¿Espaldas cubiertas?
Warren Buffett recordó una vez frente a algunos periodistas la respuesta que le dio una sobreviviente de Auschwitz a quien le inquirió cómo definiría a un amigo fiel. Según ella, era “alguien que pueda contribuir a esconderme” (sic).
Algo de esto habrá pensado Cristina al “plancharlo” a Randazzo y abrir la ventana de una habitación de servicio a Zannini para acollararlo a Scioli, lo que ha puesto de relieve una vez más que la vida es sumamente incierta hasta para los poderosos, por lo que muchos de ellos creen que es mejor comerse el postre antes del primer plato como parte ineludible de un gran “experimento”.
Lo que no se pone de manifiesto con suficiente énfasis, es que la inversión de los alimentos en ese orden suele provocar a menudo grandes indigestiones.
El avance político de Néstor y Cristina Kirchner todos estos años les hizo sufrir diversas molestias estomacales cuando creyeron que podrían regular su ingesta “gastronómica”, abusando de ella con arbitrariedad y sin prejuicios de ninguna naturaleza. En el camino, debieron superar, por tal motivo, numerosas “constipaciones” que se constituyeron en molestos estorbos que les impidieron proteger su integridad adecuadamente.
Finalmente, han debido aceptar a regañadientes que el actual gobernador de Buenos Aires es el único que “mide” bien en las encuestas para la elección del Presidente que asumirá después de las elecciones de octubre próximo.
Gran parte de sus planes para “ir por todo” chocaron alternativamente estos años con las derrotas en elecciones frente a de Narváez y Massa primero, y la decidida oposición de la Corte Suprema de Justicia contra la vigencia de ciertos “artilugios” legales que les aseguraran poder consumar sus atropellos antidemocráticos (por dar solo unos pocos ejemplos).
En estas horas, lo que algunos ven como una jugada “magistral” de Cristina, no es más que una consecuencia de la visión de un futuro que intuye como muy incierto para ella. En efecto, la puerta que le cerró en la cara al Ministro de Transportes, nació por tener que aceptar, como hemos señalado precedentemente, que el único candidato potable para sus planes de perpetuación después de diciembre de este año era el detestado Daniel Scioli, a quien considera un pusilánime y, eventualmente, un enemigo encubierto.
No había más remedio entonces que “acotarlo”. ¿A qué precio? Pronto lo sabremos.
A primera vista, parecería que la Presidente obrara siempre de un modo eficaz respecto de los fines que se propone. Sin embargo, una observación más detenida demuestra que no es así y que debajo de su energía puesta al servicio de ciertas decisiones, “SURFEA” HABITUALMENTE POCO MENOS QUE AL ACASO. Sus errores tácticos han sido muchos y bastante gruesos, como ya hemos señalado alguna vez. A la cabeza de ellos, mencionamos al pasar el haber elegido en su momento como vicepresidente al impresentable Amado Boudou.
La sociedad no parece haber advertido que los Kirchner no han tenido otro plan más que encumbrarse en el poder de cualquier manera para hacer fortuna. Los testimonios que lo evidencian son muchos y han sido expuestos a través del periodismo libre.
En medio de esa lucha, su indivisible naturaleza “humana” los ha mostrado la mar de veces como seres pequeños, bastante débiles, que han debido recurrir a exabruptos “operativos” para restaurar su propia perplejidad ante acontecimientos no previstos por ellos. El país anda hoy a la deriva por este motivo y quienes nos ven desde afuera se asombran de que no hayamos podido extirpar un tumor populista y faccioso que pareciera tenernos maniatados en medio de sus laberintos.
La ideología K parece estar construida sobre un mapa fluctuante, donde aparecen lineamientos difusos que intentan develar “misterios” que no han alcanzado a resolver convenientemente aún, obligándolos a sembrar “parches” de todo tipo, color y forma. Con el tiempo, las dudas sobre su fuerza “efectiva” y la presencia de una cruda realidad los ha obligado a mentir constantemente.
En ese orden de cosas, la “jugada Zannini” no es nada genial. Se asemeja más bien a la apuesta de una jugadora emocional y compulsiva como Cristina Fernández, que guarda una notable semejanza con el comportamiento del protagonista de la famosa obra de Dostoievsky.
Mientras tanto, el motonauta con cara de pócker a quien “instalaron” con Néstor en las inmediaciones de su intimidad -digno émulo del jardinero de pocas luces de la novela de Jerzy Kozsinsky, que hablaba siempre de plantas con expresiones jeroglíficas e indescifrables que lo hacían aparecer como un gran pensador-, jamás se incomodó por las zancadillas que le hicieron, quizá porque no hay nada más “inoxidable” que un hombre mediocre. Y el actual gobernador de Buenos Aires lo es en grado sumo. Representa bien a cierta clase media argentina que ve reflejada en él su propia esperanza de conquistar el futuro SIN TOMAR DECISIONES QUE AFECTEN SU ESTILO DE VIDA. Aunque no sepa bien si esto es lo que le conviene.
Scioli quiere estar donde está a toda costa y no creemos que le importe mucho el precio que deba pagar por ello. Sus expresiones resaltando “lealtad” y “previsibilidad”, no son más que paparruchas que intentan camuflar su falta absoluta de sustancia.
En cuanto a Cristina, ¿cómo podía menos de cometer grandes yerros una persona tan fatua? Alguien abandonada a la vanidad que dejó desarrollar en su corazón para curar resentimientos que la llevaron a internarse siempre más y más en el goce de un amor propio exagerado hasta límites inconcebibles.
Los vanidosos se complacen vivamente por las alabanzas que le prodigan quienes se acostumbran a “comer de su mano” y creen ser falsos dioses, mientras permanecen escondidos en la oscuridad del santuario en el que se recluyen, porque en el fondo de sí mismos temen por su propia seguridad personal. La historia bien leída nos enseña que nadie que acumule poder exageradamente “pisando” a los demás siente tener las espaldas totalmente cubiertas, porque en el camino va dejando siempre heridos que quedan agazapados a la espera de obtener revancha.
Creemos que Cristina Fernández está actuando como lo hace debido a un escenario futuro que avizora como muy peligroso para ella, lo cual demuestra que podrá no ser una buena Presidente, pero, como suele decir el vulgo, “no come vidrio”. La única incógnita a develar es hasta dónde –y por cuánto tiempo más-, logrará dominar el desconcierto y el fastidio de mucha gente que manifiesta estar harta de ser llevada por las narices; tanto “adentro” como “afuera” del palacio presidencial.
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