preguntas emergen de nuestro silencio aunque quienes quedaron demudados hayan sido ellos.
Pero lo que la jefe de Estado quiso decir en su carta, no tiene nada que ver con lo analizado. Toda esa parafernalia tiene una explicación más sencilla y clara. Cristina ama los eufemismos y se vale de ellos para lograr su cometido. En este caso, mandó una “advertencia”, por no decir amenaza. Si la traducimos sin sutilezas, se verá que lanzó la contraofensiva y se prepara para lo próxima batalla. A todo o nada. Esa carta es similar a cuando, habiendo perdido la última contienda electoral, deslizó un “todavía somos gobierno“. Todos sabemos qué implica eso: la capacidad de daño sigue en su esplendor máximo.
Para ella, la guerra no está concluida, algún as le queda bajo la manga. Un año atrás, inaugurando las sesiones ordinarias del Congreso Nacional, hizo la misma jugada. Inhabilitada para otra reelección, salió con el artilugio de la elección directa de jueces como metodología “más democrática”, para que la familia judicial (no eran partido todavía) menguara en pro de magistrados amigos, que no hagan precisamente lo que hacen hoy estos “destituyentes”. Es decir: trabajar de forma independiente.
La Presidente está asustada. Es un buen síntoma, aunque no lo reconozca, está entendiendo lo que pasa. Y tiene miedo. La comprendo, también yo lo tendría si estuviese bajo sus circunstancias. Pero “el hombre es artífice de su destino”. Cristina hace honor a ese dicho. Y es inútil, nadie puede escapar cuando se llega al final del camino que voluntariamente se ha elegido.