– Pareciera ser que en nuestro país, un secuestro es algo que le puede ocurrir en cualquier momento a cualquiera. Si uno recibe un llamado en el que le dicen “tenemos a su hijo, queremos plata”, más allá del shock terrible inmediato, ¿qué es lo que debería hacer? ¿Cómo hay que manejarse?
– Primero, hay que separar las cosas porque hay que saber que existen dos tipos de secuestros con características distintas. Por un lado, están los secuestros “express” o “al voleo”, que son llevados a cabo por gente no profesional que lo que busca es obtener una suma de dinero no muy grande en poco tiempo. Este tipo de delitos, en la mayoría de los casos, no duran más de 24 horas. Por lo general, no llegan siquiera a tantas horas. El procedimiento más común es que a uno lo atrapan, lo llevan a dar vueltas con el auto y mientras que sucede esto, otro llama a la casa pidiendo un rescate de 5.000 ó 10.000 pesos. A lo sumo, lo llevan a una villa mientras se espera por el dinero, pero todo termina rápidamente. En el 95% de los casos, aproximadamente, este tipo de delito no es denunciado y constituye el porcentaje más grande dentro de lo que son los secuestros. En estas situaciones lo que se debe hacer es conseguir enseguida la suma de dinero requerida y tratar de resolverlo con la mayor rapidez posible. Luego, sí, el deber cívico debería indicar que se haga la denuncia, a posteriori. Pero esto no sucede en la práctica. Y no ocurre porque la gente no cree en las instituciones en la Argentina.
– La gente piensa “¿para qué voy a hacer la denuncia, si total no va a pasar nada?”.
– Y, a decir verdad, es cierto este pensamiento. Pasa poco o casi nada. No se ha trabajado mucho en lo que se refiere a desarticular estas bandas y generar resultados concretos.
– ¿Y las personas que sufren este tipo de secuestros, cómo llegan a convertirse en víctimas?
– Generalmente, las eligen por su apariencia física o por el vehículo que conducen y son personas que están en el momento no indicado, en el lugar no indicado. Sólo por eso se transforman en blancos, sólo por eso les pasa. Nada más. Esto es lo que se llama la democratización del delito: cualquiera puede ser víctima. En este caso, cualquiera puede ser víctima de un secuestro en cualquier momento.
– Esa es la sensación que uno tiene, que le puede tocar en cualquier momento…
– Lamentablemente, es así. Pero, siguiendo con su pregunta inicial, existe otro tipo diferente, que es el secuestro extorsivo más tradicional, en el cual hay una cierta logística de inteligencia, a la persona ya la secuestran por el lapso de una serie de días y lo que intentan es, a partir de una estrategia de terror hacia la familia de la víctima, conseguir la mayor suma de dinero posible. Este tipo de delito requiere de una banda más compleja, con núcleos divididos que, muchas veces incluso, no se conocen entre unos y otros. Hay una división de tareas: unos se encargan de atrapar a la víctima, otros de guardarla, otros de la negociación con la familia por el pedido de rescate, otros del cobro…
– Es decir, tienen toda una logística y una tecnología que los ampara. Pero, ¿qué hace una persona común que no tiene nada de todo eso, pero sí pánico de que lastimen al familiar secuestrado y ninguna idea de cómo negociar con esta gente?
– En ese caso, lo mejor es hacer la denuncia a las autoridades y especialistas en estos temas porque uno no tiene la capacidad individual de lidiar con esta situación. Lógicamente, uno no tiene la capacidad psicológica que se requiere porque le han quitado algo muy preciado que es un ser querido, un hijo por ejemplo, y además porque no es fácil, en absoluto, manejarse con unas persona que lo que está buscando es atemorizarnos para tratar de extraernos la mayor cantidad de dinero posible. Por eso, uno tiene que recurrir a las autoridades. Hay que hacer inmediatamente la denuncia. En los organismos correspondientes hay gente que sí puede y sabe lidiar con este tipo de situación, y es gente que trabaja bien. Lamentablemente, la gente que mejor trabajaba, a mí entender, era la División Antisecuestros de la Policía Federal, que dirigía Sablich y que comandaba el comisario Palacios, pero que hoy, incomprensiblemente, no están más en la fuerza porque fueron parte, vaya a saber por qué, de la purga que se realizó hace unos meses.
– ¿Hay que llamar a la comisaría de la zona o a algún lugar en especial?
– Puede ser tanto a la comisaría como a la fiscalía de turno porque ellos, luego, lo derivan directamente a las divisiones que están preparadas para trabajar sobre el tema de secuestros.
– ¿Qué se está haciendo acá con respecto a este tema?
– Ahora, la realidad estructural que hay en el país es que se está haciendo muy poco en términos de resultados concretos en lo que tiene que ver con el asunto primordial de desarticular a las bandas. Pero hay algo peor. El mensaje pernicioso que yo observo que se está dando es que no hay castigo. Cuando, en algún caso se logra desarticular a alguna de estas bandas o se logra atrapar a alguno de sus integrantes, sucede que después de haber cometido delitos horrendos, los delincuentes son liberados 3 o 4 años más tarde. De esta forma, una y otra vez, caemos en la gran falla de mandar el mensaje de que el sistema judicial y penal en su conjunto, está fracasando rotundamente.
– Lo que más me impresiona a mí es que para llevar a cabo un secuestro de esta magnitud se necesita equipamiento de móviles, comunicaciones, armamento, espacios físicos, entre otros. Y eso sin capital no se logra. Es decir, no parecieran ser marginales los que están detrás de esto, como normalmente se piensa.
– Lo que puede suceder es que como son bandas muy complejas, a veces usan a gente de las villas para que cuiden a los que están secuestrados. Pero los tipos que hacen la inteligencia y la operación en su conjunto no son tipos marginales, sino todo lo contrario. Son gente preparada, altamente profesional en su tarea y, la verdad, es que tienen mucho éxito porque la estadística de secuestro se ha elevado a niveles muy altos, a niveles latinoamericanos.
– ¿Cuántas bandas hay? ¿Son tantas o son un par que se van moviendo?
– Por la cantidad de secuestros que ocurren simultáneamente, uno llegaría a la conclusión de que hay varias bandas operando al mismo tiempo.
– ¿Son tan difíciles de identificar por parte de las autoridades, lo que impide que sean desestructuradas?
– Yo creo que es una tarea de varios meses. Pero el problema en sí no es ese, sino que lo que sucede es que no tenemos resultados concretos tan rápidamente. Cuando uno observa los países que han hecho avances fuertes cuando tuvieron alguna crisis de secuestros, se ve que han trabajado mucho y rápidamente en desarticular a las bandas, en seguir la ruta del dinero, en quitar la motivación económica y en un endurecimiento de las penas. Las personas que secuestran personas, en los países serios, no pasan menos de 20 años en prisión.
– Y 20 años de cumplimiento efectivo…
– Claro. Acá vemos violadores y homicidas que con condenas de 20 años, a los 6 salen en libertad.
– De hecho, Lencina estaba condenado por haber violado y matado a dos personas…
– Por eso, debemos sincerarnos. Esta gente, después de cometer delitos aberrantes no puede estar en la calle, circulando entre nosotros. Porque el mensaje que le damos a la sociedad es un mensaje de impunidad total.
– Si el Estado, cuya función básica es defender nuestro derecho a la vida y a la libertad, para lo cual pagamos impuestos, no lo cumple, uno debería entender que dejamos de tener un Estado.
– Yo coincido plenamente porque creo que lo que estamos viviendo no es ni más ni menos que la ausencia del Estado. © www.economiaparatodos.com.ar |